INFANCIA: Niños de la calle un problema común de países andinos

Contribuir a la solución en lugar de al problema en el creciente fenómeno de los niños en y de la calle, fue el objetivo del intercambio de experiencias de los encargados gubernamentales del área en los países andinos, concluído hoy en Venezuela.

La pobreza, aunque no sólo ella, impulsó en los ultimos años la propagación de menores que tienen por hogar las calles o que pasan su vida en las vías publicas, aunque muchos permanezcan vinculados a sus familias, indicaron a IPS funcionarios de Bolivia, Chile, Colombia, Panamá y Venezuela.

Los otros dos países integrados en aspectos culturales y educativos dentro de la Comunidad Andina, Ecuador y Perú, no estuvieron presentes en el Encuentro Regional sobre Políticas Publicas de Atención a Niños y Adolescentes De y En la Calle.

Se trata de un problema sobre el que no existen estadísticas fiables pero del que se sabe que aumenta su impacto social y que sólo ahora los gobiernos comienzan a enfrentar como algo integral, cuya solución pasa por una labor colectiva del sector público, la sociedad civil y los empresarios.

Las políticas públicas para los llamados niños en mayor situación de riesgo han sido en general "profundamente negadoras de derechos", sintetizó Emilio García, asesor del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).

El resultado de ese enfoque es que las iniciativas públicas para enfrentar el problema de los niños y las niñas en y de la calle "se presentan como generadoras del problema y no como parte de la solución".

Leyes no faltan en general en América Latina y en particular en el área andina sobre el problema, pero García indicó que su falla consiste en que han sido hechas desde y para las instituciones sin involucrar a los actores sociales, lo que sólo ahora comienza a corregirse en algunos países, como Venezuela.

"Pero lo más importante es que el problema de la infancia, en forma integral, adquiera un peso prioritario en la agenda de los países", y no siga "tratándose como un asunto marginal".

La cita de tres días fue promovida por el venezolano Instituto Nacional del Menor y el Centro Regional de Formación de Educadores de la Calle, una institución con sede en Caracas que cuenta con financiamiento de la Unión Europea.

La boliviana Cristina Torrico, secretaria del Servicio Social del Ministerio de Desarrollo Humano, calculó en unos mil, al menos, los niños y niñas que viven en la calle. Pero precisó que a diferencia de países vecinos, los menores mantienen el vínculo familiar y actúan como mendigos junto con sus madres o abuelas.

Otra particularidad radica en que el fenómeno tiene rasgos estacionales y étnicos. Los niños y niñas aparecen en las calles de la capital sobre todo en los meses más frios en regiones como Potosi y son sobre todo del pueblo quechua.

En Colombia, el país que junto con Brasil es el más connotado por los niños y niñas en estado de abandono en las calles, el problema afecta a unos 37.000 menores, planteó Nadia Muvdi, directora del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar.

Muvdi detalló que el problema en su país tiene elementos comunes con el resto del área andina: más pobreza por los programas de ajuste, feminización de dicha pobreza, con un alto nivel de familias por debajo del nivel de sobrevivencia que tienen al frente sólo una mujer, y maltratos en los hogares.

Otros elementos comunes son la perdida de valores y el que son muchos más los niños que las niñas que hacen de la calle su modo de vida o su hogar permanente, aunque en los diferentes países se está comprobando un incremento de niñas en esta situación.

Pero en Colombia, el incremento de menores en y de la calle, se ve alimentado también por el "narcoterrorismo" al que dio impulso el ya muerto narcotraficante Pablo Escobar -los menores sicarios- y los cooptados por la guerrilla.

En ese aspecto, Muvdi detalló que un aspecto novedoso consiste en que los niños comienzan a huir de la guerrilla. En este año fueron contabilizados 80 niños desertores de los dos movimientos que se mantienen en armas contra el Estado en Colombia.

Oriana Zanzi, directora del Servicio Nacional de Menores de Chile, evitó dar cifras precisas sobre el impacto del problema en su país, pero senaló que de los cinco millones de menores de 18 años de la población nacional, dos millones están en condiciones de pobreza.

Zanzi dijo que no suele existir desapego total de la familia y que la permanencia del niño en la calle es un síntoma de la desigualdad en la distribución de la riqueza con que la política neoliberal abonó la inequidad.

Un primer indicador del problema, preciso Zanzi al igual que las demás participantes, es la deserción escolar, mientras que la adecuación de la educación a las nuevas realidades de precariedad de amplios sectores sociales es "la llave" para superar el problema.

La colombiana Muvdi planteó que otra nueva estrategia que da resultados positivos es la formación para el trabajo de los niños y niñas en o de la calle, en un programa en que participan los empresarios, que indican los sectores de falta de oferta de mano de obra y se comprometen a su posterior y supervisado empleo.

La anfitriona del encuentro, la presidenta del venezolano Instituto Nacional del Menor, Nancy Montero, acotó en el diálogo colectivo con IPS que lo que está claro es que la protección y reinserción de los niños pasa por un enfoque micro, que acepte la variedad de caminos y se fundamente en los municipios.

En Venezuela hay entre 4.000 y 5.000 niños y niñas en y de la calle, y como en otros países muchas de las familias expulsoras sobreviven en miseria, tienen sólo a la madre como soporte -en ocasiones con un padrastro maltratador- y pueden ser cooptados por redes de distribución de droga o de mendigos.

La explotación sexual en que caen los niños y niñas es menor a la que pueda suponerse, aunque también se da el libre intercambio sexual y la creación de parejas como parte de la búsqueda del ansiado afecto, en una promiscuidad que incrementa el problema con la existencia de las llamadas niñas madres.

Todas coincidieron en que los centros de refugio son indispensables y un aporte vital de sectores de la sociedad civil en muchos casos, pero que la solución está en la reinserción plena a nivel familiar, social y educativo del menor.

De ahí que la ubicación de la familia, en caso de que el niño haya eliminado todo nexo con ella, y su participación en programas para modificar el modelo de convivencia y mejorar sus condiciones económicas, es otra vía que comienza a ser surcada.

En los centros de acogida y refugio, como en el resto de las medidas, las metodologías son muchas, pero todas coinciden en tres prohibiciones -agresión, consumo de drogas y actividad sexual- y una fórmula universal: puertas abiertas.

En esa estrategia, el caso distinto fue expuesto por el representante de Panamá, Antonio Orozco, secretario administrativo de la Suprema Corte de Justicia de la nación interoceánica, que atiende allí el tema.

Orozco dijo desconocer la existencia de una convención mundial sobre los niños, que los demás países tienen como su instrumento rector para afrontar el problema tras la cumbre mundial de la infancia de 1990.

Precisó que el fenómeno de los niños de la calle es casi inexistente porque los que trabajan en la calle durante el día saben que tienen que recogerse al llegar la noche o son detenidos por la policía, un juez busca después a sus padres y estos deben pagar una multa de 20 dólares o quedan presos.

La alcaldía capitalina otorga un carnet a niños trabajadores que facilita su permanencia en la calle por el día, mientras que su departamento tiene un grupo de asistentas sociales que atiende a los niños capturados por la policía, unos 17 o 18 cada día. Pero Orozco admitió que la represión es lo que domina.

Las delegadas de Bolivia, Chile, Colombia y Venezuela coindieron en admitir que, aunque suene duro, el asistencialismo es necesario pero puede hasta mantener el problema.

El niño sabe que va a encontrar en algunos centros comida caliente, que terapeutas se van a ocupar de su salud y ello le ayuda a seguir en la calle, porque en su casa no tiene ni lo uno ni lo otro.

"La verdadera solución tiene que ser integral, ir a sus raíces y contar con todos", concluyeron. (FIN/IPS/eg/ag/pr-hd/96)

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