Los fondos de jubilación controlan hoy en todo el mundo un volumen de dinero estimado en 6.700 millones de dólares y ya son señalados como los más poderosos inversionistas en todo el planeta.
Se trata de una situación sin precedentes, porque los trabajadores retirados o esperando la jubilación pasaron a ser el sector más dinámico del capitalismo contemporáneo, alterando radicalmente la lógica tradicional.
Según esta lógica, los grandes imperios económicos privados y los gobiernos eran los únicos con recursos suficientes para invertir grandes masas de dinero en megaproyectos.
El fenómeno ya llegó a América Latina, en especial a Brasil y Chile, donde los fondos de jubilación de empleados de grandes empresas, en su mayoría estatales, son protagonistas centrales en el proceso de privatización de empresas del gobierno.
En Brasil, en todas las subastas de grandes empresas estatales, los fondos de jubilación aportaron la parcela más significativa de recursos financieros.
La situación llegó a tal punto, que algunos neoliberales ortodoxos, como el ex ministro de Planificación brasileño Roberto Campos, ya hablan de reestatización disfrazada.
El fondo de pensiones de los funcionarios del Banco de Brasil tiene hoy un patrimonio calculado en 14.000 millones de dólares, dos veces el de la empresa donde trabajan, que es la mayor entidad bancaria de América Latina.
En el continente, el fenomeno de los fondos solo está ganando fuerza. Se estima que existen unas 1.000 grandes entidades administradoras de contribuciones de empleados para la jubilación, mientras en Estados Unidos ya son 712.000 los fondos que actúan en bolsas de valores y en el mercado financiero.
El fondo de jubilación de los empleados públicos de California, más conocido por la sigla CALPERS, acumuló un tesoro calculado en 85.000 millones de dólares, en su casi totalidad invertido en acciones de grandes empresas privadas.
La gran paradoja en esta verdadera revolución en el mercado mundial de inversionistas consiste en que mientras los jubilados son cada día más pobres, incluso en los países ricos, sus inversiones en los fondos logran una valorización de hasta 350 por ciento en los principales mercados financieros del planeta.
Esto fue revelado por Marshall Carter, ejecutivo del State Street Bank and Fund Trust, de Nueva York, que administra 1.700 millones de dólares de fondos de pensión.
Otra gran novedad en el protagonismo financiero de los fondos es que pasaron a convertirse en fiscales de las empresas de las que son accionistas, cambiando la tradicional lógica de sumisión de los empleados a los grandes ejecutivos.
El poderoso CALPERS de California logró recientemente imponer a la poderosa General Motors una reestructura de métodos de producción y la renuncia de algunos ejecutivos clave para frenar una baja de cotización de acciones causada por mala administración.
Los fondos norteamericanos crearon unidades especiales de control y vigilancia de empresas, utilizando normas mucho más estrictas que las adoptadas por la Bolsa de Nueva York. Se estima que más de 300 empresas sufran un seguimiento intensivo por parte de sus accionistas.
En Brasil, el fondo PREVI acaba de montar un sistema similar. La medida sin precedente fue provocada por el temor de pérdidas en las inversiones, lo que a su vez causaría protestas de los contribuyentes, preocupados ante la posible devaluación de sus aportes.
Con eso, las empresas quedan potencialmente bajo la lupa de sus empleados y, en el caso de General Motors, surgió otra situación curiosa.
Al generar eficiencia, los fondos indirectamente acabaron por provocar despidos entre los asalariados, lo que colocó a los sindicatos en una situacion delicada.
El vertiginoso crecimiento del poder financiero de los fondos de jubilación es una consecuencia de uno de los menos estudiados fenómenos de este final de siglo: el envejecimiento de la población y sus consecuencias en el sistema económico contemporáneo.
Uno de los aspectos más reveladores de ese proceso novedoso es la creciente afirmación del carácter público del control financiero. Ya no hay más individuos, sino grandes conjuntos de individuos actuando de forma privada pero no individual.
La llamada "revolución de los canosos" es la primera manifestación clara de ese proceso, según el experto norteamericano Peter Drucker. (FIN/IPS/cc/ag/if/96)