/DROGAS Y NARCOTRAFICO/ COLOMBIA: Samper en el filo de la navaja

Con el pesado fardo del narcoescándalo a sus espaldas, apenas aligerado por la exoneración del Congreso y su talante de político avezado, el presidente de Colombia, Ernesto Samper, aborda el mes número 22 de su cuestinado mandato.

Asumió en agosto de 1994 por un período de cuatro años con el que reeditó, por tercera vez consecutiva, el triunfo del Partido Liberal sobre el Conservador, en una contienda en la que sacó sólo 123.000 votos de ventaja a Andrés Pastrana, su contrincante.

En la madrugada de este jueves, 673 días después, la Cámara de Diputados votó 111 contra 43 a favor de la inocencia de Samper ante la acusación de que recibió dinero del narcotraficante cártel de Cali para su campaña, en una decisión jurídica que no elimina las acusaciones políticas.

El fallo "no llenará de prestigio al presidente sino de desprestigio al Congreso", sentenció el politólogo Hernando Gómez.

Con la decisión parlamentaria se abre una nueva etapa con varios escenarios previstos, incluso por el propio Samper: gobierno de unidad nacional, referendo o convocatoria a nuevas elecciones.

Tanto si se mantiene en el cargo o si concluye anticipadamente su período, Samper parece haber batido todas las marcas de resistencia y capacidad de maniobra, en medio del vendaval de señalamientos.

La Presidencia era la etapa más codiciada por este político bogotano de 45 años que, caminando siempre en el filo de la navaja, rompió una larga tradición familiar de escritores y científicos.

Conciliador por naturaleza -su segunda esposa dice que "parece acomodarse a lo que piensan los demás para siempre salirse con la suya"-, Samper fue apoyado por una heterogénea amalgama ideológica.

En "Colombia Moderna", la sociedad constituída para su campaña a la Presidencia, confluyeron la vieja clase política, sectores de izquierda, fracciones conservadoras, grupos indigenistas y movimientos cristianos no católicos.

Y a la tesorería de Colombia Moderna es que presuntamente ingresaron entre cuatro y siete millones de narcodólares.

A todos los puso a apostar por el "salto social" y "ponerle corazón a la apertura", dándole matices socialdemócratas al neoliberalismo de su antecesor, el también liberal César Gaviria, cuyas tesis eran más afines a las del aspirante conservador.

La votación mayoritaria a favor de archivar el proceso contra Samper, que se reflejó durante las intervenciones previas a la votación en la Cámara de Diputados, indica que dos años después de estar en el ojo del huracán el presidente mantiene la base parlamentaria que apoyó su candidatura.

"Samper es un artista en la preparación de cocteles donde mezcla dosis adecuadas de clientelismo, sentido común y buen humor", se comenta en medios políticos. Y parece que la fórmula le ha dado resultado.

Muchas de las metas de su programa de campaña se han desdibujado a causa de las concesiones hechas ante las presiones de Washington, en el plano externo, y de los militares y las fuerzas parlamentarias, en el interno.

Sin embargo, el tinte nacionalista de sus discursos hace que las encuestas de opinión registren índices favorables a su gestión hasta de 50 por ciento en los sectores populares y las capas medias.

En un país donde el mismo Samper reconoce que su "peor desgracia es que no existe una oposición", llama la atención tal nivel de popularidad en medio de la crisis.

Samper es "un cínico", afirman sus detractores, mientras que sus adeptos lo califican de "verraco", expresión popular para significar valentía y coraje. De lo que no queda duda es que está habituado a trabajar bajo presión.

"En las situaciones de crisis actúo con notable serenidad", afirma el mandatario.

"Es un Leo luchador y tenaz", dicen los astrólogos que con frecuencia auscultan las coordenadas celestes del gobernante para buscarle una salida a la actual encrucijada.

Una prueba de su tenacidad es la sorprendente recuperación clínica, tras el atentado de que fue víctima en la fatídica campaña presidencial de 1990, donde fue derrotado en las elecciones internas del liberalismo por César Gaviria, heredero del asesinado Luis Carlos Galán.

En su cuerpo, que ha llegado a pesar 105 kilos, quedan aún tres de los 11 proyectiles que recibió en el aeropuerto de Bogotá cuando iba a saludar a un amigo, el dirigente comunista Gonzalo Antequera, quien no sobrevivió al atentado.

"Unicamente cuando la vida se escapa de las manos, se entiende el placer de saborearla a sorbos", dijo recordando aquella época. Sin embargo, muchos tragos amargos ha bebido desde entonces, faltando aún la pócima más fuerte.

Esta es la definición sobre su permanencia o no en la Presidencia, resultado de la situación que desencadene el fallo jurídico y político en el Congreso- que podría radicalizar las fuerzas en las cúpulas de poder, por ahora polarizadas en torno a la conveniencia o no de su gobierno.

No había asumido aún el poder, apenas empezaba a saborear el triunfo sobre Pastrana, en la segunda vuelta electoral de junio de 1994, cuando un primer escándalo le estalló en la cara. Los "narcocasetes" se llamó ese capítulo del drama o parodia, según el bando desde el que se mire.

Grabaciones auténticas de conversaciones telefónicas entre los capos del Cártel de Cali, los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela, y el periodista Alberto Giraldo, todos detenidos posteriormente, dejaron al descubierto sospechosas complicidades con la campaña liberal.

Aunque una investigación preliminar de la Fiscalía consideró que las grabaciones no alcanzaban por sí solas para abrir un expediente formal, fue el Proceso 8.000, abierto tras el allanamiento a las oficinas del contador del Cártel, el chileno Guillermo Pallomari, el que redimensionó el caso.

Lo que en un principio el fiscal genral Alfonso Valdivieso llamó "pisar en tierra movediza" poco a poco fue tomando forma.

Paralelamente a la ofensiva gubernamental, con apoyo de la agencia antidrogas de Estados Unidos (DEA), para capturar a la cúpula del Cártel, la dirigencia política quedó en la picota pública: directivos de la campaña y parlamentarios investigados por nexos con la mafia, algunos presos y prestos a confesar.

A mediados de 1995 el ex tesorero de la campaña, Santiago Medina, se acogió a la terminación anticipada del proceso y reveló con lujo de detalles presuntas conexiones entre Samper y el Cártel de Cali para recaudar fondos.

Un segundo clímax del acorralamiento al presidente se produjo a fines de enero de este año cuando en una explosiva confesión Fernando Botero, ex gerente de la campaña y ex ministro de Defensa, dijo que el presidente estaba en conocimiento de los aportes del Cártel.

Ese fue el preámbulo de la "descertificación" de Colombia (retiro de aval a la forma como un país lucha contra el narcotráfico tras un examen anual del gobierno de Estados Unidos), en marzo de este año.

La descertificación puso al país bajo la amenaza de sanciones económicas con serios efectos para su situación interna, cuyo comercio externo depende en 75 por ciento de ese país.

Este lunes, en vísperas del fallo en el Congreso, Botero arremetió de nuevo contra Samper, en su boletín Desde Mi Celda.

Una fotografía, que según el ex ministro preso data de la campaña de 1990, muestra a Samper con Elizabeth Montoya y Fernando Espinoza, supuestos enlaces del Cártel, lo que a su juicio prueba los nexos que desde entonces habría entre la mafia el candidato.

Tanto Espinoza como Montoya fueron asesinados. Esta última a fines de enero, cuando había sido citada a declarar por la Fiscalía y, de acuerdo con algunas versiones, estaba dispuesta a declarar contra Samper.

En los cuatro meses que duró la investigación parlamentaria, Samper insistió: "le voy a poner la cara a mi país y a la comunidad internacional para demostrar la fuerza de una verdad que me exonera".

"Tanta seguridad sólo se explica por una total tranquilidad de conciencia", dijo Ramón Elejalde, de la Comisión Política Central del Partido Liberal.

Ante quienes se sorprenden con el dominio de la situación que ha mantenido Samper a lo largo de la crisis, otros arriesgan varias teorías. Una se sustenta en el control que el presidente tiene de la bancada liberal y las fracciones conservadoras que ha ganado a pulso y con prebendas burocráticas.

Otra sostiene que una clase política adocenada en la alternancia en el poder privilegia cualquier salida de consenso y que Samper, con el certificado de buena conducta que le expidió el Congreso, gana en capacidad de negociación.

Una más señala que el presidente se ha refugiado en la comida – su sobrepeso lo delata- y en los aromáticos habanos Partagás, para desfogar las tensiones sin perder el control político.

De lo que no queda duda es que el presidente ya no podrá afirmar, como lo hacía en épocas de campaña, que el único sitio del mundo donde no tiene pesadillas es en Bogotá.

Porque, a pesar de que tantas veces ha dicho que juega con sus cartas sobre la mesa y no hace trampas, en muchos ha calado la incertidumbre por otra de sus aseveraciones con respecto a los apo ITEM TERMINATED – EXCESS LENGTH – MORE

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