No importa si los seguidores del líder del Partido Comunista de China Mao Zedong irrumpieron en este poblado, mataron docenas de inocentes y destruyeron templos durante la "Revolución Cultural" que comenzó hace 30 años.
Cuando los pobladores de Liang decidieron hace poco construir un nuevo templo taoísta, los dirigentes comunistas locales propusieron que fuera para adorar a Mao, a pesar de la tragedia que ocurrió tres decenios atrás.
"Frecuentemente damos a los grandes hombres de la historia la categoría de dioses taoístas. ¿Por qué no tratar a Mao como dios?", se preguntó un acólito después de honrar a una gran estatua de yeso del líder de la revolución china.
Mao, quien murió en 1976 a los 83 años de edad, se convirtió en símbolo tanto de los triunfos como de los traumas del comunismo chino. El debate acerca de si debe ser canonizado o considerado objeto de exorcismo refleja dos visiones contrapuestas.
Durante su vida, Mao, fundador de la China moderna, era adorado por millones de compatriotas suyos, y continúa siendo reverenciado tras su muerte.
Para los viejos revolucionarios, descontentos con la apertura de la economía y la instauración del régimen de libre mercado, Mao representa un compromiso con la vía comunista.
Pero los intelectuales chinos y los partidarios de las reformas piensan que Mao, también llamado El Gran Timonel, representa las ineficiencias económicas que provocaron la muerte por hambre de millones de personas a principios de la década del 60.
Ellos aún recuerdan la represión política desatada por el líder y que tuvo como consecuencia el asesinato de decenas de miles de personas durante los diez años que duró la denominada Revolución Cultural China.
Este proceso, que sumergió a China en uno de los más brutales y sangrientos períodos de su historia, fue el movimiento de masas que un paranoico Mao usó para remover y destruir dirigentes que pertenecían al Partido Comunista.
Durante la Revolución Cultural, el actual líder del partido, Deng Xiaoping, fue purgado, rehabilitado y vuelto a purgar.
Con la reconstrucción de China tras la revuelta, el Partido Comunista temió que el legado de Mao fuera totalmente enterrado y apenas atribuyó al líder parte de los errores cometidos. El grueso de la culpa cayó sobre las espaldas de la "Banda de los Cuatro", compuesta por su esposa, Jian Qin, y tres dirigentes.
Aunque Mao empleó frecuentemente una gran brutalidad para gobernar sobre la quinta parte de la humanidad, muchos chinos lo reverencian por considerarlo medio dios y medio emperador.
En algunas partes del país, la "maomanía" alcanzó tal nivel de fervor que se están levantando templos y lugares de oración en honor al líder fallecido.
La reverencia que concita Mao en estos días refleja la inseguridad de la población en una nueva era económica en la que el gobierno no repara en las necesidades de la mayoría, mientras la corrupción en el gobierno aumenta y las fuerzas del mercado amplían la brecha entre ricos y pobres, según analistas.
Los dirigentes comunistas invocan al maoísmo para impulsar a su partido, cuyo respaldo está erosionándose.
Mientras dure el resurgimiento del nacionalismo chino, muchos ven en Mao una figura a la que admirar, alguien que devolvió al país su dignidad y esgrimió un fuerte liderazgo moral, algo que escasea en la actual generación de dirigentes políticos.
"En muchas formas, la Revolución Cultural todavía vive. Mao gana estatura divina porque se ignora el pasado", dijo un periodista chino.
Durante los festejos del centenario del nacimiento de Mao en 1993, muchos compraron retratos del líder como amuleto contra las inundaciones y otros desastres naturales. Mao se convirtió en un dios cuya imagen podría proteger a sus feligreses del infortunio.
Este año, cuando se cumplen 20 años del fin de la Revolución Cultural, muchos chinos llevan encima pequeños retratos de Mao en sus vehículos para que los proteja del tráfico.
"Muchas veces estuve a punto de tener un accidente, pero, gracias a Mao, no me pasó nada", dijo Li Xu, un conductor de taxis, mientras señala el retrato que lleva junto al volante.
"La historia lo juzgará como un gran hombre, un líder de gran capacidad que hizo grandes contribuciones", dijo Mao Xinyu, el nieto de Mao que comenzó su carrera musical con un disco en el que canta las viejas marchas revolucionarias compuestas por su abuelo con un acompañamiento moderno.
En el poblado de Liang, en el norte de la provincia de Shaanxi, un grupo de dirigentes comunistas retirados impulsan la construcción de un templo en honor a Mao. "Fue un gran líder y se lo merece", dice uno de ellos.
Con el apoyo de la población local, construyeron una estructura a un costo de 12.000 dólares para honrar a la nueva trinidad, integrada por Mao, su primer ministro Zhou Enlai y el general comunista Zhu De sentados detrás del altar.
El templo de Gushui es un edificio de piedra con una estatua de Mao en el primer piso y retratos del líder, Zhou y Zhu en el segundo.
Las barras de incienso todavía parecen algo decadente para los dirigentes del partido. Por eso, los adoradores de la trinidad prenden gigarrillos y los colocan entre los dedos de la imagen de Mao.
"Le oramos al Jefe Mao por cosas comunes. Por riqueza, por los hijos y por la paz. El es el más grande emperador que hemos tenido", dice uno de los guardianes del templo.
El templo de Mao en Liang no es un fenómeno aislado. Un funcionario del Partido Comunista dijo a sus correligionarios en Gushui, un pueblo oriental, que gastaban demasiado tiempo en la reconstrucción de los templos destruidos durante la Revolución Cultural.
El dirigente les recomendó que, en lugar de eso, canalizaran sus energías en la construcción de un templo en honor a Mao. El secretario de la filial local del partido, Wu Hanjin, transmitió la propuesta al resto del pueblo.
"Wu nos dijo que ya habíamos construido muchos templos pero nada especial para recordar a Mao, nuestro gran salvador. Y pensamos, '¿por qué no?' Todos sabemos que Mao era bueno", dijo un anciano de Gushui. (FIN/IPS/tra-en/rc/cpg/mj/ip/96