Las tres mayores centrales sindicales de Brasil apuestan a la paralización del transporte colectivo urbano para asegurar el éxito de la huelga general que convocaron para este viernes contra el desempleo y la política económica.
El sector se volvió clave para evitar la repetición de los repetidos fracasos de este tipo de manifestación ocurridos desde la década pasada. La movilización de los trabajadores parece insuficiente para que el paro sea efectivamente general.
Pero los autobuses, metros y trenes de las mayores capitales, como Sao Paulo, Río de Janeiro y Porto Alegre, no funcionarán este viernes por decisión de los sindicatos.
Eso preocupa a las autoridades porque las huelgas del sector suelen ser acompañadas de disturbios y destrucción de vehículos. La falta de transportes obliga además a la paralización de múltiples actividades, incluso las esenciales y las de sectores que no aprobaron la huelga.
Las centrales sindicales concentraron sus esfuerzos en obtener la adhesión de trabajadores de ese sector estratégico. "Somos la excusa de los demás", definió el presidente del Sindicato de conductores de autobuses de Sao Paulo, José Alves do Couto.
El alcalde de Río de Janeiro, César Maia, desistió de operaciones de emergencia con medios de transporte alternativos, reconociendo que es "imposible impulsar un plan que reduzca los efectos de la paralización de autobuses".
El gobernador provincial, Marcello Alencar, espera el fracaso del movimiento.
Pero el presidente de la Central Unica de Trabajadores (CUT), Vicente Paulo da Silva, estima una adhesión de 4,2 millones de los 12 millones de trabajadores urbanos que su organización representa. "Esa será la mayor huelga de la historia del país", aseguró.
La Fuerza Sindical, segunda mayor central sindical de Brasil, espera contar con otros cuatro millones, aunque tenga una base menor, de unos 5,5 millones de trabajadores. La mayor parte de la industria adhirió, confía su presidente, Luiz Antonio Medeiros.
La huelga general reclama la reactivación de la economía y cambios en la política oficial que está provocando despidos masivos, especialmente a partir de mediados del año pasado. Es necesario interrumpir el trabajo "para que haya trabajo", señaló Vicente da Silva.
Pero "no es con huelgas, sino con trabajo, que se soluciona el problema del desempleo", criticó el presidente Fernando Henrique Cardoso, quien en la década de 70 era un aliado del movimiento sindical que dio origen a la CUT, en el inicio de los años 80.
Autoridades como el gobernador de Sao Paulo, Mario Covas, y la Federación de las Industrias del Estado de Sao Paulo (FIESP) anunciaron que los huelguistas serán sancionados con la pérdida de la remuneración, que podrá extenderse al fin de semana.
Curiosamente, la misma FIESP había propuesto una huelga general a las centrales sindicales en abril, como forma de protestar conjuntamente contra la política económica "recesiva" del gobierno y en favor de las reformas tributaria, de la administración pública y de la seguridad social.
No hubo acuerdo. La CUT se opone a esas reformas y denunció la iniciativa de los industriales como un intento de utilizar a los trabajadores en favor de sus intereses.
Ahora la FIESP y las organizaciones empresariales de otros Estados condenan el movimiento como "inoportuno". "No hay clima" para una manifestación de ese tipo, según Humberto Motta, presidente de la Asociación Comercial de Río de Janeiro.
La Confederación Nacional de la Industria, que reúne a las federaciones provinciales, divulgó una encuesta encomendada a un instituto especializado que sostiene que la mayoría de la población es contraria a la huelga.
El resultado apunta que 44 por ciento de los dos mil entrevistados hace dos semanas rechazaron la paralización de cualquier actividad.
Pero 29 por ciento la apoyó y 22 por ciento defendió la huelga limitada a actividades no esenciales para la vida de la población.
Una encuesta hecha por un diario en Sao Paulo la semana pasada indicó que hay una mayoría de 63 por ciento francamente favorable a la huelga general, aunque 57 por ciento dijo que no participará en el movimiento.
Sólo 33 por ciento condenó la paralización.
La relativa receptividad obtenida por la iniciativa sindical se debe a que el desempleo es hoy la principal preocupación de la población.
Hay más de dos millones de desempleados en las cinco principales regiones metropolitanas brasileñas, según el Departamento Intersindical de Estudios y Estadisticas (Dieese). (FIN/IPS/mo/jc/lb/96