Muchos creen que los artesanos cuyas familias fueron refinando sus destrezas durante siglos en Shahjehanabad, la "Ciudad Amurallada" de Nueva Delhi, sobrevivirán otra generación. Luego, desaparecerán para siempre.
La capital de India es célebre pues es la ruidosa, polvorienta y calurosa residencia de nueve millones de personas. Pocos saben que se trata de varias ciudades en una, levantadas una sobre otra por imperios que se sucedieron desde el siglo VII antes de Cristo.
Inmensas murallas de arenisca roja, elegantes cúpulas típicas de Asia central y palacios al estilo persa son huellas de algunos de los acontecimientos más trascendentes de la historia del país.
Una de las más viejas "ciudades" de Nueva Delhi es Shahjehanabad, otrora llena de gracia y dignidad, construida en el siglo 17 por orden del emperador Mughal, el mismo que levantó el célebre Taj Mahal.
Hoy, Shahjehanbad es conocida como la "Ciudad Amurallada". La historia de India es un susurro que corre entre las estrechas calles y los destartalados edificios. Allí, el arte y la artesanía de la antigua India luchan por una supervivencia precaria.
Varias familias que iniciaron su labor bajo la protección de la aristocracia de Mughal son las responsables de que estas destrezas no se hayan perdido con el paso de una generación a otra a lo largo de centurias.
La artesanía sobrevive a duras penas. "Ahora, todo es diferente", dice Mohammad Zamir, quien aprendió "zardosi", la técnica del bordado en oro, encaramado en las rodillas de su padre.
"El zardosi era un trabajo delicado, muy caro, porque se empleaba oro, y muy difícil, pues los diseños reflejaban motivos que enaltecían el esplendor de la monarquía", explicó Zamir.
Con la caída de los patrones aristocráticos y la producción de "artesanías" mediante maquinaria industrial llegaron los malos tiempos. La destreza de los artistas no tiene precio, pero el de sus obras en el mercado disminuía.
Zamir vive con su esposa y tres hijos en un cuarto del "haveli", la mansión construída por su bisabuelo, también artista de zardosi. Varios tíos, sobrinos, primos, hijos y hermanos viven en las restantes habitaciones.
Desde las ventanas del haveli se contempla la más gigantesca feria de Asia, un laberinto de tiendas, vehiculos y gente. El ruido es ensordecedor, pero el silencio es total cuando Zamir cierra las ventanas.
Todos los integrantes de la familia están en sus talleres, bordando. El zardosi es el negocio familiar.
La Ciudad Amurallada está sobrepoblada, lo que obliga a los artesanos a trabajar en minúsculos talleres. Eso afectó las propias creaciones, según Charu Smita Gupta, subdirectora del Museo de Artesanías de Nueva Delhi.
"Los locales se achican debido a la reducción del espacio disponible, así que hombres y mujeres se sientan en el suelo y trabajan", explicó.
La mayoría de los exponentes del zardosi elaboran sus ode la extracción de cuernos de elefante, trabajan en hueso de camello. "Tenemos un gran mercado en Occidente", se ufana un artesano.
La cada vez más congestionada Ciudad Amurallada también acoge a los artesanos de Kashmir, que siempre acudieron allí a vender sus mercancías en invierno. Pero la guerra separatista recrudeció y se establecieron definitivamente en Nueva Delhi. Venden, sobre todo, carteras y cofres de madera a bazares para turistas.
Y, en los confines de la zona, esperan los fabricantes de barras de incienso, apostados en los cruces de avenidas e importunando a los conductores de vehículos antes de que la luz del semáforo se ponga verde. (FIN/IPS/tra-en/sr/an/hvdb/mj/cr/96)
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