Pocas décadas después de su independencia, muchas naciones africanas finalmente están ganándose su lugar en el mundo del arte occidental.
Aunque Africa estuvo casi ausente del escenario artístico estadounidense hasta hace poco, actualmente está representada en el nuevo Museo de Arte Africano de Manhattan, y esta semana el Museo Guggenheim de Nueva York realizó su propia contribución inaugurando una gran exposición de fotografía africana moderna.
"A la vista: Fotógrafos africanos desde 1940 hasta la actualidad", que permanecerá hasta el 29 de septiembre en el Guggenheim, presenta 139 trabajos de 30 artistas de toda Africa que testimonian la fértil imaginación y la gran visión de los fotógrafos en los tiempos que siguieron a la independencia.
Parte esencial de la muestra son las fotografías de una influyente revista sudafricana, "Drum" (Tambor), fundada en Ciudad del Cabo en 1951 justo cuando se implementaban las políticas más atroces del régimen de segregación racial.
Los periodistas y fotógrafos de Drum, de distintas razas, registraron magistralmente los horrores y humillaciones del apartheid, desde las penosas condiciones de trabajo en las minas a la inhumana vida en las prisiones.
Para 1958, la revista ya aparecía en Nigeria, Ghana, Africa oriental y central, brindando al mundo imágenes de una época en que Sudáfrica descollaba internacionalmente en materia de cultura y deportes, mientras la gran mayoría negra era privada de casi todos sus derechos.
El sudafricano Santu Mokofeng captó en sus fotografías lo que describe como "sudafricanos negros comunes en la diaria tarea de sobrevivir" en medio de los peligros del apartheid.
También Ricardo Rangel documentó una sociedad en transformación al fotografiar escenas de la vida nocturna en Mozambique para su serie "Nuestro pan nocturno" (1960-70), en los últimos tiempos del dominio portugués.
Otras secciones de la muestra se concentran en mitos y realidades de Africa moderna. El nigeriano Rotimi Fani-Kayode, por ejemplo, combina máscaras y símbolos de la cultura yoruba con imágenes más contemporáneas para representar una sociedad tradicional enfrentada al poscolonialismo y la globalización.
La exposición demuestra cómo, a través de imágenes vívidas y emocionantes, los artistas africanos a la vez se apropian de la modernidad y comentan sobre ella, aceptando los cambios mientras intentan reconquistar los valores de las variadas religiones y tradiciones culturales del continente.
Al mismo tiempo, sin embargo, el hecho de que una muestra tan variada haya logrado instalarse en el Museo Guggenheim promete una difusión aún mayor de los artistas africanos en los próximos años.
Terminado el apartheid, y con una gran notoriedad del arte de Africa en Estados Unidos, es probable que llegue el tiempo en que la aparición de artistas africanos en museos estadounidenses sea un hecho natural, y no excepcional. (FIN/IPS/tra-en/fah/HvdB/ml/cr/96)