Los casi cinco años de guerra en la ex Yugoslavia dieron lugar a la separación de grupos étnicos en distintas regiones, pero paradójicamente, el principal promotor de la "limpieza étnica" sigue siendo un centro de diversidad y conflictividad racial.
Ahora que una frágil paz se ha instalado en Bosnia-Herzegovina, ciertos signos de odio racial en Serbia recuerdan los tiempos de guerra.
De los 9,7 millones de habitantes del país, sólo 65,8 por ciento son serbios. El resto de la población está constituida por habitantes de origen albano (17 por ciento), de origen húngaro (3,5), musulmanes de Bosnia (2,4) y croatas (1,4), según cifras del último censo federal, realizado en abril de 1991.
También contribuyen a la mezcla los montenegrinos, macedonios, eslovenos y aquellos que se autodeclaran "yugoslavos", la mayoría nacidos de padre y madre de raza diferente.
Esta composición desafía la imagen pública de Belgrado como agente de puridad étnica y de guerras libradas con ese objetivo.
En algunas partes de Serbia, las "minorías" son en realidad la mayoría de la población. Dos millones de albanos viven en la provincia sureña de Kosovo, mientras unos 300.000 musulmanes de origen bosnio ocupan la región sureña de Sandzak, y gran cantidad de húngaros (340.000) y croatas (170.000) viven en la provincia norteña de Vojvodina.
Miles de no serbios viven en grandes ciudades como Belgrado, donde la composición étnica de sus barrios no se rige por norma alguna.
Recientemente, sin embargo, dos atentados con bomba contra una mezquita y una iglesia católica de Belgrado recordaron a la población que los problemas de discriminación subsisten.
Los atentados del 30 de marzo y 15 de abril pasados fueron condenados por los partidos opositores y el alcalde de Belgrado, y a diferencia de ataques anteriores, la policía detuvo a los sospechosos en pocos días.
El patriarca Pavle, jefe de la Iglesia Ortodoxa Serbia, visitó al líder de la comunidad islámica de Belgrado, Mufti Hamdija Jusufspahic, y le prometió "una mayor tolerancia religiosa y más respeto para las personas de otras religiones".
Por otra parte, los albanos exigen autonomía en Kosovo, donde los serbios son minoría, pero el gobierno rechaza la idea citando los ejemplos de Eslovenia, Croacia y Bosnia-Herzegovina, que se separaron de la anterior federación y causaron la desintegración del país.
Así mismo, los 300.000 musulmanes bosnios de Sandzak pretenden una autonomía limitada para la región, donde la campaña de limpieza étnica de musulmanes, en 1992, fue particularmente feroz.
Mientras, unos 340.000 habitantes de origen húngaro y su principal partido político, la Unión Democrática de Húngaros de Vojvodina (DZVM), desean "en primer lugar sobrevivir, y luego negociar con el gobierno para obtener mejores condiciones de vida", según lo expresó el líder Andras Agoston.
La DZVM pretende una "triple autonomía" para los húngaros de Vojvodina, que comprendería las áreas política, territorial e idiomática.
La respuesta del gobierno para todos los grupos que reclaman autonomía es que Serbia constituye un único país y todos sus pueblos deben respetarlo. El mensaje es claro: aquellos que deseen irse, son libres de hacerlo. (FIN/IPS/tra-en/vpz/fn/ml/ip-pr/96)