En medio de la crisis del narcoescándalo los periodistas de Colombia parecen alquimistas en busca de una verdad que con diversos ingredientes y en distintas proporciones se cocina en los laboratorios del rumor en que se han convertido las salas de redacción.
El proceso 8.000, como se conoce la investigación por presunta o real financiación mafiosa de la campaña que condujo a Ernesto Samper a la presidencia, ha exacerbado el comentario soterrado en un país que según el escritor Gabriel García Márquez "es el más cuchichero del mundo".
El voluminoso expediente de más de 40.000 folios recopilados en casi 20 meses que lleva la investigación de la Fiscalía recoge dos y hasta tres verdades de los mismos testigos en distintas épocas del proceso.
Lo que en investigaciones de menor monta, donde no está en entredicho la legitimidad de los medios para acceder al poder del Estado, serían simples contradicciones, en "el 8.000" toman una dimensión mayúscula.
El hecho más saliente de este fenómeno se presentó en la madrugada del 23 de enero. La noche del 22 el detenido ex gerente de la campaña samperista y ex ministro de Defensa Fernando Boteuria interpuestas ante tribunales civiles por jerarcas de la Iglesia católica, ante acusaciones de presuntos vínculos con el narcotráfico.
Las solicitudes de desmentidos provienen deste todos los flancos del escándalo: la Presidencia de la República, la Procuraduría, el empresariado, legisladores detenidos o en ejercicio y decenas de testigos de uno y otro bando.
Podría afirmarse sin exageración que a casi todas las informaciones sobre el proceso 8.000 sucede una petición de rectificación o aclaración.
En la Comisión Nacional de Televisión, organismo responsable de la regulación de éste medio, hay quienes afirman que todo el personal asignado no daría abasto para responder tanta reclamación.
Algunos medios, como el telenoticiero QAP, incluso, han emitido segmentos bajo el título "las mentiras de palacio".
Así, con verdades oscilantes según el expediente que se filtre y el medio que lo reproduzca, lo que genéricamente se llama la opinión pública ha ido al vaivén de los acontecimientos hasta cristalizarse en posiciones polarizadas.
"El Estado está cayéndose a pedazos, y la sociedad está dividida entre los que lo creen todo y los que no creen nada, sin mucho fundamento para lo uno y lo otro", afirmó esta semana García Márquez a la revista Cambio 16.
Restrepo dice que un sondeo sobre la circulación de la prensa y la sintonía de los informativos de radio y televisión en los últimos meses indica un sensible aumento de lectores y oyentes.
La proporción "es similar a la que se registra después de una catástrofe, porque una sociedad en peligro instantáneamente busca las señales de esperanza que aún le puedan quedar", comenta.
A su juicio, pese al cúmulo de verdades encontradas que registran los medios, la prensa se ha convertido en el único elemento esclarecedor de la crisis.
"Si no es el periodismo el que averigua, ?entonces quién?. Si no es el periodismo el que informa, ?quién?", se pregunta.
Pese a sus debilidades o errores, en medio de la crisis la prensa "se ha convertido en la institución más fiable y representativa de valores fundamentales en quiebra", se respondió Restrepo.
Si la prensa y el periodismo no responden a las expectativas de una sociedad desorientada que la tiene "como último asidero, (a Colombia) sólo le quedará la desesperanza", conluye Restrepo.
Pero hay otras opiniones menos apocalípticas, como la del escritor y columnista Arturo Guerrero.
Guerrero dijo a IPS que pese a que los medios de información son cómplices "del gran descrédito de la verdad y de la palabra", el pais podría estar "a la puertas de un gran cambio con resultados impredecibles pero sorprendentes".
En ese cambio, que equipara con el movimiento de gentes anónimas, sin partido ni ideologías claras que acabó derrumbando el muro de Berlín, el rumor parece decisivo.
Con el rumor "como canal de circulación de las distintas verdades no publicadas", se gesta un gran cambio "por debajo de cuerda, en las reuniones heterogéneas e informales donde se perciben aromas de ruptura con todo lo anterior".
Es probable, dice Guerrero, que los periodistas -no los medios ni sus dueños, que siempre tienen verdades al acomodo de sus intereses- logren desamarrar el lastre de la autocensura y poco a poco permitan que la gente arme su rompecabezas hasta completar la verdad. (FIN/IPS/mig/cr/96)
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