Pedro, de 11 años, es "el escritor" de una pequena pandilla de ninos de la calle en la capital peruana, y se especializa en hacer carteles e inventar historias para mendigar.
El y sus cuatro amigos forman parte de los 60.000 niños que, según diversas fuentes, viven en las calles de Lima mendigando, cometiendo raterías o desempenando insólitos trabajos.
Son las 11 de la manana y mientras los otros chicos aguardan con sus pedazos de cartón en la mano, Pedro escribe sobre un trozo de cartulina una apretada y triste historia destinada a conmover y ablandar a los automovilistas detenidos ante los semáforos.
En todas las historias que escribe Pedro se mencionan madres enfermas y padres ausentes. En algunos casos, de acuerdo con su estado de humor, inventa abuelos ciegos o hermanitos menores de los que el portador de la cartulina sería único sosten.
Inventar historias para sus pequeños socios, a quienes distribuye en las avenidas del elegante distrito residencial de san Isidro, no avergüenza a Pedro, y aclara: "No somos 'pirañitas', no robamos. Sólo pedimos ayuda".
A las dos de la madrugada del mismo día, Julián, también de 11 años, despierto pero apretujado a sus amigos, que duermen hechos un ovillo y abrigándose entre sí debajo de una banca de la Plaza San Martin, acepta hablar a cambio de una moneda y reconoce ser ladrón.
Julián es "faite" (jefe) de los otros chicos, tiene cicatrices en un brazo para testimoniar su bravura, y dice que tuvo un día malo: "Conseguí sólo dos revistas, que vendí para comprar terocal (un pegamento, para inhalar) y un reloj 'chancho' (barato) que me parecía fino".
"En la 'parada' (mercado mayorista de Lima) podría ganar más, pero aquí en la plaza están mis amigos y allá hay unos grandazos que cuando se emborrachan quieren abusar de los más chicos", refiere.
No existe estadística oficial respecto de los niños que abandonan su hogar y viven en calles de las ciudades peruanas, especialmente en Lima, pero hay algunos estudios y muestreos sobre los orígenes y ocupaciones de esos menores.
El obispo católico Luis Bambaren, de la Comisión Episcopal de Acción Social, estima que en Perú hay 350.000 niños en situación de abandono social, entre los que incluye a los 40.000 menores que trabajan en condiciones de esclavitud en los lavaderos de oro de la selva.
Según una encuesta realizada por la Universidad Agraria entre niñoos de la calle en Lima, 32 por ciento de ellos proceden de zonas rurales, especialmente de la sierra. Escaparon de su casa o de las familias capitalinas a las que fueron entregados por sus padres para trabajar como sirvientes.
Cuarenta por ciento de los niños de la calle de Lima encuestados por la Universidad Agraria se autodefinieron como vendedores ambulantes y 13,2 por ciento declararon dedicarse a lustrar zapatos o vender diarios.
Mientras, 13,5 por ciento dijeron trabajar limpiando automóviles, y si bien técnicamente se les podría considerar mendigos, ya que piden dinero después de pasar un trapo por el parabrisas, sólo 3,7 reconocen dedicarse a la mendicidad.
Algunos declararon a los encuestadores universitarios ser cantores y cómicos. Se trata de niños que, con la cara pintada como payaso, suben a los autobuses y piden monedas después de desentonar algunas canciones o contar chistes.
La prostitución no aparece entre los oficios declarados, aunque el sociólogo Walter Alarcón, autor del libro "Entre calles y plazas", considera que casi 30 por ciento de esos niños, y especialmente las niñas, se dedican a la prostitución de modo permanente o eventual, para sobrevivir.
El aumento de la cantidad de niños de la calle en los últimos anos desborda las posibilidades de las entidades oficiales e independientes que los recogen para ayudarlos.
El Instituto Nacional de Bienestar Familiar (INABIF) recogió alrededor de 8.000 niños de las calles en 1995, más del doble de los que atendió en 1993, y entidades no oficiales se hicieron cargo de unos 4.000.
Para que no huyan, los hogares no oficiales practican políticas de puertas abiertas. Es decir, se acoge a los niños y se les permite irse cuando deseen.
"Cuando tienen mucha hambre, aprieta el frío en el invierno o se sienten enfermos, vuelven aquí, y tratamos de que se queden permanentemente", comenta un trabajador del hogar infantil de la organización no gubernamental (ONG) Cedro.
Juan Enrique Bazán, de la fundación Radda Barnen, una ONG que trabaja en problematica infantil, senala que el aumento de los ninos en situacion de abandono tiene que ver directamente con el agravamiento de la pobreza y el maltrato que reciben en su hogar.
"El niño impulsado por sus padres a trabajar para llevar algo a casa, siente la posibilidad y la necesidad de escapar y la calle aparece como un refugio", dice Bazán.
"La calle representa la libertad, la oportunidad de vengarse de los adultos que los maltrataron, y la solidaridad de otros niños iguales a ellos", comenta la psicóloga Valeria Villarán.
"Estos ninos tienen un mundo interior muy frágil. Su infinita soledad la compensan con una corteza muy dura y agresiva y escapan de la realidad inhalando terocal. Pero no es imposible acercarse a ellos, con paciencia y comprensión", concluye la psicóloga. (FIN/IPS/al/ff/pr/96)