PERU: Equivocada modernidad agraria amenaza a la papa

El mercado prefiere las papas más hermosas, grandes y uniformes y las favorece con mejores precios, pero los productores y técnicos generalmente ignoran que esas ventajas mercantiles son peligrosas porque crean condiciones de riesgo de desaparición para la especie.

La papa, producto andino desarrollado por los incas y llevado a Europa en el siglo XVI por los conquistadores españoles, se convirtió en uno de los cuatro alimentos más consumidos en el mundo.

Los agricultores y agrónomos la han hecho evolucionar y en Europa y Estados Unidos se pueden encontrar superpapas: grandes, de cáscara lisa y fina y casi todas del mismo tamaño.

La homogeneidad de las papas, reclamada por el mercado y alcanzada por la ingeniería genética mediante cruces selectivos, debilita los genes del tubérculo y hace a la especie más vulnerable al ataque de plagas y enfermedades.

"Para impedir que esa mayor vulnerabilidad adquirida amenace a la especie, la ciencia recurre a la diversidad genética y busca ayuda en los factores de resistencia que se encuentran en las variedades silvestres de la papa", explica Peter Gregory, director de Investigaciones del Centro Internacional de la Papa.

La ingeniería genética desarrolla en las plantas y animales las características que le interesan a productores y comerciantes aprovechando la tendencia a la mutación constante que existe en la naturaleza.

Pero la mutabilidad de la naturaleza también origina transformaciones en los hongos, bacterias y virus que parasitan a plantas y animales, convirtiéndolos en nuevas y más agresivas plagas.

La protección química (germicidas e insecticidas) no es suficiente y, por el contrario, es a veces tanto o más peligrosa que el mal que trata de combatir.

Las especies silvestres conservan intacta toda su capacidad de mutación, y por consiguiente, pueden adaptarse y superar las amenazas de las nuevas plagas.

Descubierta esa ventaja, los científicos que trabajan en cultivos alimenticios aprovechan la variabilidad de los cromosomas de las plantas silvestres y primitivas para producir variedades mejor adaptadas, que mantengan su alto rendimiento pero sean más resistentes.

De esa manera se impedirá que se repita lo sucedido en 1845, cuando una plaga devastó los cultivos de papa de Europa y provocó una hambruna que mató a millones de personas.

Aquel fue el peor desastre en Europa desde la epidemia de la peste bubónica, ocurrida 500 años atrás, originó la emigración masiva hacia América para escapar del hambre y más de dos millones de irlandeses se instalaron en Estados Unidos y Argentina.

Fue una trágica lección de lo que significa la vulnerabilidad genética que no se ha repetido en la papa, pero sí en otros cultivos igualmente masificados y extendidos en escala industrial.

En 1943, la plaga de la marchitez del arroz provocó una gran hambruna en India, y en 1970 un tercio de los cultivos de maíz de Estados Unidos fueron destruídos por una plaga, el tizón sureño de las hojas, que arrasó con los espléndidos pero vulnerables maizales de ese país.

Un ejemplo más reciente es la epidemia de las vacas locas, (encefalopatia espongiforme bovina) que ha puestro en peligro a la ganadería británica, especializada en vacas "friesian/holstein", porque producen más carne.

Esa raza vacuna está genéticamente indefensa ante la encefalopatía espongiforme, en tanto que las despreciadas y casi extintas vacas "dexter", de carnes magras y escasas, son inmunes a esta epidemia.

Para cuidar sus germoplasmas se fundó en 1971 el Centro Internacional de la Papa (CIP), cuya sede central está en Lima y en donde se encuentra el banco genético de la papa.

"El CIP se instaló en Perú porque la papa es originaria de este país, fue desarrollada por los agricultores incas y en su territorio se encuentra la mayor variedad de especies de papa que existe en el mundo", señala Carlos Arbizu, especialista del CIP en cultivos andinos.

El banco genético del CIP tiene 3.800 vaariedades de papa colectadas en los Andes y 1.500 muestras de alrededor de 100 especies silvestres recogidas en ocho países de América Latina.

El CIP proporciona germoplasma de papa a 97 países y pone a disposición de sus agricultores más de 100 variedades mejoradas, muchas de las cuales son resistentes al tizón tardío.

En Huancayo, en el andino valle del Mantaro, a 200 kilómetros al este de Lima y 3.000 metros de altitud sobre el nivel del mar, el CIP instaló un campo para remozar y propagar su colección mundial de variedades de papas.

En 1988, después de dos atentados cometidos por el grupo guerrillero Sendero Luminoso, el CIP decidió dividir su colección genética, remitió duplicados de todas sus variedades de papa y creó dos nuevos bancos mundiales de germoplasma, uno en Ecuador y otro en Alemania. (FIN/IPS/al/dg/if-dv/96)

Archivado en:

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe