En el 16 aniversario del comienzo de su lucha armada, que se cumplirá este viernes, el grupo insurgente peruano Sendero Luminoso es escenario de la guerra lanzada por el disidente Oscar "Feliciano" Ramirez contra los militantes que aceptan la paz propuesta por el encarcelado líder Abimael Guzmán.
El sector que no acepta la paz intenta recuperar espacio político, apelando a los procedimientos que antes usó Sendero Luminoso en las localidades que intentó conquistar: intimidación violenta de dirigentes populares y aniquilación de los opositores.
Esa metodología, que desembocó en terrorismo, fue senalada en 1994 como errónea por la corriente mayoritaria de la organización, que acata la propuesta de paz de Guzmán, "porque aisló al partido de las masas".
Un libro editado por el Instituto de Estudios Peruanos atribuye el fracaso militar de Sendero en el área rural a la incorporación de comunidades indígenas a las "rondas campesinas", fuerzas paramilitares dotadas de armas por el gobierno para resistir a los guerrilleros.
Carlos Iván De Gregori, uno de los autores del ensayo "Las rondas campesinas y la derrota de Sendero", senala que sólo restan a los insurgentes dos escenarios políticos posibles: las areas selváticas productoras de coca, y las barriadas urbanas marginales, que han sido golpeadas por la economía liberal imperante.
En 1993, un año después de su captura, Guzmán propuso al gobierno de Alberto Fujimori la apertura de conversaciones de paz. La intención del llamado "Presidente Gonzalo" fue salvar a su organización, derrotada militarmente, para convertirla en un partido político y actuar en los sindicatos y el parlamento.
Esa línea de acción es rechazada por Feliciano, quien desconoció la carta pública en que Guzmán había comunicado su rendición. Según el jefe disidente, la carta presentaba la letra de Guzmán, "pero no su pensamiento".
El sector que Feliciano ha bautizado "Sendero Rojo" preparó en los últimos dos meses la celebración del decimosexto aniversario del "ILA" (inicio de la lucha armada) con 30 operativos en Lima, la sierra y la selva, en los que murieron 67 personas, entre insurgentes, soldados y civiles inocentes.
Esta celebración, que la policía teme que sea completada este viernes con un atentado espectacular, tiene un ingrediente nuevo: la guerra interior de Sendero Luminoso.
"Negro José", un senderista del sector que responde a Guzmán, aparentemente liberado por el gobierno para que promueva la pacificación, fue asesinado el 4 de este mes a modo de escarmiento.
Su cadáver acribillado a balazos fue destruido con dinamita, y sus victimarios dejaron al lado un cartel firmado por la "Base Lima", que anunció el propósito de ese grupo de "aplastar a los revisionistas y capitulacionistas".
Con ensañamiento similar, la "Base Lima", comité directivo metropolitano del sector de Feliciano, asesinó el 6 de marzo a la dirigente popular Pascuala Rosado, cuyo cuerpo fue también dinamitado.
El asesinato de Rosado y de "Negro José" enmarca no sólo la etapa de preparación de los atentados de celebración del aniversario de la lucha armada, sino que también revela los objetivos políticos inmediatos y el escenario social elegido por Sendero Rojo.
En Lima, Sendero Rojo concentra sus operativos en algunas barriadas clave: Villa El Salvador, Huaycán y Raucana, de donde fueron desalojados después de la caida de Guzman, y que Feliciano quiere reconquistar.
Rosado, dirigente de los clubes de madres de Huaycán, una extensa zona surgida en arenales situados 20 kilómetros al este de Lima, era un obstáculo para los senderistas, por su valeroso rechazo de toda intimidación.
La dirigente barrial no atendió las amenazas de los insurgentes, e igual actitud tuvo otra heroína popular, Maria Elena Moyano, de Villa el Salvador, que también fue acribillada y dinamitada.
El asesinato de Rosado determinó a los restantes dirigentes barriales de Huaycán a ocultarse para salvar la vida. Leonidas Centeno y Pedro Arévalo, que acompañaban a Rosado en el comité directivo de los pobladores de Huaycán, obtuvieron asilo en Noruega.
El analista Raúl González senala que "Feliciano parece haber logrado un nivel mínimo de coordinación, pues sus operativos ya no son aislados, sino que obedecen a un plan maestro de objetivos políticos".
Otro experto, Guillermo Ráez, opina que "los felicianistas están abandonando el marco teórico en que trataron de mantener su pugna con el sector de Guzmán, y entran en una fase de ajuste de cuentas físico y violento, que los puede desbordar".
González y Ráez concuerdan con el ex diputado izquierdista Carlos Tapia en que "la metodología elegida por (los dirigentes de) Sendero Rojo no les devolverá la fuerza política que Sendero tuvo en 1992, pero tienen capacidad de comprometer la tranquilidad del pais".
"No tienen futuro político", pero "con apoyo del narcotráfico" pueden mantener su presencia en las zonas selváticas productoras de coca, "y en las barriadas de Lima pueden aprovechar la crisis social generada por el ajuste liberal y crear modalidades violentas de acción politíca", según Ráez. (FIN/IPS/al/ff/ip/96).