PALESTINA: Pasos lentos, pero seguros, hacia la democracia

El Consejo Palestino, elegido hace cinco meses, se reunió solo tres veces, pero ya ha dado pasos para imponer su sello en las negociaciones con Israel y crear una democracia viable cuyo poder no esté concentrado en las manos solitarias del presidente Yasser Arafat.

Las cosas no han sido fáciles. El órgano legislativo debió postergar una sesión pues sus integrantes de Gaza no obtuvieron permiso de Israel para abandonar su región. Parlamentarios como Haidar Abdel Shafi se han quejado de la desorganización imperante en su seno.

Pero la mayoría de los integrantes del Consejo manifestaron su satisfacción con las pequeñas decisiones que han adoptado, aunque hayan sido apenas simbólicas.

La cuestión más espinosa es la relacionada con la situación de Jerusalén, ciudad considerada capital tanto por Israel como por Palestina, unificada por el estado judío tras la conquista de su sector oriental en la guerra de los Seis Días, en 1967.

"Jerusalén es un problema muy sensible, y debemos tener una posición clara", dijo Abdel Shafi, un ex negociador palestino que hoy es integrante del Consejo.

Como dijo el legislador Saab Ereikat durante una sesión, la capacidad de influencia del Consejo sobre las cuestiones relativas a Jerusalén, entre otros asuntos, es muy limitada. Sólo un puñado de parlamentarios pueden viajar a la disputada ciudad sin un permiso del gobierno de Israel.

Pero el Consejo no sufre tantas limitaciones en lo que refiere a cuestiones internas palestinas.

En medio de algunas distorsiones, como la ausencia de libertad de prensa, los arrestos arbitrarios y las torturas registradas en cárceles palestinas, los parlamentarios se anotaron pocas pero importantes victorias en su lucha por establecer un sistema de controles y equilibrio de poderes.

El primer signo de que Arafat tendrá que lidiar con un Consejo independiente se produjo cuando, en la primera sesión, sus integrantes prefirieron jurar fidelidad ante el jefe de la corte constitucional y no ante el presidente.

Arafat se enfureció y abandonó el recinto, pero los parlamentarios continuaron considerando los asuntos del orden del día sin él.

Los integrantes del Consejo también manifestaron su respaldo a cuatro islámicos a quienes el Fiscal General amenazó con retirar su inmunidad parlamentaria debido a sus protestas contra el trato que se dispensa a militantes de Hamas en las prisiones palestinas.

El Consejo resolvió desechar las recomendaciones de Arafat y rechazar la amenaza, que fue, en definitiva, retirada por las autoridades.

Estos dos enfrentamientos sucedieron poco después de que se eligió a Arafat vocero del parlamento por 57 votos a 31, lo que provocó temor de que una mayoría pueda funcionar en bloque alineada con el presidente.

Pero, aunque 55 de los 88 integrantes del Consejo pertenecen al partido Fatah, que lidera Arafat, no existe entre ellos unidad. Facciones del sector suman sus votos a otros cada vez que se cambia de asunto.

"Soy, de algún modo, optimista en cuanto a la capacidad del Consejo de acelerar el paso hacia un proceso democrático. Tomo en cuenta el sentido de responsabilidad de los parlamentarios hacia su electorado, que es fuerte y constituye una buena señal", dijo Abdel Shafi.

"Sería ingenuo pensar que existe equilibrio de poderes ahora, pero se han dado pequeños pasos", dijo un funcionario de una organización estadounidense de promoción de la democracia que reclamó anonimato.

Integrantes del Consejo que actuaron en nombre de sus distritos presionaron hasta lograr que Arafat decretara la disolución del monopolio de la distribución de grava de que gozaban dos empresas.

Los parlamentarios reciben cientos de solicitudes de ayuda de sus votantes, relacionadas con la liberación de presos hasta la obtención de permisos para salir de Gaza, pero sus manos están, con frecuencia, atadas por Arafat o por Israel.

Por ahora, no todos los caminos se dirigen a una democracia pluralista. La manifestación más preocupante de este hecho es la falta de libertad de prensa. Desde su llegada a Gaza en julio de 1994, Arafat ordenó la clausura de periódicos locales porque no le agradaba la información o las opiniones que difundían.

El diario Al Watan, simpatizante de Hamas, fue cerrado por tres meses, y su editor sentenciado a dos años en prisión, por criticar los acuerdos de paz de Oslo. El diario An Nahar, por su parte, también sufrió clausuras por difundir artículos supuestamente projordanos.

Aun el periódico oficialista Al Quds fue obligado a dejar de circular después de que no le dio importancia suficiente a una noticia que Arafat quería ver en la portada.

El resultado es una prensa obsecuente que sobrevive gracias a la autocensura y en rara ocasión informa a sus lectores. Sin periodistas que fiscalicen al gobierno, las prácticas corruptas podrían quedar encubiertas.

El consejo tiene un largo camino hasta el logro de una democracia duradera y viable. (FIN/IPS/tra-en/dho/rj/mj/ip/96)

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