Varios representantes del gobierno de Irán visitaron Pakistán este año. El canciller Alí Akbar Velayati lo hizo tres veces en los últimos tres meses. Pero aun así no cicatriza la herida que sangra entre ambos países, en Afganistán.
Se prevé que Velayati y el principal funcionario de su cancillería en cuestiones afganas, Alauddin Bourjedi, visiten Pakistán nuevamente en las próximas semanas.
Los vínculos entre Teherán e Islamabad, otrora estrechos, se resquebrajaron desde que los integrantes de la milicia radical estudiantil Taliban abandonaron los cursos que realizaban en Pakistán y comenzaron a asediar al gobierno de Afganistán, presidido por Burhanuddin Rabbani.
Teherán respalda al sitiado gobierno de Rabbani, atrincherado en Kabul, capital devastada por la guerra, mientras Islamabad está detrás de Taliban.
Afganistán se ubica en el centro de una guerra por el poder regional entre sus dos vecinos. Ambos pretenden aumentar su presencia. La apuesta es grande, y los jugadores no vacilan en emplear la presión diplomática para proteger sus intereses.
Pakistán desearía que el territorio afgano permanezca en su esfera de influencia para asegurarse una ruta comercial hacia Asia central. Teherán, a su vez, teme que un gobierno enemigo tome el poder en Kabul.
El Irán chiíta ve en los combatientes sunitas de Taliban sus enemigos, y procuró con sus buenos oficios apoyo para Rabbani en Nueva Delhi, Moscú y Beijing. Los militantes radicales, según Teherán, son protegidos de los servicios de inteligencia de Pakistán.
La inteligencia militar de Pakistán fue un canal clave para el suministro de armas y municiones de Estados Unidos a los luchadores mujahiddines que lidiaron con la antigua Unión Soviética durante la invasión de la otrora potencia a Afganistán, entre 1980 y 1992.
Ahora, Teherán cree que los servicios de inteligencia paquistaní están siendo utilizados por Washington y Arabia Saudita con la intención de debilitarlo.
Pakistán aseguró a Irán en reiteradas oportunidades que no debe temer a Taliban como una amenaza, pero Teherán no está convencida de ello.
La desconfianza mutua perjudicó las relaciones económicas entre los dos países. El último emprendimiento conjunto que asumieron fue la construcción de un gasoducto por unos 3.500 millones de dólares y la de una refinería cerca de Karachi. Ambas obras están en proceso.
El presidente de Irán, Ashemi Rafsanjani, propuso en 1994 al gobierno de India su inclusión en el denominado "eje asiático", que incluye también a China y Pakistán. Esta invitación a su viejo enemigo sacó a Islamabad de sus casillas.
Según Rafsanjani, la presencia de India aseguraría, al sumar sus enormes recursos naturales a los de sus vecinos, un freno sobre las "ambiciones hegemónicas" de Estados Unidos.
Los informes publicados en la prensa paquistaní sobre el desarrollo de un programa nuclear conjunto entre China, India, Irán y Rusia aumentó el temor de un eventual aislamiento regional de Islamabad.
Esta sería la primera vez en la historia que Pakistán que las relaciones con todos sus vecinos se agrían simultáneamente, según analistas políticos. El país mantuvo amigos en la región incluso durante las décadas del 50 y el 80, cuando fue notorio su proximidad a Estados Unidos.
Los observadores también recordaron que el hombre fuerte del régimen militar que rigió Pakistán en la década del 80, Zia-ul- Haq, comprendía la importancia estratégica de sus respaldos regionales aun cuando mantuvo excelentes relaciones con Washington.
Zia se entendió con Irán, lo cual era importante por la proximidad geográfica de ese país, su importancia en la organización de grupos chiítas en Pakistán y en la necesidad de evitar una opción única de aproximación a Estados Unidos, de acuerdo con los analistas.
Cansados de recibir críticas, Teherán se esfuerza ahora en restaurar la paz en Afganistán, que sufre una lucha por el poder basada en diferencias étnicas desde 1992, cuando la guerrilla mujahiddin desalojó del gobierno a los comunistas.
La segunda etnia de Afganistán, los tadjikos, a la que pertenece Rabbani, se alió con su enemiga tradicional, los uzbekos, contra Taliban. El grupo étnico mayoritario en el país, los pushtus o patanes, perdió la batalla por el poder en Kabul a manos de los tadjikos. (FIN/IPS/tra-en/nz/an/mj/ip/96)