Los 11.000 habitantes de la pequeña isla de Montserrat, una colonia británica del Caribe, viven desde hace diez meses bajo la amenaza de un volcán que despertó repentinamente de un sueño de varios siglos.
Tres veces fueron evacuados desde julio los habitantes del sur de la isla, la zona amenazada por el volcán Soufriere, que se eleva 915 metros entre colinas y que permanecía inactivo desde hace 450 años.
Un diluvio de cenizas cubrió áreas residenciales del sur de la isla, que tiene una superficie de 102 kilómetros cuadrados, alcanzando incluso a Plymouth, la capital, y la crisis no tiene final a la vista.
Los hechos obligaron la evacuación de los habitantes de las vertientes occidental, oriental y sur del Soufriere, y también de Plymouth, poblada normalmente por 3.500 personas.
Las autoridades dispusieron la clausura de edificios públicos, del hospital, las comisarías de policía y las gasolineras de la zona en emergencia.
Las rutas que conducen a Plymouth y a otras áreas expuestas al probable torrente de lava fueron bloqueadas. Si bien continúan en operación los molinos que procesan el arroz importado de Guyana, rige el toque de queda para todos a partir de las 18 hora local.
Montserrat es ahora un importante laboratorio sísmico y científicos británicos y de las Indias Occidentales vigilan los temblores de tierra, la caída de rocas y la emisión de gases del volcán, cuya última gran erupción ocurrió hace 1.800 años.
El centro de seguimiento es el Observatorio Volcánico de Montserrat, instalado en una residencia arrendada sobre una colina cercana a la costa occidental.
Al frente del observatorio se encuentra William Ambeh, de 34 años, director de la Unidad de Investigación Sísmica de la Universidad de las Indias Occidentales, cuyo cuartel general se encuentra en Trinidad y Tobago.
La opinión de Ambeh disuadió al gobierno de evacuar la totalidad de la población de la isla. Más de 1.300 residentes del sur fueron destinados a refugios y otros 3.000 alquilan vivienda o se alojan con familiares en el norte.
Mientras, el primer ministro Reuben Meade aseguró hace una semana que muchos de los pobladores que abandonaron la isla comienzan a regresar.
Gran Bretaña ofreció su territorio a quienes desearan salir de Montserrat, con garantía de vivienda y trabajo y de matrícula escolar para los estudiantes, pero la invitación fue aceptada sólo por unos pocos. Se cree que el éxodo sería instantáneo en caso de que Estados Unidos o Canadá presentaran igual ofrecimiento.
Una erupción calificada por Ambeh de moderada en las condiciones actuales lanzó un aluvión de cenizas hacia el mar, produciendo un crecimiento de la marea por ebullición de 30 metros.
Así mismo, el viento llevó al oeste oleadas de cenizas de la consistencia del polvo de cemento, que cubrieron viviendas, hoteles, comercios y escuelas y obligaron a la población a permanecer bajo techo.
"Tenemos por delante un largo periodo de sufrimiento", advirtió Ambeh. Pero los habitantes de Montserrat comienzan a acostumbrarse al peligro e intentan normalizar en lo posible su vida cotidiana, aunque muchos de ellos deban hacerlo lejos de su lugar de residencia. (FIN/IPS/gj/cb/ff/en/96)