Por más de un año, el ex líder paramilitar haitiano, Emmanuel Constant, ha estado sentado pacientemente en su celda del centro de detención de Maryland y se ha transformado en un símbolo de las frustraciones del gobierno de Puerto Príncipe, que pretende repatriarlo para someterlo a proceso.
Constant, ex jefe del derechista Frente para el Avance y Progreso de Haití (FRAPH), ha agotado sus apelaciones para evitar la deportación y ahora el Servicio de Inmigración y Naturalización de Estados Unidos (INS) ha dicho que podría ser repatriado en cualquier momento.
Sin embargo, nadie se movió hasta ahora para expulsarlo definitivamente de Estados Unidos.
"Podría ser el primer haitiano en la historia sujeto a deportación que el gobierno de Estados Unidos no expulsa", gruñó Ira Kurzban, consejero general para el gobierno de Haití.
"No hay motivo para que Washington siga reteniendo a Constant por violación de las leyes de inmigración, en tanto el gobierno haitiano pretende repatriarlo para procesarlo por violaciones de derechos humanos", apuntó Kurzban.
Constant y el FRAPH son culpados de gran parte de los 5.000 asesinatos y otros abusos perpetrados entre 1991 y 1994 en Haití durante el régimen militar, que derrocó al presidente Jean- Bertrand Aristide, electo democráticamente.
Si bien Constant ha abandonado sus esfuerzos para evitar la deportación, Washington no lo obliga a marcharse. La única razón para eso, según Kurzban, serían los anteriores lazos del ex líder del FRAPH con la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
Cuando se le preguntó a Kurzban cuando será deportado Constant, respondió que "hay que preguntarle a la CIA, porque él trabaja para la CIA".
Michael Ratner, un fiscal que ha interrogado a Constant sobre las denunciadas atrocidades del FRAPH, indicó que una de las pocas cosas que Constant admitió en la cárcel es que figuró "en la lista de sueldos de la CIA".
Constant, quién ingresó ilegalmente a Estados Unidos en diciembre de 1994, fué un informante de la CIA en la época que formó el FRAPH, que luego se convirtió en un activo opositor de la intervención estadounidense en Haití, apuntó Ratner.
La suerte del fundador del grupo paramilitar ha llevado a muchos partidarios del gobierno haitiano -ahora encabezado por el presidente René Preval, sucesor de Aristide- a demandar si los asesinos del período militar se convertirán de nuevo en una amenaza para la seguridad de Haití.
Estados Unidos, arguyó Ratner, "está mucho más interesado en proteger a algunos de los asesinos que en apoyar la democracia de Haití". Como resultado, está protegiendo a los miembros del FRAPH y otros sicarios del ex régimen militar porque los consideró "una suerte de contrapeso para Aristide", dijo.
Sin apoyo exterior, el gobierno de Preval no sería capaz de contener a las fuerzas que pretenden destabilizarlo. Kurzban señaló que los haitianos siguen preocupados por esporádicos actos de violencia y terror, incluyendo el reciente asesinato de tres policías.
El mes pasado, la República Dominicana expulsó al ex jefe de policía de Haití, Michel Francois, y un asociado, alegando que constituían una amenaza para el gobierno de Preval. Francois fué un miembro clave de la dictadura del general Raoul Cedras, expulsado cuando las tropas estadounidenses reinstalaron a Aristide en octubre de 1994.
El semanario neoyorquino Village Voice dijo que algunos gángsters haitianos, expulsados de Estados Unidos, han llevado la violencia estilo norteamericano a su país natal. Reporteros de Voice calcularon que hay al menos 11 grupos armados que operan en una "anarquía organizada" en barrios pobres de Cite Soleil, en las afueras de Puerto Príncipe.
Sin embargo, muchos activistas haitianos de derechos civiles creen improbable que surjan esfuerzos coordinados para derribar a la administración de Preval.
"El FRAPH se benefició francamente con la cobertura militar", observó Jocelyn McCalla, jefe de la Coalición Nacional por los Derechos Haitianos, con sede en Nueva York. "En el momento que dejó de existir el respaldo militar, se autodesmovilizó".
McCalla dijo que el nuevo gobierno podría ser incapaz de afrontar un terrorismo de bajo nivel como el asesinato de policías que, probablemente, "pondrá más en estado de alerta a esa institución". No obstante, dudó que los paramilitares de Cite Soleil constituyan una amenaza para Preval.
"Muchos grupos, en las barriadas pobres, han surgido en respuesta a la ausencia de la ley y el orden, así como la inexperiencia de la nueva fuerza policial", comentó. "Han asumido el papel de custodios de la comunidad". Reconoció que podían ser violentos pero no eran simples sicarios.
Kurzban tambien dudó que las nuervas bandas sean descendientes del FRAPH y otros paramilitares del extinto régimen. "Pienso que es difícil juzgar, porque nadie sabe quién es esa gente", dijo.
MCCalla opinó que la expulsión de Francois de la República Dominicana probablemente estuvo conectada con la política de Santo Domingo, sobre todo por las próximas elecciones presidenciales y la acción estadounidense para aplastar el narcotráfico en ese país, que cualquier amenaza a Haití.
"Por ahora, no creo que el gobierno haitiano sea derrocado", dijo Ratner. "Ya no quedan militares en Haití, pero los miembros del FRAPH en desbandada todavía pueden desestabilizar al gobierno electo".
Como resultado, si las fuerzas de paz de la ONU se marchan este año, como está previsto, habrá un vacío de seguridad en Haití que alimentará la impresión que "nadie está seguro", dijo. Constant podría permanecer preso en estados Unidos hasta fín de año, pero la amenaza representada por sus sicarios todavía es significativa. (FIN/IPS/tra-en/fah/pz/ego/ip).
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