La noticia de operativos conjuntos entre tropas del Comando Sur de Estados Unidos y la policía de Panamá en los 226 kilómetros de frontera con Colombia se regó como pólvora y confirmó un publicitado rumor: Washington le puso el ojo a Urabá, el punto neurálgico del tráfico de drogas.
La noticia llegó en un despacho fechado en Panamá que fue a parar a la mesa del senador conservador Fabio Valencia, en medio de un acalorado debate sobre el futuro de Urabá, una región bananera, tierra de mil guerras donde todas las violencias se cruzan.
"¿Ustedes se imaginan qué podría pasar con los marines norteamericanos a dos metros de la frontera del territorio nacional?", preguntó Valencia a un auditorio que incluía al ministro de Defensa, Juan Carlos Esguerra.
"Están a un metro de invadir. El constante pronunciamiento de las organizaciones norteamericanas sobre que centros de narcotráfico como Urabá y la isla de San Andrés afectan su seguridad interna así lo demuestran", insistió Valencia.
"Ellos llegan hasta donde empieza el espacio aéreo colombiano", dijo el ministro, para quien la soberanía de la región la garantizan unos 10.000 soldados de un Comando Operativo y dos batallones que operan en la zona.
Pero todos saben que el despliegue militar en la región ha ido en aumento desde 1988, cuando se creó la Jefatura Militar no propiamente por razones de soberanía, sino del conflicto interno entre guerrilleros y grupos paramilitares, que se disputan el control del territorio.
Si Colombia es el país más violento del mundo, como señalan algunas encuestas, los 700.000 habitantes de Urabá pueden confirmarlo con sus 952 asesinatos y 52 desapariciones registradas en 1995 y los 165 que ya suma la macabra estadística en lo que va de este año.
La mayoría de ellos son víctimas de masacres en una suerte de venganzas entre comandantes guerrilleros y jefes paramilitares que se enseñorearon en la próspera zona, como antes lo hicieron los hacendados, ganaderos y narcotraficantes.
Pero en Apartadó, principal centro urbano de la región, hay quienes afirman que "la nueva ola de violencia está azuzada por testaferros de comercializadoras 'gringas' del banano que quieren entrar a sangre y fuego".
Hay quienes, incluso como el general Harold Bedoya, comandante de las Fuerzas Armadas, tienen su propia teoría, según la cual no es Estados Unidos el que puso el ojo en Urabá, sino Europa, como afirmó genéricamente en abril.
Según Bedoya, el interés europeo en la zona se materializó con la reciente visita del obispo de la ciudad holandesa de Roterdam, quien encabezó una misión de organizaciones de defensa de los derechos humanos, en respuesta a gestiones de autoridades de la región.
La zona se presenta como una versión de Bosnia en pleno trópico, con sus 230.000 hectáreas en jurisdicción de los departamentos de Antioquia, Córdoba y Chocó.
A principios de este año, el gobernador de Antioquia, Alvaro Uribe Vélez, y la alcaldesa de Apartadó, Gloria Cuartas, viajaron a Europa en busca de apoyo y empezaron a promocionar la idea de solicitar la presencia de cascos azules de la Organización de las Naciones Unidas.
La intervención de los cascos azules fue descartada de plano por el presidente Ernesto Samper, el ministro Esguerra y el general Bedoya.
Sin embargo, Uribe Vélez sigue agitándola como una alternativa a la prolongación del conflicto armado, aunque es reticente acerca de la inminencia de una invasión estadounidense.
"Yo no veo un riesgo de invasión norteamericana, pero no se puede subestimar la intervención unilateral de un país extranjero cuando la soberanía colombiana se ha venido debilitando tanto", afirmó este lunes el gobernador de Antioquia.
Tales son augurios que se ciernen sobre la región que en la década del 60 vio como sus 20 poblaciones de sonoros nombres que ya figuraban en los mapas y cédulas de la Corona española se repoblaron al aliento de los cultivos del banano, en la más reciente colonización colombiana.
Llegaron centenares de familias desposeídas, tumbaron a machete la selva donde se conjuga la mayor biodiversidad del planeta -en la parte del Chocó- para abrir paso a las explotaciones ganaderas y las plantaciones de banano, del que Colombia es segundo exportador después de Ecuador.
En los años 70 el Golfo de Urabá, el más extenso del litoral caribeño colombiano se reactivó: en lanchas rápidas entraban los apetecidos cigarrillos Marlboro "made in USA" y salía la también apetecida marihuana "made in Colombia".
Ahora se habla de ocho rutas establecidas para el tráfico de cocaína, en el viaje de ida, y de armas, en el trayecto de retorno.
De Urabá salen anualmente 120.000 metros cúbicos de madera y del Golfo de Urabá zarpan enormes buques de 200 metros de largo por 40 de alto con unos 40 millones de cajas de banano.
Pero sobre todo Urabá, nombre de un antiguo jefe indígena de los katíos, que con los cunas, emberás y wonan son los primeros habitantes de la región del Darien, en la frontera colombo- panameña, es la zona más estratégica del hemisferio occidental. según algunos internacionalistas.
Al ser un punto nodal de las rutas de la cocaína y estar en una región de tan importante valor ecológico, punto de articulación de América del Norte y del Sur, se suma la posibilidad de abrir un canal interoceánico alterno al de Panamá.
El proyecto presentado por el presidente Virgilio Barco (1986- 90) en el fragor de la guerra al narcotráfico contra el Cartel de Medellín y aprobado por el Congreso, podría materializar un trazado que fue imaginado aún antes que el del Canal de Panamá.
El Ministerio de Medio Ambiente estudia el impacto ambiental que generarían las obras de unión de los ríos Atrato y Truandó o Atrato y San Miguel.
Por esa multiplicidad de factores es que hay quienes no encuentran exagerado pensar que soplan vientos de una segunda conquista en Urabá.
La primera, la española, dejó la fundación de la primera ciudad continental, Santa María La Antigua del Darien, en 1509.
"Allí se construyó la primera catedral de América a la que vino el primer obispo del hemisferio. Se hicieron la primera casa de gobierno, el primer hospital, el primer lazareto, el primer circo de toros y se realizaron las primeras elecciones libres", relata el historiador Germán Arciniegas.
Desde esta tierra, donde según Arciniegas "se empolló América", salió Vasco Núñez de Balboa a descubrir el océano Pacífico.
Pero un día, continúa el historiador, "se dieron cuenta de que esa tierra estaba maldita. Que sus insectos, sus temblores, sus pestes, su clima la hacían invivible" y cinco siglos después no hay vestigios de Santa María la Antigua del Darien. (FIN/IPS/mig/ag/ip/96)