El deterioro arquitectónico y la concentración de población atentan al final del siglo contra la naturaleza acogedora de la capital de Cuba, que corre el peligro de dejar de ser ese sitio embriagador que torna adicto al turista y enferma de nostalgia a quienes la habitaron una vez.
Los Van Van, una conocida orquesta salsera, repiten en una de sus canciones el estribillo: La Habana no aguanta más.
Ignacio Domínguez, de 29 años, contó a IPS que llegó a la capital un año atrás, luego de dejar su casa en la oriental provincia de Guantánamo, para convertirse en el decimosegundo inquilino de un pequeño apartamento en la Habana Vieja.
"Hay que luchar y mejorar, ahora puede que no me vaya tan bien pero siempre la capital es la capital", comentó mientras reparaba el encendedor a un cliente.
Según el Centro de Estudios Demográficos (CEDEM), casi 20 por ciento de la población cubana vive en la Ciudad de La Habana, que ocupa menos de uno por ciento del territorio nacional. Unos 2,2 millones de habitantes se disputan vivienda, transporte, empleo, servicios de todo tipo, como en cualquier capital del mundo.
"Uno no se explica cómo pueden vivir tantas personas en un edificio tan pequeño y apuntalado, porque son construcciones del siglo pasado", dijo un inspector estatal de la vivienda.
En el Casco Histórico, algunas construcciones datan de la colonia, con más de cuatro siglos. En esa zona, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Organizazión de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), la concentración es mayor y peor el estado de las vivienda.
"Tan sólo una manzana del Casco Histórico requeriría dos millones de dólares para recuperar su antiguo esplendor", dijo a IPS Eusebio Leal, Historiador de la Ciudad.
Estadísticas de la Dirección Provincial de la Vivienda en Ciudad de la Habana revelan que más de la mitad de los inmuebles están en regular o mal estado.
Después de 1959 una conjunción de circunstancias favorecieron el virtual desarrollo de la capital pero las modificaciones de las leyes de propiedad hicieron recaer en el Estado, de forma casi absoluta, la reparación de los inmuebles.
Un informe reciente del gobierno capitalino asegura que 21.000 núcleos familiares esperan hoy por un albergue o casa comunal para vivir.
El Estado cubano se responsabiliza con los afectados pero no se ven soluciones a corto plazo que eliminen los 59 barrios insalubres y 94 focos de ese tipo donde habitan más de 61.000 personas.
"Las carencias materiales de estos días se suman a la antigua y errada apreciación de que podíamos dejar para mañana las labores de rehabilitación y conservación de lo edificado", dijo Leal.
"Llega y pon" le llaman a los barrios donde habitan "los palestinos", a quienes bautizó así la voz popular porque cargan con sus pertenencias hasta La Habana y las colocan en el primer sitio que encuentran.
Ocupan ilegalmente algunos inmuebles inhabitables, se unen a los barrios insalubres que el Estado intenta erradicar y, en el mejor de los casos, reciben el amparo de parientes o amigos.
"Muchos eluden los trámites legales en las oficinas del Carné de Identidad y Registro de Población", explicó un funcionario estatal.
Una encuesta reciente del CEDEM, el Instituto de Planificación Física y la Oficina Nacional de Estadísticas asegura que en 1994 17.000 personas llegaron a la capital desde otras provincias y otras 25.000 lo hicieron el año pasado.
Semejante saldo migratorio iguala la avalancha que se produjo en otras capitales latinoamericanas durante la década del 80, que para ese tiempo en Cuba era sólo de 11.000 personas por año.
La encuesta recoge datos sobre 21.258 domicilios de todo el país y recopila información sobre 100.000 cubanos de los 11 millones que tiene la isla. El estudio refiere, además, que en 54 por ciento de las viviendas de la capital viven más de dos migrantes y cerca de tres por ciento acoge a más de nueve.
El 48,7 porciento de los inmigrantes entrevistados en la capital (9.000), fundamentaron su decisión de vivir en La Habana con problemas familiares.
"Casi siempre detrás de esa respuesta se esconde el interés por una mejoría en las condiciones de vida y la satisfacción de sus expectativas económicas", dejo Beatriz Erviti, especialista en demografía del CEDEM.
"Nací en Santiago de Cuba y llegué a La Habana para cumplir con la misión de cuidar la tranquilidad ciudadana, pero me casé aquí y no regresé a mi tierra", dijo Fernando, un policía de 27 años.
Para Erviti, "la emigración también le ha aportado mucho a la ciudad y no por gusto el interés estatal de traer profesionales y mano de obra, ocupa el 20 por ciento en los motivos de esta avalancha".
"En la Habana se escapa mejor", es la justificación que da Lidia, de 18 años, para explicar su presencia en la capital, pero en el barrio afirman que se prostituye con los turistas y alquila un pequeño apartamento para vivir.
Un diario local afirma que de todos sus entrevistados en una encuesta sobre la emigración a la capital sólo dos manifestaron interés en regresar a sus provincias de origen.
"Nuestra encuesta reveló que ningungo de los que emigraron a partir de los años 90 a la ciudad encontró mejoría en cuanto a vivienda y relaciones sociales y familiares", afirmó Grisel Rodríguez, especialista del CEDEM.
Recientemente el Parlamento Cubano intentó discutir un proyecto de ley que regulara de alguna forma el flujo migratorio hacia la ciudad más poblada de Cuba, pero no se tienen noticias de su resultado.
La parlamentaria Blanca Morejón, estudiosa del tema, argumentó que "la emigración no justifica los problemas pero sí contribuye a agravarlos, porque no da respiro para resolver las necesidades aún insatisfechas de los capitalinos."
La solución para los demógrafos consultados por IPS no estaría en prohibir la residencia en la capital.
El desestímulo a la contratación de mano de obra de otras provincias, el control sobre la ciudadanía y los cambios de domicilio para detectar a ilegales, son algunas de las medidas que, según Morejón, estudia el gobierno de la capital cubana. (FIN/IPS/mr/ag/pr/96)