El presidente cubano Fidel Castro ratificó enfáticamente la opción socialista de su gobierno y destacó los logros alcanzados en la lucha contra la crisis económica al clausurar la noche del martes el XVII Congreso de la Central de Trabajadores, única organización sindical de la isla.
"Cuba vive y seguirá viviendo en el socialismo", subrayó el mandatario en un análisis exhaustivo de la crisis económica que sufre la isla desde que recibió el "duro golpe" del derrumbe del socialismo en Europa.
Para el presidente cubano hasta la ley Helms-Burton, aprobada por el Congreso estadounidense en marzo, persigue "un socialismo puro en Cuba" al trata de impedir a toda costa la inversión extranjera en la isla.
Castro confirmó así pronósticos especializados que previeron un fortalecimiento de las posiciones del socialismo en el discurso político interno como resultado directo de los primeros signos de recuperación económica.
Una declaración final aprobada por los delegados al congreso sindical, que sesionó en La Habana del 28 al 30 de abril, ratificó la decisión de los representantes sindicales de defender el socialismo "a cualquier precio".
"Los obreros respaldan el poder político de la Revolución, reconociéndolo como su propio poder", afirma el documento que defiende la participación democrática de los trabajadores en las decisiones de gestión económica y social.
El mandatario reconoció que en los últimos años de compleja situación económica la dirección del país caribeño tuvo que acudir a medidas "desagradables" pero, aseguró, no se adoptó una sola medida sin la consulta con el pueblo, en especial con los trabajadores.
Con la desaparición del llamado "campo socialista", Cuba perdió a sus principales socios comerciales y, por ende, a sus suministradores de combustible, materia prima, tecnología y, en muchos casos, financiamientos.
Los efectos del "golpe", vinculados a serios errores de dirección económica y a las consecuencias del bloqueo estadounidense, paralizaron casi todos los sectores de la economía y produjeron un descenso en 34,3 por ciento del producto interno bruto entre 1989 y 1993.
Sin embargo, las autoridades del país se las arreglaron para mantener los indicadores básicos de salud de la población, no cerrar escuelas ni hospitales y mantener las garantías de la seguridad social para todos los jubilados del país y las familias necesitadas.
Castro aseguró que "en Cuba ningún ciudadano quedó desamparado" y comparó ese hecho con las tendencias neoliberales que dominan el mundo unipolar y que "a sangre y fuego quieren balancear los presupuestos a costa de los beneficios sociales"
Según el mandatario los efectos del paquete de medidas aplicados comienzan a observarse en la recuperación de diversos sectores de la economía como el níquel y en la producción, hasta el 30 de abril, de 4 millones 150 toneladas de azúcar de un plan de 4,5 millones para esta zafra.
Destacó también la reducción del déficit fiscal de 5.000 millones de pesos a 500 millones, la disminución del circulante y el inicio de la revalorización del peso cubano que pasó de un cambio informal de 150 pesos por dólar en agosto de 1994 a 21 por dólar en la actualidad.
Entre las consecuencias del paquete de reformas que "no gustan", Castro mencionó la necesidad de renunciar a la equidad social, la concentración de dinero en determinados sectores de la población y, por ende, el surgimiento de nuevo ricos.
En este proceso destacó la necesidad de establecer una verdadera mentalidad impositiva en la población cubana como vía para contrarrestar esta excesiva concentración de dinero en pocas manos.
"No tenemos nada en contra de los ricos", afirmó Castro, pero recalcó la necesidad de que ese sector aporte al financiamiento de los servicios sociales que brinda el gobierno y a los cuales ni los nuevos ricos renunciarían.
Con la certeza de que el proceso socialista cubano es ahora "más fuerte que nunca", Castro advirtió que su país "no desea la guerra", y que más bien necesita la paz para poder seguir trabajando en aras de paliar la crisis económica de los últimos cinco años.
En un discurso que salvo en el caso específico de la ley Helms- Burton, eludió mencionar directamente a los enemigos de la isla, Castro aseguró que Cuba será ecuánime y paciente ante las provocaciones de los que no renuncian a la "idea obsesiva de liquidar la Revolución".
"El propósito de esta Revolución no es ganar guerras, el propósito es ganarla si nos la imponen", advirtió Castro y opinó que la situación del país caribeño "está muy lejos de ser desesperada" como para que los cubanos necesiten algún tipo de conflicto. (FIN/IPS/da/jc/ip/96)