Cuando el escritor e historiador Feng Jicai comenzó a recopilar testimonios sobre la "Revolución Cultural" en China, de cuyo inicio se cumplirán 30 años este jueves, planeaba publicar cuatro volúmenes, cada uno con 25 historias individuales.
Pero Feng no ha podido cosechar más material desde que el primer volumen salió a la luz hace diez años. Casi nadie quiere recordar los espantosos acontecimientos, pues los chinos prefieren seguir la recomendación del gobierno de olvidar el pasado y amasar dinero.
"La gente piensa: 'Se acabó. Esto es historia'. Ahora están más interesados en la economía que en recordar el pasado", dijo Feng.
Aunque China avanza en materia económica y reivindica su papel de próxima superpotencia mundial, el legado de la Revolución Cultural continúa rondando el país comunista.
Esa década de terror y destrucción es aún un trauma reprimido que dejó un vacío espiritual, sembró en los líderes de China el temor a la democracia y a las protestas y refrenó el desarrollo hacia un país saludable y maduro.
Aún no es claro cómo una de las más antiguas y refinadas civilizaciones del mundo asesinó casi un millón de personas y arruinó las vidas de muchos millones más.
Algunos investigadores intentaron exorcisar esta amnesia colectiva, pero la publicación de sus trabajos académicos sobre la Revolución Cultural jamás será permitida por el Partido Comunista en el poder.
Los libros de texto escolar pasan por alto este período, endilgan las culpas a unos pocos dirigentes caídos en desgracia y sostienen que el Partido Comunista fue una de sus grandes víctimas.
"China no puede hablar sobre la Revolución Cultural porque, contrariamente a lo que sucedió en Alemania después del Holocausto, este país todavía es gobernado por el mismo partido que cometió los crímenes", dijo a IPS un historiador que reclamó reserva sobre su identidad.
"La revisión de la Revolución Cultural implicaría la revisión del derecho del partido a gobernar, y eso no sucederá mientras los comunistas estén en el poder", agregó el académico.
Cuando la Revolución Cultural comenzó el 16 de mayo de 1966, pocos en China podían imaginar que el país ingresaba en una nueva escalada de desorden.
Bajo el régimen de Mao Zedong, el gigante asiático ya había visto millones de muertes en las campañas contra hacendados, capitalistas y otros "derechistas" durante la década del 50.
La economía maoísta, especialmente después de la campaña denominada "Gran Salto Adelante", causó una de las peores hambrunas de la historia. Unos 20 millones de personas habían muerto cuando concluyó, en 1961.
Esta desgracia llevó a muchos dirigentes, incluso a Deng Xiaoping, el actual patriarca agonizante de China, a pensar en la necesidad de reformas económicas. Pero Mao y otros integrantes de la línea dura tenían el control.
Académicos occidentales también sostienen que existían preocupaciones genuinas de que el Partido Comunista se estaba corrompiendo y alejando del pueblo.
Mao y sus seguidores radicales llamaron a la juventud del país, nucleada en las denominadas Guardias Rojas, a rebelarse contra la autoridad. El líder les exhortó a "bombardear los cuarteles" y les aseguró que "la rebelión está justificada".
Millones de jóvenes que habían crecido en una sociedad que recurría rutinariamente a la violencia para abatir a la oposición levantó gustosamente las consignas de Mao. Los hacendados y capitalistas que aún quedaban fueron acorralados y, con frecuencia, asesinados.
Pero más tarde volvieron su furia sobre el Partido Comunista, que virtualmente dejó de funcionar durante tres años.
La anarquía se apoderó de muchas ciudades chinas, y facciones de las Guardias Rojas saquearon los depósitos militares para iniciar la "lucha armada". Casi todos quienes tenían cierto grado de educación o posición de autoridad fueron señalados para someterlos a abusos, tortura o ejecución.
Mao ordenó "destruir lo viejo", lo cual acabó con grandes pérdidas de tesoros culturales, templos y edificios históricos.
El orden se restauró finalmente en 1968, y millones de jóvenes fueron enviados a las áreas rurales, según las autoridades, para aprender de la vida campesina, aunque, en realidad, fue con el fin de apartarlos del camino.
Entonces, muchos de esos jóvenes agresores se convirtieron, a su vez, en víctimas de violaciones. La muerte a la intemperie y la inanición fueron castigos habituales para ellos.
El régimen totalitario de Mao continuó hasta su muerte en 1976. El Partido Comunista alentó a la gente a manifestar sus vivencias durante la Revolución Cultural durante un breve período, pero cerró el libro en 1981.
El partido se comprometió entonces a exhaltar a Mao como el gran líder fundacional, aunque admitió que había cometido serios errores en su vejez. La resolución también prohibió la publicación de investigaciones sobre la Revolución Cultural.
El Partido Comunista envió hace poco un memorándum a los principales jerarcas de los medios de comunicación controlados por el gobierno para prohibirles cualquier acto de conmemoración del 30 aniversario.
Los archivos secretos que contienen discursos, documentos y órdenes del partido que dejan en evidencia la responsabilidad de Mao en la Revolución Cultural han sido sellados.
"Los chinos no pueden hablar sobre el Gran Salto Adelante. No pueden explicar la Revolución Cultural. Por supuesto, el movimiento estudiantil de 1989 es tabú", dijo a IPS Lucian Pye, especialista del Instituto de Tecnología de Masachusetts, Estados Unidos, en una entrevista telefónica.
"Ellos necesitan preguntarse cómo se metieron en esto y qué los llevó a comportarse así. Pero sus memorias están bloqueadas. Por eso, para esta sociedad es difícil aglutinarse, encontrar un sentido de identidad, un papel para el país en el mundo del futuro, un significado para el nacionalismo chino", agregó.
Algunos investigadores han distribuido sus trabajos sobre la Revolución Cultural entre sus amigos o conexiones académicas, pero ninguno pasó la censura oficial y, por lo tanto, no han sido publicados.
Entre estos libros se incluyen una recopilación de historias sobre las muertes de jóvenes obligados a valerse por sí mismos en tierras vírgenes y una pequeña enciclopedia que contiene 12 tomos de documentos del período.
El manto de olvido que tendió el Partido Comunista sobre la Revolución Cultural va más allá de los centros de investigación de élite. Los textos de historia que se emplean en la educación escolar en China dedican a estos acontecimientos muy poco espacio.
Los niños aprenden que la Revolución Cultural fue una "calamidad", pero que durante ese período el país logró avances.
Estos textos no critican a Mao en forma directa, pues echan todas las culpas a la "Banda de los Cuatro", un grupo de dirigentes radicales aliados con el líder a quienes se acusa de llevarlo por el mal camino.
"Seguramente, la Revolución Cultural es historia, pero espiritualmente sigue viva. El suelo que permite que esta clase de ideas florezca sigue bajo nuestros pies", concluyó Feng. (FIN/IPS/tra-en/rc/cpg/mj/ip/96)