Para Amna Kunovak, de 26 años, el mundo de la moda está lejos de ser un paraíso de brillo y elegancia, pues comenzó a trabajar en la producción de vestidos en 1994 y su taller estuvo en funcionamiento durante más de un año de guerra en Bosnia-Herzegovina.
Este conflicto tuvo gran influencia en las condiciones de trabajo e, incluso, en los propios diseños. Para la instalación de la empresa "Fashion Made in Sarajevo" (moda hecha en Sarajevo), Kunovac recibió dinero de la agencia de asistencia Sociedad Germano-Bosnia, con sede en Dortmund, Alemania.
Pero después de resueltos los problemas económicos, se presentaron otros. Encontrar un lugar para instalar el taller a resguardo de las bombas y balas serbias que aún caían desde las colinas que rodean Sarajevo insumió más de un mes de búsqueda frenética.
Cuando encontró un local relativamente seguro, Kunovac debió reparar las paredes derruidas y la instalación eléctrica. Mientras tanto, los obreros textiles caían asesindos con frecuencia, lo cual complicaba la producción.
La salida a la calle de cualquiera de los diseños de Kunovac era una iniciativa difícil mientras la guerra siguiera su curso. Los trabajadores, en muchas ocasiones, no podían asistir al taller por los fuertes tiroteos o se veían impedidos de retornar a sus hogares por temor a las balas.
Las telas necesarias para el trabajo permanecían largos períodos en las aduanas, y, a veces, los camioneros que las transportaban terminaban en las prisiones serbias.
La naturaleza también jugó duro, pues el crudísimo invierno que ocurrió cuando pocos edificios de Sarajevo contaban con calefacción impidió trabajar a muchos obreros.
"Uno de nuestros camioneros pasó un mes en una prisión serbia. Después, vinieron los bombardeos y la nieve. Costó mucho tiempo y dinero que aún no hemos recuperado. Ahora, tenemos una tienda en Sarajevo y la gente compra la ropa que fabricamos, aunque todavía no cubrimos los gastos", recordó Kunovac.
La fascinación de la diseñadora por las telas nació cuando era una niña. Su padre era obrero textil y solía regalarle trozos de tela. Así, comenzó a confeccionar ropa para sus muñecas, a muchas de las cuales ella misma fabricaba con rellenos de algodón.
"No hacía otra cosa que eso. Ni siquiera jugaba con otras niñas. Más tarde, este juego se desarrolló hacia el diseño de modas", dijo.
Cuando Kunovac comenzó sus cursos secundarios a los 14 años, le prestó atención al arte y el dibujo. Mientras tanto, continuó diseñando ropa y estudiando la industria textil. Ingresó a una academia de arte de Sarajevo en 1988, donde se dedicó a la confección, tanto industrial como de alta costura.
Pero la guerra cambió su visión de la vida y el arte y, al mismo tiempo, dio origen a su actual línea de diseño. "Hay cortes agudos y formas severeas, pero con muchos tajos y giros que tienen la intención de dar idea de movimiento y vida interior", explicó.
"Antes, pensaba que la vida era color de rosa. La guerra me enseñó que el mundo no es bello, que la gente no es bella. Me sacó la estupidez. Me di cuenta de que lo más difícil es ser verdaderamente bueno, y que la mayoría de la gente es perversa si se la deja", dijo Kunovac.
La experiencia la fortaleció, como si fuera un personaje de Camus que crece seguro bajo una pesada carga de fatalismo. Y, como cada día puede ser el último, esta filosofía solo le permite hacer su trabajo lo mejor posible.
"Mis diseños provienen de años de ver destrucción alrededor mío. Años de destrucción de edificios y de gente. Me esfuerzo por cambiar la perspectiva. Mis vestidos simbolizan el propósito de crear belleza en medio de la destrucción", afirmó, mientras prendía un cigarrillo en un café, cerca de su taller.
Para Kunovac, la muerte, a la que trata de evitar, es bidimensional. Por eso, toma la tela y la coloca alrededor del cuerpo para que flote en un viviente mundo tridimensional. "Quiero que el cuerpo se convierta en parte del vestido, que complete una conexión y forme un símbolo de vida", dijo.
Algunos de sus vestidos fueron expuestos el mes pasado en el Museo del Louvre, en París, luego de que ganó un concurso de diseño patrocinado por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), junto a otros 50 jóvenes entre 2.000 aspirantes.
La mayoría de sus vestidos pertenecen a ediciones limitadas de entre ocho y diez piezas. Kunovac aspira a mantener sus diseños al margen de la producción masiva, pues pretende que jueguen con armonía con el cuerpo de la mujer y no se impongan sobre sus formas.
Su clientela oscila entre adolescentes y jóvenes treintañeras. Entre ellas se cuentan la mayoría de las informativistas de la televisión de Bosnia-Herzegovina. Y, si sus fondos se lo permiten, procurará exportar su ropa a otros países.
"Somos una de las pocas organizaciones del país que brindan algo más que ayuda humanitaria. Empleamos gente y construimos con miras al futuro. Creo que representamos bien el espíritu de Sarajevo, pues somos artesanos hábiles y profesionales", afirmó.
"Nuestro logotipo es una forma femenina que también parece una vela, y se convirtió en un símbolo de los años en que Sarajevo estuvo sin luz. Me gusta. Muestra de donde venimos y qué tan lejos hemos llegado", dijo. (FIN/IPS/tra-en/kr/hvdb/mj/cr/96)