La economía de Venezuela se someterá después de Semana Santa a un verdadero "vía crucis", con la esperanza de resucitar a fines de este año, el tercero con la inflación más alta de América Latina y el 18 consecutivo en que cae el salario real de sus 22 millones de habitantes.
La gasolina cuadruplicará su precio, subirán los impuestos, la moneda valdrá la mitad y se duplicarán las tasas de interés. Un programa de choque mientras casi 200.000 maestros hacen huelga y 700.000 empleados públicos amenazan con un paro indefinido.
"Es como sacarse una muela u operarse una peritonitis: te va a doler, tendrás un posoperatorio delicado, pero luego debes mejorar. Lo peor es no hacer nada y seguir enfermo", explica sin cesar el nuevo ministro de Planificación, el socialista Teodoro Petkoff.
En marzo, cuando escogió a Petkoff y al dirigente empresarial Freddy Rojas para reforzar el gabinete económico que dejará atrás el gradualismo, el presidente Rafael Caldera pareció enviar un mensaje a sus compatriotas: no hay más camino que el choque.
Rojas, ex presidente del principal gremio de empresarios, Fedecámaras, tiende un puente de plata hacia el sector privado, con el que el gobierno ha chocado en dos frentes: atribuir culpas de la crisis a banqueros corruptos y fijar controles a la economía y en especial al acceso a divisas.
El control de cambios, que Caldera implantó en junio de 1994, cinco meses después de llegar al poder, ha sido un dolor de cabeza para industriales, importadores y transportistas, pero comenzará a ceder cuando se lance el paquete de choque, posiblemente el día 15.
Petkoff, con pasado de cárceles y guerrillas en los años 60, ideólogo y líder de la división comunista que creó en 1971 el Movimiento al Socialismo (MAS), fue candidato presidencial de su partido en 1983 y 1988, hasta que en 1993 apoyó con entusiasmo a Caldera, un viejo adversario socialcristiano.
En 1994 y 1995 Petkoff criticó las marchas y contramarchas del gobierno de Caldera en materia económica y, como otros sectores, censuró la falta de un programa coherente, que por fin ha llegado: un plan de ajustes con respaldo del Fondo Monetario Internacional (FMI).
El objetivo del plan es contener la inflación, que ha sido la más alta de la región en los tres últimos años (si se excluye la récord de Brasil hasta mediados de 1994) con índices de 47 por ciento en 1993, 70 por ciento en 1994, 57 por ciento en 1995 y 24 por ciento en lo que va de 1996.
La base para abatir la inflación es enjugar el déficit fiscal, que creció hasta casi cinco puntos del producto interno bruto (PIB) en 1995 y amaga con llegar a siete en 1996, es decir, un tercio del presupuesto de gastos del Estado.
Esa inflación ha desmorononado el salario real, que cae constantemente desde 1978, y la padece una población con 11 por ciento de desempleo abierto (20 por ciento según sindicatos) y donde uno de cada dos empleados trabaja en el sector informal.
Tres de cada cuatro venezolanos son pobres y uno de cada tres (siete millones de personas) vive en pobreza crítica, lo que significa que sus ingresos no alcanzan para comprar la canasta alimentaria básica.
Esa población soportó entre enero y marzo una inflación que anualizada alcanza el récord de 100 por ciento, aunque Petkoff confía en que "en diciembre será de dos por ciento".
El ministro admitió que el impacto inmediato del ajuste de abril "será un salto a la inflación, pero luego se estabilizará la economía y cesará esta carrera loca de subida de precios todos los días, que es lo que tiene al país agobiado".
Según estimaciones independientes, la inflación de abril puede ubicarse en 14 o 16 por ciento, repitiéndose el impacto en mayo, aunque los precios cederían desde junio. Quizá para "estirar" el impacto, Caldera pospuso los anuncios para el día 15.
La más emblemática medida es el aumento en el precio de la gasolina, que pasaría de tres centavos de dólar el litro a cerca de 13 centavos, al punto de que el gobierno pagará por anticipado un subsidio directo a los particulares que tienen en sus manos el transporte público de pasajeros.
Alzas especulativas en el transporte tras un ajuste en el precio de la gasolina detonaron el "Caracazo" de 1989, una semana de desórdenes y saqueos que se saldó con centenares de muertos y millares de heridos, y es un fantasma que acecha cada alza de los combustibles en Venezuela.
Fuentes del Ministerio del Trabajo dijeron a IPS que el gobierno intensificará la búsqueda de entendimientos con maestros y otros empleados públicos en conflicto, para evitar la yuxtaposición de huelgas, manifestaciones de trabajadores y medidas de ajuste.
El desmonte del control de cambios, aún cuando los sectores productivos lo acojan con alivio, se acompañará de un alza de 20 puntos o más en las tasas de interés, que bordean el 45 por ciento, lo que constituye una carga severa para pequeñas empresas y deudores hipotecarios.
Más aún, se le acompañará de una devaluación, que acercaría la tasa oficial de 290 bolívares por dólar a la paralela de casi 500, luego que en diciembre la paridad pasó de 170 a 290 bolívares por unidad.
Esa devaluación tiene incidencia directa en los precios para esta economía que importa por 10.000 millones de dólares anuales (unos 15 puntos del PIB) y donde casi uno de cada tres kilogramos de alimentos que se consumen en Venezuela es importado.
Finalmente, el parlamento será requerido para que adopte más tributos, incluyendo elevar de 12,5 por ciento a 15 o 16,5 por ciento el impuesto a las ventas, otro anatema en los discursos de Caldera que devino en estación del "vía crucis" que se acerca para los venezolanos, mientras se alejan los ritos de la Pascua. (FIN/IPS/hm/ag/if/96)