Mientras los habitantes de Ucrania continúan enfermándose o curándose de cáncer o leucemia, los científicos no se han puesto de acuerdo de acuerdo sobre la real incidencia de estas enfermedades u otras a raíz del accidente en la central nuclear de Chernobyl, hace diez años.
Cuando un carro con forma de pato comenzó a bajar por el tobogán hacia la piscina del parque de diversiones, Lesia Ochockaja, de 11 años, gritó de gusto y su voz se sumó a la de otros niños.
Este era un signo de que Lesia se divertía en Viena. La niña vive en un pueblo cercano a Chernobyl. "Es muy vivaz. Un poco divertida, un poco sinvergüenza… igual que cualquier otro niño", dijo su "madre anfitriona" durante sus tres semanas de estadía en la capital de Austria.
Pero detrás de las risas se esconde una historia trágica. Lesia tiene leucemia y tres años de tratamiento provocaron daños en sus riñones y su hígado.
Hija de una vendedora y un trabajador de la construcción, nació pocos meses antes del peor accidente nuclear de la historia del mundo. La crió su abuela, bajo la exposición de altos niveles de radiación en el ambiente.
El 26 de abril de 1986, el cuarto reactor de la usina nuclear de Chernobyl, en Ucrania, explotó. Treinta y una personas fallecieron en el acto, pero la muerte siguió dispersándose por la atmósfera.
Desde entonces, para miles de habitantes de Ucrania, e incluso en Rusia y Belarús, las siglas "AC" y "DC" no significan "antes de Cristo" o "después de Cristo", sino antes o después de Chernobyl. El accidente cambió sus vidas de raíz.
Once niños de la región, nueve de ellos enfermos de leucemia, están de visita en Viena gracias a un programa de tres semanas organizado por el grupo ambientalista local Global 2000. Todos ellos concluyeron su tratamiento y ahora están en recuperación.
Mientras ellos disfrutaban en el parque de diversiones, 700 representantes de todas partes del mundo asistieron hasta este viernes a una conferencia internacional a poca distancia de allí, discutiendo si el accidente de Chernobyl aumentó o no la incidencia de cáncer sanguíneo en los alrededores.
La versión oficial, procedente de científicos occidentales, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), asegura que no existe evidencia al respecto.
Pero Igor Mischenko, médico especialista en leucemia del hospital de niños de Charkov, a 400 kilómetros de Kíev, piensa lo contrario. "Existe un vínculo" entre el accidente y la incidencia creciente de la enfermedad, dijo a IPS.
"El cáncer en la sangre se manifiesta tras largos períodos de entre 15 y 20 años. Prevemos que se registrarán más casos de cáncer entre los niños en los próximos cinco o diez años", agregó.
Mientras Lesia, a pocos meses de nacida, recibía su dosis letal de radiaciones sin tener idea del efecto en su salud, Wladimir Usatenko las recibía con plena conciencia, pues integró el grupo de personas que, tal vez, salvó a esta niña y muchos miles de personas más de sufrir mayor contaminación.
Usatenko, que entonces contaba con 37 años de edad, fue contratado por militares soviéticos como "liquidador". Así se denominó a las entre 600.000 y 800.000 personas que "limpiaron" el área y construyeron un "sarcófago" alrededor del reactor dañado en Chernobyl.
Su tarea fue despejar el lugar sector por sector para que otros "liquidadores" ingresaran allí. Usatenko, quien actualmente integra el parlamento de Ucrania, trabajó 62 días consecutivos junto al "bloque cuatro", en el que se registró el accidente, donde la radiación era especialmente alta.
Cuando Lesia tenía cuatro años, cayó enferma. Primero, contrajo sarampión y tuvo "terribles dolores" en la pierna. Después de varios días en el hospital local, los médicos la enviaron a Charkov para efectuarle análisis.
El equipo de Mischenko le diagnosticó leucemia y recibió tratamiento. Se recuperó lo suficiente como para volver a casa. "Ahora me siento mejor", dice sonriendo. Luego, le avisa a su "madre anfitriona" que preferiría jugar con otros niños a seguir hablando con un periodista.
Usatenko, por su parte, no sabe qué sucederá con su salud. "Los exámenes médicos que me hicieron son un grueso libro con toda clase de enfermedades", dijo a IPS. Durante los 62 días que pasó junto al "bloque cuatro" sintió frecuentes náuseas y vértigo.
Desde entonces, perdió todos los dientes y parte de su capacidad visual. "Pero no estoy seguro de que sea a causa de la exposición a las radiaciones. Tal vez esté envejeciendo", manifestó Usatenko, quizás tratando de convencerse a sí mismo.
Entre 50.000 y 360.000 ex "liquidadores" quedaron inválidos desde entonces, dijo. Los científicos todavía discuten cuántos de ellos enfermaron o murieron como consecuencia de la radiación.
"Pero decidí que lo mejor es no pensar en estas cosas. Si lo hago, me enfermo más", expresó Usatenko.
Desde el fin de su tratamiento, Lesia se siente mejor. Cuando regresa de la escuela, juega al voleybol, al tennis y a las escondidas. "Los médicos pudieron limpiar su sangre. Se siente saludable, pero podría empeorar", dijo su "madre anfitriona".
Lesia no sabe que aún no está completamente curada. Y si recae, "moriría", pronosticó.
Cuando alguien le preguntó si volverá a enfermar, Lesia interrumpió su juego. Su sonrisa se congeló. Tomó las manos de su "madre anfitriona" y susurró: "Oh, no…". (FIN/IPS/tra- en/sr/rj/mj/en he/96)