La defensa de la "tradicional" protección social realizada en la reunión del Grupo de los Siete países más ricos del mundo (G-7) demostró que las ideas intervencionistas sobreviven en los estados liberales, y aún en el escenario de una economía mundial crecientemente desregulada.
El G-7, que este martes finalizó un encuentro de dos días en la ciudad francesa de Lille, se pronunció por extender los beneficios del crecimiento económico "a todos", y "especialmente, a los trabajadores más vulnerables, cuya situación se ha deteriorado a menudo en los últimos 15 años".
Integrado por Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia y Japón, el G-7 se reunió a iniciativa del presidente francés Jacques Chirac para enfrentar el desempleo verificado en el marco del cambio tecnológico y de la liberalización mundial del comercio.
Chirac exhortó a sus huéspedes a comprometerse en "una tercera vía" entre el estilo desreguador de estadounidenses y británicos y la tradicional protección social de Europa.
Francia no cuestiona el éxito de Estados Unidos en la creación de fuentes de trabajo. En 35 años, el empleo creció 80 por ciento en Estados Unidos y sólo 10 por ciento en la Unión Europea (UE).
Así mismo, la desocupación permaneció estable en Estados Unidos y Canadá, y en la UE se incrementó de dos por ciento a mediados de los años 60 a 12 por ciento en la actualidad.
La libertad de acción en el área económica favoreció a Estados Unidos, donde más de cuatro quintos del crecimiento del empleo se produjo en el sector privado, mientras en la UE, la mitad correspondió al sector público.
La tasa de desempleo juvenil de la UE llega a 20,6 por ciento, frente a 13,8 por ciento en América del Norte. La desocupación de largo plazo, que engloba a quienes hace más de un año que no trabajan, sumaba 42,2 por ciento del desempleo total de la UE en 1992, ante sólo 11,2 por ciento en Estados Unidos y Canadá.
Pero el éxito de Estados Unidos tuvo una contrapartida: el salario promedio se estancó en ese país entre 1978 y 1993, en tanto el ingreso real creció en Alemania 18 por ciento, 26 por ciento en Francia y 31 por ciento en Gran Bretaña.
La UE alberga 20 millones de desempleados y la presión política consiguiente no distingue entre los gobiernos de la región.
El modelo aplicado en Gran Bretaña es crecientemente cuestionado. Economistas británicos señalan que la caída de la inversión y la falta de sólidas políticas macroeconómicas anuncian malas perspectivas para el empleo.
Chirac y otros líderes de la UE justifican la protección social como una respuesta a la protesta pública ante los efectos de las reformas económicas lanzadas para cumplir con las condiciones de la unión monetaria prevista para 1999.
"Más y más personas asocian la UE a la crisis social y a la destrucción del empleo. Nosotros debemos vincularla con la creación de empleo y el progreso social, para garantizar el éxito de la unión monetaria", advirtió Klaus Hansch, presidente del Parlamento Europeo.
Varios analistas creen que la mejor opción para afrontar el desafío señalado por Hansch consiste en negar carta blanca al mercado libre y volver a "la vieja moda" de la inversión promovida por el Estado y a la regulación de la economía.
"El Estado debe utilizar todas las armas de la política macroeconómica y reguladora", afirmó el economista Will Hutton, presidente del Instituto de Políticas de Empleo.
"Debemos combatir la idea de que las llamadas 'tentativas artificiales' de estímulo de la demanda y del empleo conducen a un contraproducente aumento de la inflación", sugirió Hutton.
Agregó que el caso de Gran Bretaña demuestra la actualidad de la teoría intervencionista de John Maynard Keynes, un economista británico cuyas ideas influyeron en las políticas aplicadas en Estados Unidos para combatir la depresión de los años 30 y en Europa occidental luego de la segunda guerra mundial.
Hutton argumentó que los instrumentos de política macroeconómica, como el manejo del gasto gubernamental, del crédito y de las tasas de interés, pueden no sólo fortalecer el crecimiento económico, sino también el empleo.
A su juicio, "el mejor proceder consiste en estimular la demanda mediante el aumento de la inversión. La economía puede entrar así en un círculo virtuoso de inversión generadora de demanda, que convalida nueva inversión. Esa es la esencia del razonamiento keynesiano".
También exhortó al gobierno británico a combatir las operaciones de corto plazo en los mercados financieros, si se desea crear condiciones para el aumento sistemático de la actividad económica y el la creación de empleo.
Según la teoría expuesta, la intervención macroeconómica aseguraría finalmente que el producto crecimiento permanezca en el país y no sea transferido al exterior.
Otros expertos proponen la regulación del comercio como factor esencial a largo plazo para la construcción de industrias fuertes. Según el analista financiero Philip Stephens, la fiebre de las "vacas locas" en Gran Bretaña puede ser vinculada a la "moda" de la desregulación.
Stephens argumentó que, atrapados en el ambiente general que creó la ofensiva contra las regulaciones de la entonces primera ministra británica Margaret Thatcher, los granjeros británicos se sintieron autorizados en los años 80 a descuidar aspectos sanitarios en la alimentación de las reses.
Diez años después, esas prácticas han dado lugar a una crisis de magnitud insospechada, dijo Stephens.
"Necesitamos un poderoso árbitro para gobernar los mercados. Pero hay un límite, pues la sobrecarga de regulaciones ahoga a las empresas", agregó.
En cualquier caso, "los ciudadanos exigen protección, y podemos creer que los días del Estado no han finalizado", concluyó. (FIN/IPS/tra-en/js/ao/rj/ff/if/96).