Los juicios contra dos antiguos dictadores de Corea del Sur podría tener derivaciones en otros países del sudeste de Asia que sufrieron regímenes militares e imitaron el modelo de desarrollo económico del que Seúl es paradigma.
Desde hace décadas, Corea del Sur, después de Japón, es el modelo de desarrollo de la región. Desde Indonesia y Tailandia hasta Malasia y Singapur, los gobiernos se apresuraron a adoptar, con considerable éxito, la política coreana de respaldar desde el estado a industrias privadas clave y a las exportaciones.
Ahora, cuando el escenario político de Corea del Sur se vuelve confuso debido a los arrestos y acusaciones de dos de sus ex dictadores por sobornos y traición, se producen en el sudeste de Asia cuestionamientos éticos al esquema de desarrollo del país.
Chun Doo Hwan y Roh Tae Woo, que gobernaron el país entre 1980 y 1993, son acusados de haber recibido cientos de millones de dólares en sobornos de empresas privadas mientras ejercían la presidencia. Ambos enfrentan por lo menos penas de diez años de prisión.
Lo que es aun peor, los ex presidentes también son acusados de amotinamiento y traición por su participación al frente del golpe de estado de 1979 y la masacre de más de 200 personas que asistían a una manifestación en favor de la democracia en mayo de 1980.
Los abogados de Chun y Roh deberán lidiar, por estas causas, contra posibles sentencias de muerte.
Estos juicios podrían repercutir en países como Indonesia, Myanmar o Tailandia, que sufrieron sus propios golpes militares, liderazgos autocráticos y brutal supresión de las fuerzas de oposición.
No sorprendió que la junta de Myanmar, que soporta presión dentro y fuera del país en favor de la democracia, haya suprimido en los medios periodísticos la cobertura de los juicios en Seúl, que sólo se conocen allí a través de radios extranjeras.
Tailandia, que en los últimos años vio caer la influencia de los militares entre los dirigentes políticos, e Indonesia, donde el presidente Suharto, virtualmente, no ha sido desafiado desde que asumió a través de un golpe de estado hace 30 años, son menos sensibles con respecto al caso surcoreano.
De todos modos, los activistas trazaron un paralelismo histórico entre Corea del Sur y Tailandia o Indonesia y afirman que lo que suceda en Seúl podría provocar preocupaciones entre los líderes de la región, tanto los actuales y como los del pasado.
Ahmad, un sindicalista indonesio que reclamó que no se publicara su apellido, afirmó que aún hoy el gobierno de su país permanece vigilante ante un eventual resurgimiento del movimiento comunista que el régimen militar aplastó cuando Suharto ascendió al poder en 1965.
Jakarta prohibió la participación de ex comunistas en las elecciones parlamentarias que se celebrarán el próximo año.
La salida de Suharto del poder podría aclarar la masacre de alrededor de un millón de comunistas indonesios y la registrada en 1991 contra activistas en Dili, Timor Oriental.
En Tailandia, las balas disparadas en mayo de 1992 contra manifestantes que reclamaban desarmados el cese del jefe militar, general Suchinda Krapayan, permanecen frescas en la memoria. En esa ocasión, murieron 41 personas y desaparecieron más de 200.
Los tailandeses también podrían pedir cuentas por la matanza de cientos de estudiantes y activistas en octubre de 1976, después de un golpe de derecha. Todavía se conmemoran las fechas de estos acontecimientos luctuosos.
"Observamos lo que sucede en Corea del Sur con gran interés", dijo Piengporn Panutampon, un activista por los derechos humanos de Tailandia que reconoce que pasará algún tiempo antes de que la ciudadanía reclame castigo a los culpables de estas tropelías.
Los analistas sostienen que una de las razones que explican la desilusión que cunde en Corea del Sur con respecto a los juicios por soborno es la conciencia de que los trabajadores han sido explotados en empleos por los que recibieron magros salarios.
Darse cuenta de que los políticos que lograron una recuperación económica sin precedentes, aunque sobre las espaldas de los asalariados, eran en extremo corruptos es una píldora difícil de tragar.
"La erupción de la actividad sindical desde 1987 en Corea del Sur reveló que la piedad del confucianismo no era la fuente de energías de los trabajadores", anotó el economista Walden Bello en su estudio crítico sobre los denominados "tigres" del sudeste de Asia, titulado "Dragones en apuros".
Desde comienzos de la década del 60 hasta 1987, cuando los sindicatos realizaron protestas callejeras en todo el país, los trabajadores coreanos recibían salarios significativamente más bajos que los de otros tigres como Singapur, Hong Kong y Taiwan, y apenas 11 por ciento del sueldo de los de Estados Unidos.
En estas dos décadas durante las cuales se registró un crecimiento económico anual de seis por ciento o más, Corea del Sur también poseía la mayor tasa de accidentes en la industria, con un promedio de cinco trabajadores muertos y 390 heridos por día.
En países como Tailandia e Indonesia, donde el crecimiento económico ha sido impresionante en los últimos años, la brecha entre ricos y pobres se amplió y muchas familias se vieron obligadas a sacar a sus hijos de la escuela para trabajar.
Tailandia ocupa el cuarto lugar del mundo por sus disparidades en el ingreso, mientras la tensión social en Indonesia alcanzó un nuevo pico el año pasado, con varias huelgas violentas a través de las cuales los sindicatos reclamaron mejores condiciones de trabajo.
En Corea del Sur, los trabajadores que antes recibían un trato abusivo se han aliado con los estudiantes para reclamar más democracia y transparencia en la gestión pública.
Ahmad, el sindicalista indonesio, afirmó que el mensaje de los juicios de Corea del Sur a la región es que "la gente tiene buena memoria, especialmente cuando se ha derramado sangre". (FIN/IPS/tra-en/tg/cpg/mj/ip if hd lb/96)