Rusia y Belarús volvieron a unirse en una alianza política y económica, pero pusieron el acento en la conservación de su soberanía con la evidente intención de calmar el temor de quienes ven en el nuevo tratado firmado hoy en Moscú, la simiente de un renacimiento de la antigua Unión Soviética.
Los presidentes Boris Yeltsin, de la Federación Rusa, y Alexander Lukashenko, de Belarús (Bielorrusia), suscribieron el instrumento de fundación de la futura Comunidad de Repúblicas Soberanas (CRS), que funcionará dentro del marco de la ya existente Comunidad de Estados Independientes (CEI).
La firma del tratado tuvo lugar en el curso de una pomposa ceremonia rodeada del ambiente opulento del Palacio de San Jorge, en el Kremlin.
El tratado crea órganos supranacionales y prepara el terreno para avanzar hacia una unión monetaria, un mercado común, una política exterior coordinada y una cooperación en temas de defensa y seguridad entre Rusia, con su población de 150 millones, y Belarús con sus 10 millones de habitantes.
Está previsto un período de transición de 18 a 24 meses de duración, a partir de la firma del tratado, para permitir la puesta en vigor de una constitución conjunta y, si fuera posible, la creación de una moneda común.
Si bien existe desde el año pasado una unión aduanera entre los dos países, éstos no han podido ponerse de acuerdo sobre el proyecto de establecer una moneda única.
"Este es un momento histórico en las relaciones entre la Federación Rusa y Belarús", dijo Yelstsin antes de firmar el tratado, que contó con la bendición del Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa, Aleksyi II.
No obstante, el presidente ruso salió al cruce de ciertos comentarios -estimulados por el propio Lukashenko- que pretendían convertir la firma de este tratado en el primer paso hacia la reconstrucción de la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
"Si la gente siente nostalgia de la Unión Soviética, deberíamos dar a la nueva unión el nombre de URSS", había sugerido Lukashenko antes del acto de la firma.
Esta idea fue desechada por Yeltsin, quien negó que el acuerdo pudiera volver a reunir a las dos repúblicas en un sólo estado y puso énfasis en que ambas preservarán su soberanía.
"Bajo ninguna circunstancia", fueron las palabras usadas por Yeltsin, en declaraciones a la agencia oficial de noticias ITAR- TASS, para desmentir que las dos naciones puedan fundirse en una sola. "Alguien ha confundido las cosas. Esto es sólo un acuerdo de integración más profunda".
"Mientras que Lukashenko está plenamente decidido a firmar un 'tratado de unión' con Rusia, Yeltsin se aferra a la idea de una alianza", comentó Anna Ostapchuk, analista del diario Nezavisimaya Gazeta.
"La actitud de Yeltsin parece deberse a que el Presidente aún no ha podido ver con claridad si la aproximación a Belarús le ayudará o le perjudicará en las elecciones presidenciales del 16 de junio", agregó Ostapchuk.
"Los motivos de Lukashenko son bastante transparentes", continuó la comentarista. "Ha perdido popularidad en su país a causa del fracaso económico, e intenta mantenerse en la cúspide del poder, incluso como virrey de su 'hermano mayor".
La CEI siempre ha tenido como meta un programa de integración entre los 12 estados que la componen, que antes formaban parte de la ex Unión Soviética.
Los presidentes de Rusia, Belarús, Kazajstán y Kirgizstán firmaron el pasado viernes un tratado de integración más limitado que el suscrito en esta jornada, pero otros miembros de la CEI han sido más cautelosos que Belarús en cuanto a nuevas uniones.
Este tratado entre Rusia y Belarús desafía los planes del presidente de Kazajstán, Nursultán Nazarbayev, quien ha propuesto un proyecto alternativo de integración -llamado Unión Eurasiana y basado en el modelo de la Unión Europea- para sustituir a la CEI.
Nazarbayev defendió el acuerdo de cuatro naciones firmado el viernes, el cual prevé la formación de un mercado común para la libre circulación de bienes, servicios, capital y trabajo, y el desarrollo de sistemas conjuntos de transporte, energía e información.
"No obstante -dijo Nazarbayev- no debemos apresurarnos en el tema de la integración. No hay que castigar a los caballos".
El tratado firmado este martes incluye la creación de un consejo de integración intergubernamental, un gabinete mixto de ministros y cuerpos judiciales conjuntos, con un tribunal arbitral superior.
El nuevo pacto podría reportar beneficios electorales a Yeltsin, pues los votantes rusos suelen atribuir al tratado de Belovezhsky (1991) -en el que Belarús, Ucrania y Rusia disolvieron oficialmente la Unión Soviética- el origen de todos sus problemas. (FIN/IPS/tra-en/ss/rj/arl/ip/96)