Venezuela propondrá que la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) "redefina su papel en función de los principios abandonados" y con los cuales se fundó en 1960, afirmó el ministro de Energía, Erwin Arrieta.
La propuesta responderá a las acusaciones de que Venezuela, en el pasado escrupulosa en cumplir las cuotas de producción de la OPEP, es el mayor violador de ese régimen en la actualidad, algo que niegan en redondo las autoridades venezolanas.
Los principios "abandonados" y que Caracas propone retomar "señalan que la OPEP no fue constituida como un cartel sino como un organismo regulador del flujo de un recurso estratégico para el desarrollo industrial del planeta", según Arrieta.
Ese principio "se desvió en los años 70, cuando factores exógenos transformaron la Organización", según Arrieta, enfático sin embargo al asegurar que "no está planteado que Venezuela abandone la OPEP", como demandan algunos dirigentes locales.
Arrieta ha dicho que el petróleo se usó como "mecanismo de confrontación" en los años 70 y 80, cuando la energía debe ser "herramienta de cooperación" entre productores y consumidores.
Sin demasiados aspavientos, Venezuela procura afirmar su privilegiada posición como principal proveedor petrolero de Estados Unidos, y con ese objetivo buscó que entendimientos sobre "seguridad energética hemisférica" acompañen la negociación de un Area de Libre Comercio de América.
Para asegurar o capturar clientes estadounidenses, el sistema de cuotas de la OPEP puede ser un obstáculo para Venezuela, pero en cambio ese régimen le beneficia para que el mercado no se sobreinunde con una depresión general de los precios.
Venezuela expondrá su posición el jueves cuando visiten Caracas las máximas autoridades de la OPEP, su presidente Ammar Makhloufi, ministro petrolero de Argelia, y el secretario general Rilwanu Lukman, ex ministro de petróleo de Nigeria.
Se trata de una ronda de contactos entre las autoridades y los 12 socios de la OPEP -Venezuela es el único latinoamericano-, previa a la conferencia ministerial de la Organización, el 5 de junio en Viena.
La OPEP estudiará el impacto del posible retorno al mercado de la producción de Irak, en la medida en que se levanten sanciones que le impuso la Organización de las Naciones Unidas, pero Arrieta dijo que la conferencia "revisará todo el escenario, y no sólo lo coyuntural".
La "revisión" propuesta concuerda con movimientos dentro de la OPEP para abandonar el sistema de cuotas, dentro de Venezuela para abandonar la Organización y en ambos escenarios es jalonada por la frustración de años sin lograr el precio de referencia de 21 dólares para el barril de crudo liviano.
Venezuela aceptó como buena su cuota, de 2.359.000 barriles diarios o 9,62 por ciento de los 24.520.000 barriles/día del conjunto de la OPEP, mientras su potencial de producción bordeó los 2,5 millones de barriles hasta comienzos de esta década.
Ahora encaja el golpe de la diferencia con su capacidad de extraer tres millones de bariles por día, y mientras el grupo estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) se asocia con trasnacionales para alcanzar en una década la capacidad de producir hasta cinco millones de barriles/día.
Incluso las refinerías que PDVSA posee en el exterior no dan abasto con el crudo venezolano y compran a terceros hasta 700.000 barriles diarios para funcionar a plenitud.
Pero además Venezuela atraviesa por dificultades financieras y fiscales, carga una deuda externa de 37.000 millones de dólares que compromete más de 4.000 millones anuales, y sus 22 millones de habitantes se empobrecen cada vez más aunque PDVSA es la segunda petrolera mundial, detrás de la saudita Aramco.
Esas dificultades no son nada originales en la OPEP, e incluso el gigante Arabia Saudita, que produce 8,2 millones de barriles por día, tiene un déficit de 7.000 millones de dólares en su presupuesto de 50.000 millones, tras agotar en los años de la Guerra del Golfo divisas por 120.000 millones.
En Venezuela, este abril trajo un severo programa de ajustes, que significa apretarse el cinturón con inflación estimada de 100 por ciento para 1996 a una población que cuenta 80 por ciento de pobres y que añora su pasado "saudita" en los años 70, producto precisamente del "boom" petrolero.
En ese contexto, resurgieron voces que piden simultáneamente privatizar la industria petrolera nacionalizada en 1976 y la ruptura con la OPEP, vista como obstáculo para vender más petróleo y obtener las ansiadas divisas.
El socialdemócrata Claudio Fermín, quien escoltó al actual presidente Rafael Caldera en las elecciones de 1993, propuso "un aumento inmediato de la producción petrolera", pues los conflictos que sobrevendrían con la OPEP "son menores que los sufrimientos del pueblo venezolano".
Andrés Sosa, quien dirigió PDVSA durante la presidencia del socialdemócrata y decidido defensor de la OPEP Carlos Andrés Pérez (1989-1993), también pidió abandonar la Organización, al igual que Luis Machado, quien hace tres lustros (1979-1994) fue ministro para el Desarrollo de la Inteligencia.
Sin embargo, sus exposiciones han obviado que si Venezuela y otros productores acuden con mayor oferta al mercado, los precios tenderán a la baja y el ingreso de divisas se resentirá.
Empresarios y economistas liberales abogan por privatizar PDVSA, y uno de ellos, Miguel Rodríguez, quien fue ministro de Planificación de Pérez, tendió un puente al consenso subrayando que "permanecer en la OPEP tiene más ventajas".
Rodríguez pidió no obstante la venta de 20 por ciento de la petrrolera estatal.
En el gabinete de Caldera predominan ministros opuestos a la privatización, aun cuando favorezcan asociaciones entre PDVSA y capitales privados para proyectos nuevos, como Luis Matos, ministro de Hacienda de formación socialdemócrata, y Teodoro Petkoff, de Planificación, un líder socialista.
Romper con la OPEP, que Arrieta llamó "la más importante organización surgida este siglo en defensa de los intereses del Sur", tendría una fuerte oposición ideológica y política en este país, dotado de una democracia pluripartidista, a diferencia de otros socios de la Organización.
La OPEP acompañó por décadas las banderas del nacionalismo en Venezuela, y su dirigencia profesa un respeto casi reverencial por Juan Pablo Pérez Alfonso, el ministro de petróleo que, con el saudita Abdullah Al-Tariki, logró fundar la Organización. (FIN/IPS/hm/dg/if/96)