El dulce perfume de las flores de naranjo se expande en toda la franja de Gaza. Sin embargo, las naranjas sobre los árboles todavía no se recolectaron a pesar de que la temporada está por finalizar.
Este viernes se cumplió el 54 día de clausura -el draconiano bloqueo israelí de las áreas de autogobierno palestino- y, como los granjeros no puedan enviar sus productos a los mercados israelíes, prefieren dejar la fruta sobre los arboles en lugar que se pudra en algún puesto de control.
Desde el último atentado suicida con una bomba en Tel Aviv, hace casi dos meses, Israel ha cerrado herméticamente los territorios palestinos al resto del mundo.
Decenas de miles de trabajadores palestinos se ven impedidos de ir a sus empleos en Israel. Miles de toneladas de citrus, fresas y verduras se perdieron. Claveles cuidadosamente cultivados fueron debieron ser dados como alimento a las ovejas, y los economistas estimaron que la economía palestina pierde cinco millones de dólares por día.
El ministro palestino de Planeamiento y Cooperación Internacional, Nabil Sha'ath, declaró durante una rueda de prensa en Gaza que Israel prometió "permitir que 16.000 personas trabajen en su territorio, pero hasta ahora unos pocos centenares cruzaron el límite".
Antes de la clausura, un promedio de 22.000 trabajadores palestinos concurría diariamente a trabajar en Israel. Hace dos años, 90.000 palestinos tenían permisos de trabajo israelíes, en tanto ahora solo 300 trabajadores mayores de 40 años pueden atravesar el linde.
"La continuación del cierre es un intento para poner de rodillas al pueblo palestino", declaró el presidente Yasser Arafat el miércoles, durante una reunión con organizaciones de la ONU que operan en Gaza y la Márgen Occidental.
"(Tel Aviv) está aislando a nuestros trabajadores y clausurando nuestra tierra, porque no abre los pasajes de seguridad (desde Gaza a la Márgen Occidental), algo que debieron hacer hace tres años", dijo.
"Como no abre los pasajes estamos en una situación por la cual un palestino en la Margen Occidental paga cuatro shekels (1,30 dólares) por un kilo de tomates cuando en Gaza puede adquirir 20 kilos por el mismo precio", señaló.
Agregó con tono enojado que "si los israelíes no quieren trabajadores palestinos y rechazan nuestros productos, mientras nos venden su queso a un precio cuatro veces superior, nosotros tampoco aceptamos los suyos".
El último informe del Centro Palestino para Derechos Humanos expresó que "los palestinos están viviendo en una prisión colectiva. Están privados de circular entre lugares palestinos diferentes en la Márgen Occidental y el exterior".
"Alrededor de 1.200 estudiantes de la franja de Gaza no tienen permiso de ir a sus universidades y decenas de pacientes se ven privados de tratamiento médico en Israel u hospitales de Jerusalén oriental", subrayó.
La situación económica también se vé afectada por la perdida de ingresos provenientes del sector agrícola. Cuatro mil toneladas de naranjas, 500 toneladas de fresas, mil toneladas de verduras y un millón de flores se producen anualmente en la franja de Gaza. Como la alta temporada finaliza en marzo y abril, ninguno de esos productos pudo ser exportado debido a la clausura.
Un exportador palestino, Sami Abu Salim, declaró que la clausura de la franja de Gaza es solo una parte de las dificultades con que tropieza.
"El cierre no es mi único problema. Incluso cuando la frontera está abierta es muy duro para nosotros poder exportar nuestros productos", apuntó.
"Los exportadores palestinos muy difícilmente consiguen lugares en los aviones de carga de El Al (la aerolínea israelí) cuando los precios están altos. Solo si los precios están muy bajos en Europa, El Al me llama y pregunta si tengo algo para exportar a Europa esta semana", cuenta con tono amargo.
"Necesitamos a los israelíes para todo, licencias de importación y exportación, y tambien de transporte en su territorio. Todo es demasiado complicado y los precios que piden son muy altos. Incluso cuando los límites están abiertos, lo que toma 40 horas para un operador israelí puede demandar tres semanas para un exportador palestino", explicó.
"Si no podemos ser económicamente libres tenemos el derecho de luchar", manifestó Abu Salim. "Pero Hamas (los radicales islámicos responsables de los ataques con bombas) debería haber esperado, otorgado más tiempo a las autoridades palestinas. Puedo comprender una punición colectiva de dos o tres días por parte de Israel, pero una clausura de meses es muy larga".
Además de los granjeros, los obreros palestinos que antes trabajaban en el sector israelí de la construcción se han visto muy perjudicados por el último cierre.
Abdallah Abu Dhaishe, de 32 años, un padre de cuatro hijos, se vió impedido de ir a su trabajo en Ashdod, Israel, desde que comenzó la clausura.
"Me postulé por un trabajo en PECDAR (la agencia palestina de desarrollo económico) para barrer las calles durante 15 días. Cada día me pagan 30 shekels (10 dólares) mientras en Ashdod ganaba 120 shekels como operario calificado en construcciones", explicó.
Mahmoud Ousaha, un economista de la Universidad al-Azhar, dijo que en Gaza el índice de desempleo ahora supera el 50 por ciento.
"Los negocios van muy mal", se quejó Khalil Esawi, propietario de una "boutique" en la calle Mokhtar, el centro comercial de Gaza. "Los israelíes no están haciendo paz… Si siguen con la clausura nos matarán de hambre". (FIN/IPS/tra- en/ya/pvdb/rj/ego/if).
= 04191546 DAP008