La renovación del pacto de seguridad entre Estados Unidos y Japón, que supone una ampliación de la alianza al sudeste de Asia, refleja la persistente preocupación de ambos por la amenaza militar que representan China y Corea del Norte.
El presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, y el primer ministro de Japón, Ryutaro Hashimoto, optaron, al menos hasta ahora, por dejar de lado las diferencias comerciales con el fin de mostrar unidad en favor de la seguridad del este de Asia.
La tensión que se registró en marzo en el estrecho de Taiwan "afectó, inevitablemente, la relación entre Estados Unidos y los vecinos asiáticos de China, incluso Japón", sostuvo en un editorial el diario Asahi Sinbun de Tokio.
Al considerarla "la piedra de toque de la seguridad regional de la posguerra fría", el periódico sostuvo antes de la firma del acuerdo este miércoles que la alianza militar entre Japón y Estados Unidos debe permanecer, aun si se requiere una "redefinición".
Problemas locales obligaron a los dos jefes de gobierno a establecer ajustes prácticos a los tratados. Estados Unidos anunció una redistribución parcial de la tropa en su base de Okinawa, la más austral de las islas de Japón, donde tres soldados violaron a una niña en septiembre.
Este episodio provocó indignación en la población de Okinawa, y se llegó a reclamar el retiro de la base.
Washington anunció el fin de semana, antes de la visita de tres días de Clinton a la región, que retiraría 20 por ciento de sus propiedades en la isla, y que permanecerían allí, entre otras instalaciones, una base aérea, dos centros de comunicación y un puerto.
Pero cuando se confirmó que Estados Unidos retendría sus 47.000 soldados en Japón, la prórroga del compromiso militar provocó otras preocupaciones en Tokio pues, según los analistas, el país norteamericano se apresta a asumir un papel más fuerte en materia de seguridad en el este de Asia.
Japón, además de suministrar una contribución financiera de 620 millones de dól ITEM CLOSED