El movimiento sindical de Estados Unidos, inspirado por el desafío de un Congreso de mayoría republicana, logró una mayor unidad política, lo cual, según analistas, podría desfavorecerlo en el largo plazo.
Los sindicatos estadounideneses están a la ofensiva en lo que se presenta como un duro año electoral, e invirtieron 35 millones de dólares para respaldar a los candidatos que favorecen a los trabajadores en la campaña por las elecciones presidenciales y parlamentarias de noviembre.
Para los sindicalistas, el nuevo impulso que han tomado las actividades es una señal de que el esfuerzo por revitalizar el movimiento obrero está dando sus frutos.
John Sweeney, el nuevo presidente de la Federación Americana del Trabajo-Congreso de Organizaciones Industriales (AFL-CIO), es responsable de la renovación desde que tomó su cargo el año pasado.
El cambio de dirigencia se produjo en momentos en que los trabajadores estaban desmoralizados tras años de rupturas y gobiernos partidarios del empresariado. Menos de 16 por ciento de los trabajadores estadounidenses pertenecían a sindicatos, una cantidad muy por debajo del tercio de las décadas de 1940 y 50.
Cifras de la Oficina de Estadísticas Laborales revelan que unos 16,5 millones de trabajadores permanecen agremiados, y en los últimos años de la vieja gestión de AFL-CIO, sólo hubo un promedio de 35 huelgas cada año, el total más bajo en medio siglo.
Los nuevos líderes, entre los cuales se incluyen Rich Trumka, ex presidente del sindcato de mineros, United Mine Workers, y Linda Chavez-Thompson, la latina más popular en AFL-CIO, están más cercanos al activismo, las huelgas y la democracia sindical que sus antecesores, señaló la vocera de AFL-CIO Karla Garland.
El resultado de la nueva organización, más cercana "a las bases", ha sido una explosión de campañas destinadas a colocar la causa de los trabajadores en primer plano durante el año electoral.
Los esfuerzos de Sweeney por aumentar el salario mínimo de 4,25 a 5,15 dólares en un plazo de dos años ha dado sus resultados en el Congreso.
En las últimas semanas, los demócratas prometieron impulsar la medida en cada proyecto que considere el Congreso, sólo perdiendo la oportunidad de someterlo a votación dos veces esta semana.
Al menos, el debate puso en una posición incómoda a los republicanos que intentan evitar el aumento de los salarios mientras se presentan para la reelección.
Pero toda esta actividad sólo conducirá al tradicional y problemático respaldo de los sindicatos al Partido Demócrata, advirtieron algunos analistas.
"No veo esto como una campaña masiva. Es una campaña de altibajos", dijo Robert Fitch, profesor de la Universidad de Nueva York, y añadió que el movimiento sindical está menos interesado en mejorar las condiciones de trabajo que en impulsar a los demócratas en momentos en que los republicanos controlan el Congreso.
El presidente estadounidense, Bill Clinton, ha respaldado pactos de libre comercio en América del Norte y el mundo que ayudaron a las empresas a encontrar fuerza de trabajo más barata en el exterior, por los cual respladar a los demócratas es quijotesco, dijo el analista.
Sin embargo, al menos este año podría haber beneficios para el movimiento sindical si respalda a los demócratas, sostuvo Robert Borosage, director del instituto de investigación Campaña para Nuevas Prioridades.
Si el senador Bob Dole de Kansas, el candidato republicano a la presidencia, resulta electo, dijo Borosage, "los republicanos podrían causar un gran daño".
El partido de derecha, recordó el experto, ha amenazado con desmantelar la Junta Nacional de Relaciones Laborales, que arbitra en las disputas entre sindicatos, satisfaciendo una demanda clave del gran empresariado.
Dole y el presidente de la Cámara de Representantes, Newt Gingrich, también rechazan el aumento del salario mínimo, el cual, según Fich, alcanzó el nivel más bajo de los últimos 40 años. (FIN/IPS/tra-en/fah/lp/lb-ip/96)