/Empleo/ AMERICA CENTRAL: El pan duro de la maquila

Concebida originalmente como la porción de grano que se paga al molinero por la molienda, la maquila en América Central, pese a traer capital e inversión, parece favorecer condiciones de trabajo degradantes.

El término maquila es aplicado actualmente a una serie de fábricas en las que, partiendo de materias primas provenientes del exterior, se elaboran bienes en territorio y con mano de obra nacionales, para luego reexportar los productos terminados.

En América Central, su incursión se inició tímidamente en los años setenta, cuando el istmo vivió su primer proceso de integración, pero cobró fuerza en los años 80, al amparo de leyes que promovían la inversión externa.

Desde entonces, su presencia es cada vez mayor y obedece, según expertos en la materia, a un nuevo tipo de relaciones económicas internacionales entre los países del Norte y del Sur del planeta.

Efraín Moncada, un economista de la estatal Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), califica a la maquila de forma "salvaje" del capitalismo, con dos caras.

La primera son los capitales e infraestructura que trae al istmo y la otra, la forma inhumana con que frecuentemente se trata a los obreros, especialmente a las mujeres y los niños.

Moncada, quien desarrolló un trabajo sobre la forma en que operan las maquiladoras en Honduras, dijo que si bien los países centroamericanos ven en este rubro no tradicional una forma rápida de ascender al "barco del desarrollo", sus consecuencias sociales suelen ser negativas.

Uno de los mayores incentivos que las llamadas también "empresas golondrina" encuentran en América Central es la mano de obra barata, además de leyes que las exoneran de aranceles, impuestos y flexibilizan los códigos laborales.

Procedentes de países asiáticos como Taiwán, Hong Kong, China y Corea del Sur, y en menor medida de Estados Unidos, las maquiladoras emplean a miles de mujeres y niños, en su mayoría originarios de las zonas rurales más pobres.

Un sondeo hecho por los corresponsales de IPS en la región señala que en Guatemala existen al menos 258 empresas maquiladoras, 156 en Honduras, 17 en Nicaragua, 13 en Panamá y unas 170 en Costa Rica y El Salvador, orientadas mayormente a la confección textil.

En conjunto, las mismas estarían dando empleo en forma directa a unas 400.000 personas, en su mayoría mujeres y menores de edad.

Según numerosos testimonios y estudios realizados por organizaciones no gubernamentales (ONG), las condiciones de trabajo en las maquiladoras son particularmente degradantes.

Así, el maltrato físico a los empleados sería mucho más frecuentes que en otras empresas.

Mayra Elizabeth Bonilla, que trabaja desde hace dos años y cuatro meses en la "Empresa Paraíso", en la norteña ciudad hondureña de Choloma, dice haber sido objeto de insultos, golpes, y trabajos forzados por estar embarazada.

Bonilla, quien testimonió ante el no gubernamental Comité para la Defensa de los Derechos Humanos en Honduras (Codeh), sostuvo que su embarazo no fue del agrado de la empresa, que decidió trasladarla al área de corte de prendas, en lo que constituyó una "degradación laboral".

Hugo Ramón Maldonado, del Codeh, indicó que un estudio realizado por ese organismo revela que al menos el 40 por ciento de las trabajadoras empleadas en maquilas en Honduras, unas 60.000, son objeto de castigos físicos.

Entre ellos resaltan empujones, bofetadas, golpes en la cabeza, flagelación, plantones bajo el sol y otras acciones humillantes.

Hace dos años, la maquila atravesó en Honduras por una de sus peores crisis, al divulgarse el testimonio de Lesly Rodríguez, una obrera de 15 años, que dijo haber sido forzada a trabajar 18 horas al día, sin pago de horas extras, entre otras cosas.

Esto generó a nivel centroamericano un movimiento de denuncia y lucha, apoyado por el Comité Nacional Laboral de Estados Unidos, que puja, sin mayor éxito hasta ahora, por lograr la sindicalización en las maquilas.

En El Salvador, otro de los países donde los maltratos son frecuentes, una obrera relató que las extenuantes jornadas de trabajo a que ella y sus compañeras son sometidas, "nos obligan a perder la dignidad".

"Porque somos pobres tenemos que aguantar y someternos…eso no es más que una nueva forma de esclavitud", exclamó la obrera salvadoreña Gloria Hernández, al ser despedida por denunciar malos tratos.

Los gobiernos centroamericanos temen la emigración de la industria como consecuencia de estas denuncias y los empresarios alegan que la creación de sindicatos sepultaría la inversión y provocará el estancamiento económico en la región.

De allí que atribuyan a campañas de desprestigio las denuncias de violación laboral y recalquen que, en materia de divisas, la maquila supera ampliamente a las tradicionales exportaciones de café y banano en la región. (FIN/IPS/tm/dm-ff/if-hd/96)

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