BRASIL: Hemodiálisis mortal confirma precariedad en salud

La precariedad de la asistencia médica y del saneamiento básico en Brasil surgen como primera evidencia del caso de la muerte en la nororiental ciudad de Caruaru de 36 personas que se habían sometido a hemodiálisis.

Casi diariamente, desde el 20 de febrero, fallecen pacientes del servicio de hemodiálisis (purificacion de la sangre por aparatos de filtracion) del Instituto de Enfermedades Renales (IDR) de Caruaru, ya clausurado por el Ministerio de Salud.

A los 36 decesos registrados hasta el viernes a causa de hepatitis tóxica se suma la situación de otras 90 personas tratadas por hemodiálisis en el IDR, que pueden haber contraido la misma enfermedad que los primeros.

La sustancia que provocó la hepatitis tóxica en las víctimas aún no ha sido identificada, y probablemente se encontraba en el agua utilizada en el IDR.

Sesenta y tres de los 90 supervivientes están internados en el Hospital Barao de Lucena, de Recife, capital provincial de Pernambuco, a 130 kilometros de Caruaru, y por lo menos cuatro de ellos se encuentran en grave estado.

Todos se sometieron a hemodiálisis en el IDR entre 13 y 17 de febrero. Aterrorizados por la secuencia de muertes, son asistidos por un grupo de psicólogos que intentan evitar que el pesimismo agrave la enfermedad.

La mitad de los internados están fuera de peligro y se recuperan normalmente, pero no son dados de alta porque no presentan condiciones "emocionales" para volver a su hogar, reconoció el director del hospital de Recife, Jairo Barbosa.

La hepatitis provocada por toxinas puede ser superada, ya que el hígado es el unico órgano que logra autorregenerarse, explicó Barbosa.

Expertos de todo el país e incluso extranjeros intentan identificar la causa del problema. Los debates ya limitaron las hipotesis a dos, según Barbosa: toxinas producidas por microorganismos en el agua o metales pesados.

El Ministerio de Salud decidió clausurar definitivamente el IDR tras comprobar las pésimas condiciones de higiene de esa clínica especializada, que asistía a 126 enfermos renales.

Sandra Feliciano Azevedo, coordinadora de posgrado en química de la Universidad Federal de Rio de Janeiro, cree que los enfermos fueron atacados por la microcistina-LR, una toxina producida por bacterias en el agua.

Azevedo descubrió la microcistina-LR en los filtros de agua del IDR y dijo haber comprobado en sus experiencias laboratoriales que esa toxina provoca en animales síntomas semejantes a los que presentan los enfermos de Caruaru.

Lo más grave, denunció, es que la mayor parte del agua consumida en Brasil está contaminada por bacterias que producen esa toxina, amenazando la salud de la población.

Setenta por ciento de las muestras de agua analizadas por Azevedo presentaban "altas concentraciones" de toxinas, afirmó la especialista.

Eso pudo haber provocado la hepatitis toxica y las muertes en Caruaru, al ingresar la toxina a la sangre de los pacientes de hemodiálisis. El riesgo es menor cuando la microcistina es ingerida por la boca, aunque también existe, agregó.

Decenas de miles de enfermos renales necesitan en Brasil tratamiento de hemodiálisis casi a diario para sobrevivir. Son 1.260 en Pernambuco, estado pobre del noreste, con 7,5 millones de habitantes y donde se ubica Caruaru.

Se suceden los accidentes fatales, por contaminación o problemas en los aparatos. Los transplantes de riñón, que podrian solucionar el problema, están limitados debido a la falta de donantes.

Para superar la escasez de riñones y otros órganos para transplantes, el senador Darcy Ribeiro intenta la aprobación de una ley que convertiría a todos los habitantes del país en donantes potenciales.

El proyecto invierte la situacion: la declaración legal que ahora se pide a los donantes de órganos para transplantes, se exigiría, de promulgarse la ley, únicamente a quienes no deseen donarlos. (FIN/IPS/mo/ff/he/96)

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