La caña de azúcar, uno de los cultivos más importantes en la historia y economía de Brasil, pasa por una redefinición de su papel como fuente a la vez de soluciones y problemas ambientales, económicos y laborales.
Solución para contener el deterioro del aire en las grandes ciudades, convertida en alcohol carburante, en contrapartida la caña contamina las regiones productoras, provoca enormes pérdidas financieras al gobierno y es campeona en la explotación ilegal e inhumana de mano de obra infantil.
El Programa Nacional del Alcohol Carburante (Proalcohol), creado en 1975 para hacer frente a la crisis del petróleo con un sustituto nacional y renovable para la gasolina, busca hoy una salida para su propia crisis.
Es un programa inviable, porque "el alcohol es um combustible demasiado caro", 60 dólares el barril, contra 20 de la gasolina, según José Conrado de Souza, director de la Asociación de Ingenieros de Petrobras, empresa estatal del petróleo.
Proalcohol se elaboró en base a previsiones de que el petróleo costaría cuatro veces más en el final del siglo. Pero además del pronóstico desmentido, Brasil abandonó sus planes de desarrollo autárquico, consistentes en autonomía energética y económica.
Debido a sus altos costos, el programa ya consumio más de 11.000 millones de dólares en subsidios y sigue exigiendo otros 2.400 millones anuales, según Petrobras, que soporta dos tercios de esas pérdidas y busca desembarazarse de esa carga, sobre todo ahora que perdió el monopolio y tendrá que competir.
Las destilerías deben cerca de 4.500 millones de dólares en préstamos del Banco de Brasil vencidos. De las 340 destilerías existentes en el país, sólo 66 gozan de salud financiera, admitió la ministra de Industria y Comercio, Dorothea Werneck, que coordina la búsqueda de una salida.
Pese a esos datos condenatorios, el gobierno pretende salvar Proalcohol, inclinándose por la creación de un "impuesto verde" que gravaría la gasolina para subsidiar su sustituto.
El principal argumento es ambiental. Sin el alcohol, será imposible soportar la contaminación de Sao Paulo, sostuvo el ministro de Planificación, José Serra, y existe consenso en que el combustible alternativo es menos contaminante.
Además, el sector emplea 1,3 millones de personas directamente y otros tres millones en forma indirecta, destacó el diputado Helio Rosas, quien añadió que el gobierno tiene la obligación de evitar la quiebra de las destilerías, implantadas en función de un programa oficial.
Si tiene fin Proalcohol, los productores reclamarán indemnizaciones la justicia, advirtió el diputado, senalando que 70 destilerías ya quebraron y el sector ya despidió a 200.000 trabajadores.
La presión política es fuerte. El sector cuenta con el apoyo del mayor "partido" nacional, una bancada de más de 200 diputados y senadores que reúne desde la conservadora oligarquía rural a la izquierda nacionalista y ambientalista.
Pero la Fundacion Abrinq, mantenida por la industria de juguetes, y otras organizaciones no gubernamentales se oponen a la recuperación de Proalcohol, con el argumento de que no deben usarse recursos públicos para someter a niños a trabajos penosos, sacándolos de la escuela y muchas veces mutilándolos.
Por lo menos 500.000 niños y adolescentes, de siete a 17 años, trabajan en la producción de caña, azúcar y alcohol, estimó la Confederacion Nacional de Trabajadores en la Agricultura (Contag), aunque en Brasil está prohibido el trabajo de menores de 14 años.
Un estudio del Centro Josué de Castro comprobó hace dos años que 58 por ciento de los niños y adolescentes que cortan caña en Pernambuco, en el noreste, sufrieron accidentes de trabajo, la mayoría con machetes y hoces. Además, ganan muy poco o nada y no cuentan con derechos laborales ni protección.
En la cuestión ambiental, el ingeniero Conrado de Souza niega las ventajas, sosteniendo que automóviles a alcohol y a gasolina emiten cantidades similares de gases, en tanto los primeros lanzan tres veces más de aldeidos, que pueden provocar cáncer.
Además, la producción de alcohol genera gran cantidad de vinasa, desecho líquido que contamina ríos, y la quema de los cañaverales, para facilitar el corte, contamina el aire en la región productora.
Las partículas fuliginosas y el humo que cubren el cielo en el período de las "quemadas" provocan malestar, problemas respiratorios y probablemente también cáncer en las glándulas salivales, según la Facultad de Medicina de Ribeirao Preto.
El Concejo de Ribeirao Preto, ciudad que está en el centro de la mayor región productora de azúcar y alcohol en Brasil, a 300 kilómetros de Sao Paulo, aprobó una ley exigiendo el fin de los incendios y la sustitución de los macheteros por máquinas de cosechar caña, dentro de seis años. (FIN/IPS/mo/ag/if-en-he/96)