La rebelión carcelaria más larga de la historia de Brasil concluyó hoy tras un acuerdo entre las autoridades y los 30 amotinados del Centro Penitenciario Agroindustrial de Goias (Copaigo), en el centro-oeste del país.
La comision negociadora del gobierno estadual de Goias aceptó entregar a los presos sublevados ocho automoviles veloces, 16 revólveres, tres teléfonos celulares, 100.000 reales (102.000 dolares) y 25 chalecos antibalas.
Además prometió que la persecución policial no se iniciaría en las diez horas siguientes a la salida de los detenidos del presidio, período durante el cual los presos liberarían a los seis rehenes que permanecen en su poder.
Los amotinados liberaron a cuatro rehenes la noche del martes, otros seis en la mañana de este miércoles y dos más minutos antes de la fuga, culminando una compleja negociación en la que cada grupo de rehenes fue canjeado por nuevos vehículos, armas, teléfonos o alimentos.
En el inicio de la rebelión, el jueves, los rehenes tomados por los presos eran 35, entre jueces, el secretario de Seguridad Pública de Goias, Antonio Lorenzo, abogados y funcionarios del gobierno estadual, que estaban en el presidio investigando denuncias sobre las precarias condiciones de detención.
Los amotinados desistieron de continuar exigiendo nueve ametralladoras y nueve pistolas automáticas, además de un noveno automóvil y aceptaron reducir de nueve a seis los rehenes que serían llevados durante su fuga, uno en cada vehículo.
Con más de 150 horas de duración, esta rebelión se convirtió en la más larga de la historia de Brasil. El récord anterior se registró en junio de 1995 en Tremembe, a 135 kilómetros de Sao Paulo, cuando un motín de 700 presos se prolongó por 132 horas, sin rehenes ni fuga.
El Cepaigo está ubicado en Aparecida de Goiania, a cerca de 230 kilómetros de Brasilia.
En 1992 una rebelión menos violenta fue pretexto para la matanza de 111 presos en el presidio de Carandiru, de Sao Paulo. Los detenidos fueron fusilados por la Policía Militar. Organizaciones de derechos humanos continúan reclamando la condena de los responsables de la masacre.
El ministro de Justicia, Nelson Jobim, aseguró que "Carandiru no se repetirá" y prometió mayores recursos para el sistema penitenciario del país. En Brasil hay más de 130.000 reclusos, más del doble de la capacidad de las cárceles.
El hacinamiento, las precarias condiciones de vida y la lentitud de la justicia (muhcos presos permanecen detenidos luego de haber cumplido su pena) son los principales motivos de las rebeliones.
El Ministerio de Justicia registró en los últimos años un promedio mensual de tres rebeliones similares a la de Cepaigo y dos fugas diarias de presos.
Ante esa realidad, Jobim pretende crear una comisión permanente especializada en negociar con presos amotinados. (FIN/IPS/mo/dg/ip/96)