El turismo es considerado en todo el mundo una industria que promueve la paz, pues alienta a personas procedentes de culturas diferentes a interactuar en beneficio mutuo. Pero los aborígenes bosquimanos de Botswana contemplan esta actividad desde una óptica totalmente diferente.
El gobierno de Botswana planea el desplazamiento forzado de alrededor de 3.000 hombres, mujeres y niños del clan bosquimano Khwe del territorio en el que viven desde hace siglos, en el desierto de Kalahari, según denuncias de dirigentes nativos y activistas por los derechos humanos.
El líder de los khwe, John Hardbatlle, sostuvo que el gobierno de este país de Africa meridional pretende poner esta tierra al servicio de la industria turística, actualmente en auge.
Hardbattle viajó a Londres la semana pasada para difundir al mundo la apremiante situación que vive su pueblo, uno de los pocos que sobreviven de la etnia khoisan, los primeros ocupantes de Africa meridional.
También conocidos como bosquimanos, los khoisan constituyen una antigua sociedad cazadora y recolectora que ha enfrentado a lo largo de la historia varias formas de persecución en Angola, Botswana, Namibia y algunas regiones de Sudáfrica.
"Es tiempo de que nuestro pueblo hable y que los otros escuchen, Tenemos derecho a la tierra, a la cultura y a la vida, igual que el resto", dijo Hardbattle.
Los simpatizantes con la causa de los khwe temen que las violaciones a los derechos humanos en Botswana no reciban atención en la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas (ONU) que actualmente considera la situación de Bosnia- Herzegovina, China y Nigeria.
Si esto fuera efectivamente así, las posibilidades de supervivencia de los khwe serían pocas.
"Nos negamos a desplazarnos. No conocemos otra forma de vida. Si abandonamos nuestra tierra, dejaremos en ella nuestras vidas", dijo Roy Sesana, líder de los asentamientos de la Reserva de Caza de Kalahari Central.
Desde que se independizó de Gran Bretaña en 1966, el gobierno de Botswana desplazó sistemáticamente a los bosquimanos de los territorios que ocupó tradicionalmente. La otrora remota y poco deseada reserva de caza es el último refugio seguro de este pueblo.
Productores ganaderos y agrícolas empujaron a unos 50.000 khwe hacia la reserva. Luego, destruyeron la rica vida salvaje nativa con sus prácticas de cultivo y usaron a los aborígenes que se negaron a retirarse como mano de obra esclava, dijo Hardbattle.
La industria turística, que advierte en la reserva de caza una gallina con huevos de oro, es la que presiona ahora sobre los últimos 3.000 khwe en la región.
Hardbattle informó que el ministerio de Tierras y Vivienda de Botswana notificó a su grupo que enviará camiones de ganado al desierto cuando finalice la estación lluviosa en mayo para sacar de allí a los khwe que pretendan quedarse.
Paradójicamente, los gobiernos de la mayoría de los países de Africa meridional comenzaron negociaciones entre ellos para la instalación de gigantescas reservas fronterizas y la estimulación del proyectos de ecoturismo que podrían beneficiar, más que poner en situación de riesgo, a los pueblos nativos.
El ministro de Tierras de Sudáfrica, Derek Hanekom, por ejemplo, patrocina negociaciones entre la Junta de Parques Nacionales y las tribus de bosquimanos que reclaman tierras en el Parque Gemsbok Kalahari, una reserva de caza compartida con Botswana.
Hanekom dijo que es posible un acuerdo de asociación entre la Junta de Parques y los bosquimanos, que administrarían la reserva y la actividad turística en el país en forma conjunta. Pero el gobierno de Bostswana no parece dispuesta a emprender una negociación similar de su lado de la frontera.
A pesar de que Gaborone negó que vaya a obligar físicamente a los khwe a abandonar el lugar, se informó que aquellos que permanezcan serán castigados si intentan recolectar alimentos, leña o agua.
"Decenas de miles de hombres, mujeres y niños khwe ya fueron desplazados. Ahora, el gobierno de Botswana va tras los últimos. Si no se lo frena, este pueblo será arrastrado debajo de una alfombra de silencio internacional", dijo Rebecca Adamson, del Instituto de Desarrollo de las Primeras Naciones.
La escritora feminista Gloria Steinem, Ann Roberts, hija del último Nelson Rockefeller, Sherri Briggs, organizadora de safaris en territorios indígenas, y Susan Givens, del Museo de Historia Natural de Nueva York, visitaron el lugar junto a otras cinco ambientalistas el año pasado.
"El viaje marcó en mi vida un antes y un después. Los khwe son muy finos y hospitalarios, y así lo fueron durante miles de años. No es magia. Tienen un sentido común que va más allá de nuestra experiencia", dijo Steinem.
Adamson dijo que el comisionado de las ONU sobre Derechos Humanos, José Ayala Lasso, "debe ordenar acciones inmediatas y enviar observadores para garantizar" el respeto al pueblo khwe.
Botswana es una democracia constitucional con buena reputación internacional en materia de derechos humanos. Pero los países de Africa meridional no firmaron la Convención de la ONU para la eliminación de todas las formas de discriminación racial o la Declaración de Derechos Indígenas. (FIN/IPS/tra-en/ek/kb/mj/hd/96)