Conseguir la casa fué un regalo providencial para Branko Kapul, de 31 años, cuando la ocupó en enero pasado. Había habitaciones suficientes y un cobertizo en la parte trasera, pero lo más importante era la tierra, a la cual pensaba cubrir con cultivos de maíz y papas.
Sin embargo, la llegada de la primavera tambien trajo visitantes perturbadores. Hombres vestidos con uniformes azules, que llegaron en blancos camiones de las Naciones Unidas, comenzaron a rastrear su terreno con manos enguantadas y demarcar su amada granja con cintas plásticas color amarillo para aislar la escena del crimen.
Por una cruel jugarreta del destino, Kabul llevó a su familia a un lugar de infamia, porque bajo el suelo de su granja yacerían los cadáveres de miles de musulmanes que escaparon en julio de Srebrenica, 60 kilómetros al norte.
Pilas de cuerpos con manos ligadas y vendados estarían escondidos en los bosques cercanos, mientras algunos huesos que sobresalían de la tierra facilitaron la tarea de los equipos de búsqueda para comenzar a desenterrar las víctimas.
La granja de Kapul ahora es conocida como el cementerio de Sahanici y, según los investigadores de crímenes de guerra, la siembra de maíz deberá esperar…
"No me importa que estén aquí, porque los investigadores han sido amables y los periodistas regalaron dulces a mis hijos", declaró Branko, rodeado por su esposa y tres hijos.
"Desgraciadamente, disponen de esos helicópteros que vuelan a baja altura sobre mi propiedad y asustan a los niños", agregó. "Queremos poner en orden este lugar y vivir en paz, pero es difícil hacerlo con todo lo que ocurre a nuestro alrededor".
La granja de Branko se ha convertido en un lugar crucial para la investigación internacional de crímenes de guerra basada en La Haya. Al menos 1.000 de un contingente de 8.000 musulmanes que habían desaparecido tras la caída de Srebrenica, una de las zonas de seguridad demarcadas por la ONU, estarian enterrados aquí.
El tribunal de La Haya cree que fueron ejecutados por milicianos bosnioserbios que tomaron la ciudad el año pasado. Tres sobrevivientes de las ejecuciones aseguraron que el comandante de las fuerzas separatistas serbias, el general Ratko Mladic, estuvo en la escena de la masacre.
Otros refugiados serbios, que escaparon a Orahovac despues que los suburbios que ocupaban en Sarajevo pasaron bajo control croata- musulmán, expresaron temor que sus hijos jugaran en el área "porque podrían recoger huesos".
Branko, a su vez, estimó que la cantidad de 8.000 víctimas "es un tanto exagerada".
"Cada vez que capturábamos soldados los tratábamos bien y, en dos oportunidades, hasta llevamos heridos al hospital", declaró Branko, que tambien fué soldado de las fuerzas de Mladic y resultó herido en los combates en torno a Sarajevo.
"Cuando Mladic visitó nuestras fuerzas en Ilijas (un suburbio de Sarajevo) siempre dijo que debíamos defender nuestros hogares y disparar si eramos atacados. Nunca ordenó que matáramos a cualquiera… Solo se mata por necesidad…"
Muchos residentes que han vivido en torno a Orahovac durante la guerra guardan silencio acerca de la posibilidad que haya tumbas bajo sus pies. Se ponen tensos si se les pregunta que escucharon durante las noches posteriores a la caída de Srebrenica. Muchos, sin esperar la demanda, afirman que estuvieron fuera de la ciudad la segunda y tercera semana de julio del año pasado.
"Yo estuve en Serbia con mis hijos", aseveró Koviljka Ivanovic, de 31 años, vecina de Branko. "Fuí a visitar a mi hermana en Belgrado y solo mi marido estuvo aquí", acotó su madre Ivanka, de 58 años.
En seguida explica "es enfermo… y sordo, así que no pudo escuchar nada. Además está en cama todo el tiempo…"
Cualquiera sea la cantidad de huesos que encuentren en las tierras de Branko, tiene muy pocas opciones para conseguir otra vivienda. El territorio bosnioserbio está inundado de refugiados procedentes de los alrededores de Sarajevo.
Si bien su nueva casa no es la más completa -le faltan puertas, ventanas, electricidad y agua corriente- es mucho mejor que los restos de viviendas encontrados por otros serbios.
Miles viven en centros colectivos fuera de Sarajevo, otros deben reconstruir departamentos y casas desde los cimientos porque las milicias de Mladic destruyeron las casas de los musulmanes en torno a Srebrenica en 1992.
Qué sucedió con los ocupantes musulmanes de esas casas tambien es un tema embarazante para los residentes serbios, cuya mayoría habita en bloques de departamentos donde el 80 por ciento de las viviendas muestra grandes impactos de granadas o se incendiaron.
La mayoría responde lacónicamente que un día llegaron los milicianos y expulsaron a todos sus vecinos musulmanes, pero si bien sintieron pena por ellos no saben qué les ocurrió.
Muy pocos manifiestan odio. La esposa de Branko, Petra, de 35 años, dijo que extraña su vecina musulmana del otro lado del camino. Habla de la guerra como algo que estuvo fuera de su control, como las fosas descubiertas en torno a su casa.
Branko agregó que los musulmanes "no son mejores ni peores que otras personas". Añadió que "no quise que mis hijas debieran ocultarse y llevar velos. Quise que se respetaran mis derechos".
Los bosnioserbios creyeron que los musulmanes tenían planeado el establecimiento de un estado fundamentalista. Alrededor de 200.000 musulmanes, la mayoría civiles, perecieron en la guerra que siguió a la rebelión de los separatistas serbios en 1992.
Sin embargo, los musulmanes, vivos o muertos, preocupan muy poco a la familia Kapul, excepto que el anterior propietario musulmán de la granja regrese algún día y la reclame. Branko confesó que está preocupado por esa posibilidad y porque no tiene dinero para mudarse en caso que la situación empeore.
"Deberé pedir al Tribunal de Crímenes de Guerra que me proporcione otra casa… Yo prefiero quedarme aquí y sembrar el año que viene. De todos modos, nada puede ser peor de lo que pasó…", dijo. (FIN/IPS/tra-en/kr/rj/ego/ip).
= 04181204 DAP004