Cabezas humanas apiladas y aseguradas con lazos, y un león que devora manojos de bambú figuran entre las imágenes creadas por un artista evocativo, dispuesto a capturar la esencia del dolor causado por el genocidio de Ruanda.
El pintor, Epaphrodite Benemungu participa de la explosión multifacética de manifestaciones artísticas que siguió al genocidio de 1994, de cuyo comienzo se cumplirán dos años este domingo.
Benemungu, de 42 años, dice haber realizado 600 obras, y ha sido reconocido como un importante artista plástico de este país de "las mil colinas".
"Este artista posee un raro talento, y cree que el hombre y el medio natural están unidos indisolublemente", observó Rwanda Times, un periódico de la capital.
La crisis étnica que persiste en Ruanda desde la retirada en 1962 de los colonialistas belgas dejó una huella profunda en Benemungu, que abandonó su remota aldea del sureño distrito de Butare y huyó al exilio para escapar del genocidio.
Se marchó a Burundi, y luego a Zaire. Al regresar no encontró más que las ruinas de su hogar. "Yo deseaba hallar ideas expresivas para representar los tiempos horrorosos que hemos vivido", explicó.
El artista señaló una de sus obras, que contiene "un manojo de machetes, el arma más atroz entre las que usó la infame milicia hutu Interahamwe", culpada de la matanza junto con el gobierno derrocado en julio de 1994.
Machetes, granadas de mano, hachas, garrotes y revólveres fueron empleados contra la minoría étnica tutsi por un régimen controlado por extremistas hutu que asesinaron a casi un millón de personas en el término de tres meses.
Las escenas creadas por Benemungu están a veces desprovistas de violencia u horror, aunque invariablemente subrayan la completa desintegración social causada por la matanza.
Una mujer con un bebé en sus espaldas ordeña una cabra como símbolo de predestinación de una sociedad que ha heredado numerosas viudas y huérfanos.
"Nuestra tradición sólo autoriza a los hombres a ordeñar vacas. El genocidio afectó profundamente los fundamentos de nuestra sociedad, pero no todo está perdido", dijo Benemungu.
La catarsis se produce a través de obras que sugieren el renacimiento nacional de las cenizas de la destrucción. Tal es el caso de un cuadro que representa una tradicional marmita de barro balanceándose sobre tres rocas, que representa a los hutus, los tutsis y el grupo étnico twas juntos sobre fuego intenso.
Benemungu realiza sus pinturas con arena fina mezclada con colorantes. Vive modestamente, y depende más de los ingresos de un estudio de fotografía que posee en el centro de Kigali que de la venta de sus obras. "No pinto por dinero", dice.
"Desearía que los ruandeses entendieran que la vida es sagrada, y que debemos vivir juntos, como un solo pueblo", declaró el artista. (FIN/IPS/tra-en/jbk/jm/ff/cr/96).