(Artes y Espectáculos) CINE: Titón y la obsesión de hacer "otro cine" en Cuba

Desde "El mégano" hasta "Guantanamera", pasando por "Memorias del subdesarrollo" y "Fresa y Chocolate", Tomás Gutiérrez Alea vivió con una sola obsesión: hacer cine, pero no cualquier cine.

"Sufro un sentido de la responsabilidad agónico", dijo en 1988 al tratar de definir sus esfuerzos por hacer un cine "honesto y auténtico" que se nutriera de la realidad e incidiera sobre ella.

Hasta el momento de su muerte, el día 16, el maestro por excelencia del cine cubano no se había arrepentido de defender el derecho del artista a ejercer sus deberes sociales.

Estos deberes sociales implicaban hacer cine a toda costa, eludir las tentaciones de la tecnología, descolonizar las pantallas y formar un nuevo tipo de espectador mediante el sencillo método de diversificar la oferta.

Nacido en La Habana el 11 de diciembre de 1928, las obsesiones comenzaron a los 20 años, cuando descubrió "El sentido del cine", del director ruso Serguei Eisenstein, y cobró conciencia del papel de la reflexión en el proceso creativo.

En la reunión de la Asociación de Estudios del Tercer Mundo, realizada en Washington en 1993, contó que ese "hallazgo inolvidable" le enseñó dos cosas: "que se trata de un medio con gran influencia sobre el espectador y, segundo, que no es neutro, detrás de la cámara que 'mira' siempre hay un ojo que 've".

Para Gutiérrez Alea el cine era "un portador de ideas", "un arma ideológica sui géneris, porque sólo puede funcionar como tal en la medida que funcione como espectáculo".

En Cuba, Titón fue "comprendido e incomprendido, aplaudido y criticado, con o sin razón", reconoció Rolando Pérez Betancourt, crítico de cine del diario Granma, órgano oficial del Partido Comunista.

Contra viento y marea, en los momentos de mayor censura en el país caribeño, la filmografía de Gutiérrez Alea mantuvo su mirada crítica hacia la realidad cubana en un intento por mejorar la Revolución, de la cual siempre se sentió parte.

"Alguien me decía, y estoy plenamente de acuerdo, que el guión del socialismo es excelente, pero que la puesta en escena deja mucho que desear, y por lo tanto debe ser objeto de crítica", declaró durante el rodaje de "Fresa y chocolate" en a La Gaceta de Cuba, órgano de la Unión de Escritores y Artistas.

Si "Memorias del subdesarrollo" (1968) se colocó en la lista de las 100 mejores películas de la historia del cine, "Fresa y Chocolate" (1993) le regaló a Titón el aplauso del gran público al que nunca quiso hacer concesiones.

Basada en el cuento "El lobo, el bosque y el hombre nuevo", del escritor cubano Senel Paz y codirigida por Juan Carlos Tabío, la película cubana más vista en el mundo recaudó más de cuatro millones de dólares en España y casi 270.000 durante tres semanas de proyección en 24 salas de Estados Unidos.

Con la única intención de hacer una película "conmovedora, cargada de humor y de emoción", los realizadores acapararon más de 20 premios en festivales internacionales, convirtiendo su obra en la más premiada del cine cubano y en la única con nominación a los premios Oscar, de la academia estadounidense de Hollywood.

Para el ensayista Emilio Bejel, la enorme popularidad de "Fresa y Chocolate" constituyó un "fenómeno social y político de proporciones acaso mucho mayores que las que nadie hubiera podido imaginar en un primer momento".

El penúltimo filme de Gutiérrez Alea es la historia, casi imposible dentro de la predominante ideología machista cubana, de la amistad entre un comunista y un homosexual que opta por el exilio como única arma contra la intolerancia.

La película sacó "al homosexual cubano del espacio privado al público" y dio rienda suelta a "la discusión hasta entonces reprimida del sujeto homosexual y sus derechos en la sociedad cubana", dijo Bejel.

Después de una operación de cáncer que logró alargarle la vida dos años, Titón rodó "Fresa y Chocolate" con el mismo interés de transformar la realidad con que en 1953 egresó del Centro Experimental Cinematográfico de Roma.

En esa época, Italia era la capital del neorrealismo y, como otros jóvenes cinéfilos, Titón veía en ase movimiento el reto al sistema de Hollywood a través de un nivel de autenticidad que raras veces podían encontrar en las películas comerciales.

Y a Roma se fue Titón recién graduado en Derecho, quien soñaba desde los 17 años con hacer cine y lo hacía con una pequeña cámara de ocho milímetros que la casualidad puso en sus manos.

De sus estudios con Cesare Zavattini aprendió a "usar la cámara como una estilográfica" y que "se podía hacer un cine valioso y atractivo que fuera, al mismo tiempo, un cine barato".

A su juicio, sin "esa extraña mezcla de estética y tecnología, de locura y de cálculos" es probable que él nunca hubiera enfrentado el reto de hacer "otro cine" en un país donde todo lo diferente a Hollywood "parecía una anomalía".

"En la Cuba de 1953 yo era técnico de una industria inexistente, artista en una parte del mundo que menospreciaba como simple artesanía las expresiones audiovisuales. Era, para decirlo en dos palabras, un desempleado nato", contó Titón.

Pero el desempleado encontró trabajo en una empresa publicitaria, pasó de proyeccionista a director de entremeses humorísticos, y formó una sociedad cultural cuya sección de cine reunió los fondos necesarios para la filmación de "El mégano".

Considerada una de los primeros exponentes del nuevo cine latinoamericano, "El mégano" (1953), que contaba la miseria de los carboneros en una región de Cuba, fue secuestrada por el Buró de Represión de Actividades Comunistas de la dictadura de Fulgencio Batista (1952-59) al día siguiente de su estreno.

El incidente con la cinta convirtió a un grupo de jóvenes cineastas en "revolucionarios espontáneos" que entendieron que para hacer el cine que querían debían empezar por cambiar la sociedad en que vivían.

Según Titón, el triunfo de la Revolución los encontró preparados para fundar "un movimiento cinematográfico artísticamente renovador, políticamente comprometido y profundamente nacional y popular".

La primera medida en la esfera de la cultura, tomada por el gobierno revolucionario de Fidel Castro a su llegada al poder en 1959, fue la fundación del Instituto de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), que centró la producción nacional, distribución y exhibición cinematográficas.

Titón inauguró aquella historia con el documental "Esta tierra nuestra", estrenado el 27 de junio de 1959 con patrocinio del Departamento de Cultura del Ejército Rebelde, y con su primera obra de ficción, "Historias de la Revolución".

Entre "Hasta cierto punto" (1983) y su última película, "Guantanamera" (1995), Titón no dejó de soñar proyectos que iban desde la vieja idea de "Cándido" hasta la continuidad de la vida de Sergio, el protagonista de "Memorias del subdesarrollo".

"Cándido", escrita en los años 50 junto al cubano Guillermo Cabrera Infante, era la historia de un loco al que la locura le dio no por arreglar el mundo sino por arreglar las calles.

Según el propio Titón, "Cándido" era la figura emblemática del aspirante a cineasta en el Tercer Mundo: "un pobre diablo que no tiene donde caerse muerto, pero que se pasa la vida inventando soluciones, fabricando artefactos, soñando con alimentar los sueños de los demás".

A juicio de Tabío, compañero de sus últimas andanzas, aquel "pobre diablo" que fue Titón tenía entre las mejores cualidades como director su gran habilidad para saber "contar historias".

Para la multitud que lo acompañó hasta el Cementerio de Colón, escenario del final de "Guantanamera", su última película, Titón era el amigo hipercrítico y tierno, desconcertante o coherente, pero siempre honesto, que describiera el director del ICAIC, Alfredo Guevara.

Para Mirtha Ibarra, la Nancy de "Fresa y Chocolate" y la actriz de tantas de sus películas, era y sigue siendo el gran amor de más de 20 años compartidos en una relación "muy estrecha, muy rica, pero nada fácil". (FIN/IPS/da/ag/cr/96)

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