Cuando las mujeres se destacaban en Argentina cocinando por televisión para amas de casa, el placer era patrimonio de los comensales. Pero con la invasión de los "chefs", no solo llegó el hedonismo, sino también la polémica, la competencia y las disputas por un negocio millonario.
Con una merluza a la salsa verde -un plato caro en España, pero muy barato en Argentina- el chef vasco Karlos Arguiñano abrió este mes un ciclo exclusivo para la audiencia argentina que desató una guerra entre quienes se consideran grandes artistas de la cocina y la televisión local.
Arguiñano se constituyó en un verdadero fenómeno de las comunicaciones en muchos países de habla hispana a través de su programa -que se emite por Televisión Espanola y llega por cable a todo el mundo-, de sus libros y de sus recetas en CD Rom. Prepara comidas, cuenta historias, transmite secretos y divierte a grandes y niños.
Ese cocinero vasco es popular en muchos países de América Latina, y en Venezuela y en Colombia cautivó a una audiencia no sólo femenina. En Ecuador, sus libros están entre los más vendidos en su rubro.
Pero en ningún otro lugar el imán de Arguiñano resultó tan fuerte como en Argentina, y por eso esta es su primera aventura en el extranjero.
En Argentina se cuentan 4,7 millones de abonados a la televisión por cable y muchos de ellos se volvieron fanáticos de la gracia y sencillez de Arguiñano para transmitir los secretos culinarios.
Las condiciones del chef como comunicador prevalecieron incluso sobre la atracción de sus recetas, que muchas veces fue necesario adivinar, debido a diferencias en el lenguaje culinario de argentinos y españoles.
Muchos de los dos millones de ejemplares de "El menú de cada día" vendidos hasta ahora tuvieron mercado en Buenos Aires, a pesar de que su precio no es bajo y que las recetas están dirigidas a comensales españoles.
Los miles de argentinos que le escribieron a su restaurante en la localidad guipuzcoana de Zarauz y los cientos que, radicados o de visita en España, se trasladaron de Madrid para degustar su comida, convencieron a un grupo de productores locales de la oportunidad de convocarlo para un programa de televisión.
"A mí me gusta, porque es muy ameno. Es como estar con un amigo que te cuenta anécdotas mientras te da algunas pistas de cómo hacer para que la cebolla no te deje olor en las manos después de cortarla, y cosas asi. Además, los espanoles son muy espontáneos y seductores", declaró a IPS uno de sus espectadores argentinos, Luis Di Carlo.
El vasco considera que las amas de casa no tienen más que unas 15 recetas en la memoria, que repiten todo el tiempo. Su objetivo es que amplíen la lista a unas 100 fórmulas. "Yo sé que vosotros sois muy carnívoros, pero os voy a hacer una merluza, pues una buena dieta debe ser variada", dijo en su primera audición.
"Karlos Arguiñano en tu cocina" se emite dos veces por día de lunes a viernes, una vez al mediodía, en ATC, un canal de aire, y luego en horario de la cena, mediante cable por TVA. Las recetas se publican al mismo tiempo en el matutino La Razón, de Buenos Aires.
El programa argentino comenzó a emitirse el lunes 22 y, en visperas del debut, se oyeron ruidos de cuchillos afilados en las cocinas.
El "Gato" Dumas -que se comporta como el cocinero exclusivo de Argentina, aunque sus recetas soCocineros", Dumas no sólo dedica más tiempo a promocionar las bondades de los productos de sus patrocinadores que a cocinar, sino que rara vez explica sus preparaciones. Cuando lo hace, no se interesa por saber si su audiencia puede conseguir los ingredientes.
Para Gato, cocinar es una obra de arte. Revolver el arroz que hierve para que no se pegue al fondo de la cacerola es un sacrilegio, y cortar la lechuga con cuchillo y no con la mano, un pecado capital.
Tanto Arguiñano como Dumas disfrutan enormemente al preparar la comida, cada uno a su modo, y en ese sentido se diferencian de las mujeres que hace 30 anos cocinaban por televisión para las amas de casa.
Ellas, como Petrona C. de Gandulfo en Argentina, una cocinera de televisión cuyos libros se vendieron durante años en Argentina tanto o más que la Biblia, transmitían un saber que tenía como propósito casi exclusivo deleitar a los maridos-comensales.
Ahora, los hombres muestran que también quien prepara puede disfrutar tomando un buen vaso de vino mientras trabaja, escuchando el canto de los pájaros desde la cocina, probando el primer bocado y ganando dinero.
Pero al mismo tiempo, con su irrupción en un ámbito antes reservado a las mujeres, tambien surgen los celos y las disputas por un negocio que mueve millones de dólares. (FIN/mv/ff/cr/96).
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