El aumento de la delincuencia, real o al menos sentido como tal por la población, y la real o presunta ineficacia de las instituciones estatales para combatirla, han llevado en América Latina al surgimiento de formas de autodefensa privada, y de justicia por mano propia.
El fenómeno afecta incluso a países reputados tranquilos, como Uruguay, donde grupos de autodefensa han comenzado a operar por primera vez a inicios de la actual década.
En Venezuela, este mes, dos presuntos delincuentes fueron linchados por enardecidos vecinos: uno en La Vega, sector del suroeste de Caracas donde más auge ha cobrado la práctica, y otro en la vecina ciudad de Maracay.
El delincuente muerto en La Vega fue alcanzado cuando huía tras cometer un asalto. Vecinos armados de palos lo masacraron a golpes y dejaron su cadáver tirado en el lugar.
En total, en los dos últimos años más de 20 personas, en su mayoría jóvenes, han sido linchadas de esa forma.
Aunque en Venezuela no se conocen "grupos de autodefensa" formales que se dediquen expresamente a eliminar delincuentes, estructuras vecinales creadas para otros fines se encargan a veces puntualmente de esa tarea tras la comisión de un delito.
En este país, de 22 millones de habitantes, se cometen casi 5.000 homicidios cada año, mil de los cuales por ajustes de cuentas entre bandas.
En Brasil, el fenómeno toma formas aún más truculentas: los "grupos de exterminio", sucesores de los "escuadrones de la muerte" de décadas pasadas.
Esos grupos están en su mayor parte integrados por miembros en activo o retirados de fuerzas de seguridad y por asesinos a sueldo, y tienen un carácter "profesional". Las autoridades piensan que son remunerados por comerciantes para asesinar a ladrones.
Muchos policías "completan" su magro sueldo actuando como mercenarios. Es así que en Sao Paulo, de los 107 policías militares muertos en 1995, apenas 11 lo fueron en servicio activo: el resto estaba cumpliendo "tareas extra', es decir "contratos" de ejecución de delincuentes.
Pero en Bahía sí existen "grupos de autodefensa popular" dedicados al linchamiento de delincuentes, en especial de aquellos culpables de violaciones y otros delitos sexuales. Decenas de asesinatos de ese tipo se registran cada año en el Estado.
El fenómeno de la justicia por mano propia está presente también con fuerza en América Central.
En Guatemala, marzo fue un mes particularmente cargado de ejecuciones de delincuentes por particulares.
Un caso paradigmático se produjo el 22 de ese mes en la localidad de Nueva Concepción, cuando vecinos desarmaron a agentes que custodiaban una cárcel, retiraron a dos personas detenidas por secuestro y las mataron.
Más tarde asaltaron el furgón que trasladaba los cadáveres y prendieron fuego a los cuerpos.
Pero hay también casos de ejecuciones extrajudiciales en Honduras, donde, como en El Salvador, las recientemente creadas policías civiles son blanco de las críticas por su incapacidad de controlar la delincuencia.
En el tranquilo Uruguay no se conocen aún casos de linchamientos o de muertes de delincuentes por grupos organizados que hagan justicia por mano propia, pero desde 1991 han ido surgiendo estructuras informales con ese fin.
La primera de ellas fue constituida por comerciantes de un barrio de Montevideo donde la policía registró una particular incidencia de la pequeña delincuencia.
Pocas semanas atrás, un semanario sensacionalista, "Al Rojo Vivo", contabilizó la existencia de al menos ocho bandas de vecinos armados sobre todo en los barrios populares de la periferia de la capital.
La integración de esas bandas es sumamente heterogénea, al punto que algunas las lideran ex militantes de organizaciones de izquierda en nombre de la defensa de "la gente honesta" de la zona que se gana su vida trabajando y es atacada por delincuentes, según constató este mes el semanario "Brecha".
En Chile, está vigente desde 1994 una ley que eliminó la detención preventiva y facilita la posterior absolución de quienes en defensa propia o de su familia maten a delincuentes que invadan su domicilio, comercio u oficina.
Iniciativas de autodefensa y vigilancia vecinal han surgido en barriadas de municipios pobres, como La Pintana, Pudahuel, La Granja y Lo Espejo, para protegerse de la delincuencia ante la falta casi permanente de vigilancia policial.
"Entre los argumentos de una comunidad para el linchamiento está la impunidad, en sentido doble: el delincuente está en la calle pese a las denuncias, y los vecinos saben que no serán castigados por lo que hacen", dice la siquiatra venezolana Iris Rojas.
Los linchamientos "se producen por un estado de desesperación de la gente" motivado en parte en que el Estado carece de recursos para que "la policía esté en todas partes", opina a su vez el jefe de la policía judicial de ese país, José Lazo.
Investigadores y militantes de organizaciones humanitarias de Uruguay hicieron notar que en realidad en los últimos años el número de actos delictivos violentos, como los homicidios, han permanecido estables, al igual que la muy mentada delincuencia juvenil.
Lo mismo sucede en Argentina y Chile, constató Francisco Ottonelli, del Instituto de Estudios Legales y Sociales de Uruguay.
Sin embargo, en la población hay un sentimiento de que se está ante un auge de los actos delictivos, en parte porque los propios medios de comunicación y sectores políticos interesados en promover fórmulas represivas así lo dejan entender, a menudo manipulando estadísticas, indicó.
En otros países, como Brasil, Colombia o Venezuela, la policía registra por el contrario un aumento de los actos delictivos y de su grado de violencia.
"Son sociedades hiperviolentas, con un nivel de polarización social muy grande, por lo que es normal que la delincuencia en esos países se exprese con la misma violencia que impera en la sociedad", consideró un investigador en problemas de seguridad ciudadana de Argentina.
Lo que sí ha aumentado en todos los países de América Latina, sin excepciones, son los casos de delitos contra la propiedad, como hurtos y rapiñas.
"Ello tiene una explicación directa: la crisis económica y social que ha llevado a la marginalización de capas cada vez mayores de la sociedad", señaló el legislador izquierdista uruguayo Jorge Orrico.
La constitución de grupos de autodefensa no es sin embargo la única forma con que parte de la población ha reaccionado frente al auge de la delincuencia.
Otra, privilegio de los barrios más pudientes de las cada vez más estratificadas ciudades latinoamericanas, es la privatización de la seguridad, es decir la creación de barrios recintados con fuertes dispositivos de control, la instalación de garitas de vigilancia, la multiplicación de compañías privadas de seguridad.
Los barrios "VIP" de ciudades como Río de Janeiro o localidades de la periferia rica de Buenos Aires son verdaderos bunkers prácticamente inexpugnables, y lo mismo sucede en zonas residenciales de Santiago o Caracas y en menor medida Montevideo.
En Las Condes, el municipio donde se concentra la población de mayores ingresos de Santiago y de Chile, se realizó en 1995 un referéndum para definir los proyectos prioritarios de inversión. Entre las iniciativas más votadas figuró la instalación de un sistema centralizado de alarmas en todos los hogares.
Paralelamente, y para paliar la ineficacia del aparato de seguridad estatal, en algunos países ha surgido el reclamo de "municipalizar" a la policía.
En Petare, este de Caracas, la alcaldía promovió años atrás que los vecinos se organizasen y armasen en algunos barrios para auxiliar a la policía local.
Y mientras tanto la gente se arma. Las ventas de armas de fuego de defensa personal se ha disparado en la mayor parte de los países de la región.
Los datos en ese sentido no son precisos, ya que en muchos casos revólveres o escopetas no son declarados por sus dueños.
Montevideo, donde el temor ante la delincuencia y las reacciones no alcanzan los niveles de otras ciudades de la región, puede dar una idea del fenómeno: cada mes, las autoridades expiden 350 nuevos permisos de porte de armas, contra menos de 100 hace ocho años.
Según un informe publicado en la revista local "Tres", en ferias donde se venden todo tipo de objetos nuevos y usados se puede obtener fácilmente un arma calibre nueve milímetros e incluso metralletas. "Son caras pero se consiguen", dijo a esa publicación un aficionado a las armas. (FIN/IPS/dg/jc/pr/96)