Diez años después del accidente de Chernobyl, sus consecuencias ambientales, para la salud y socioeconómicas aún afectan a millones, mientras las peores secuelas atacarán al mundo en las próximas generaciones, según expertos en una conferencia internacional en esta capital.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), co- coordinadora de la conferencia, un reciente aumento de los casos de cáncer de tiroides, en especial entre los niños de Belarrús, está claramente vinculado a la liberación de radiaciones producida en Chernobyl el 26 de abril de 1986.
Algunas informaciones indican que debido a largos períodos de incubación de ciertas patologías, lo peor aún está por verse, y la incidencia del cáncer de tiroides alcanzará su máximo entre el 2005-10.
Asimismo, la OMS ordenó estudios sobre trastornos de la sangre como leucemia, que se manifiestan tras un período de 10 años, como quedó evidente en Hiroshima y Nagasaki.
Alrededor de 700 delegados a la conferencia de Viena que estudian las consecuencias no están de acuerdo en las conclusiones, en especial en relación a Belarrús, Rusia y Ucrania, los países más afectados por el accidente.
La explosión de Chernobyl de 1986 destruyó parte del techo del reactor nuclear y desparramó en el aire cientos de kilogramos de material radiactivo. El accidente se situó en un máximo de siete en la escala de siete puntos del Sistema Internacional de Información Nuclear.
Un informe de 1991 entregado por una comisión designada por la ex Unión Soviética que investigó sus causas reveló que además de las fallas en el diseño del reactor, la incapacidad del personal de cumplir con las normas de seguridad contribuyó al accidente.
Inmediatamente después de la explosión, dosis extremadamente altas de radiación, 1.000 veces superiores a los niveles normales, fueron liberadas al ambiente. La segunda fase de contaminación consistió en largas exposiciones a bajos niveles de radiación.
Unos nueve millones de personas fueron directa o indirectamente afectadas por el accidente, y unos 16.000 kilómetros cuadrados de tierra quedaron expuestos a la contaminación, según la organización ambientalisita internacional Greenpeace.
Más de cinco millones de personas, un millón de ellas niños, aún viven en áreas donde las dosis de radiación superan los niveles normales como consecuencia de la explosión de 1986.
La salud a largo plazo es un aspecto que recordará al mundo el accidente de Chernobyl durante generaciones. Además de los niños que nacen con deformaciones, muchos pueden desarrollar cáncer más adelante en sus vidas.
Según cifras de la OMS presentadas en la reunión de Viena, sólo 21 niños fueron tratados por cáncer de tiroides en Belarrús entre 1966 y 1985, pero el número se multiplicó por 15, situándose en 329, entre 1986 y 1994. Sólo en 1994 se registraron 84 nuevos casos de cáncer de tiroides.
El tratamiento de la patología consiste en la extracción de la glándula tiroides y la dependencia de por vida de ciertas drogas.
Aunque las normas de seguridad han mejorado en los reactores de tipo RBMK de Lituania, Rusia y Ucrania, ha habido llamados a clausurar las centrales nucleares, ya que aún no alcanzan los niveles de seguridad de Occidente.
Una serie de conversaciones entre países occidentales y Ucrania sobre el cierre de la planta de Chernobyl, aún en funcionamiento, no han arrojado resultados concretos hasta el momento.
Este martes en la reunión de Viena, el primer ministro de Ucrania, Yevgeni Marchuk, reiteró la voluntad de su país para cerrar la planta a fines de siglo, pero no sin "asistencia financiera real y concreta de la comunidad internacional".
El tema deberá ser resuelto en la reunión de ministros del Grupo de los Siete (G-7) más industrializados, a realizarse en Moscú la semana próxima.
La conferencia de Viena es organizada por la OMS, la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) y la comisión ejecutiva de la Unión Europea (UE). (FIN/IPS/tra-en/sr/rj/lp/en-ip/96)