El gobierno de Vietnam está preocupado por la repercusión de las influencias extranjeras inherentes a las reformas económicas sobre la identidad y la cultura nacionales, aunque dichas reformas elevaron el nivel de vida de la población significativamente.
"Lo más difícil consiste en definir nuestra identidad nacional tras 30 años de guerra y pese al impacto de influencias de China, el antiguo bloque socialista y Occidente", observó Huu Ngoc, uno de los más destacados analistas culturales del país.
La rápida apertura produjo muchos cambios en el estilo de vida vietnamita. Por ejemplo, muchas tradiciones observadas durante la celebración del año nuevo lunar, conocido como "Tet", ya no se practican.
El pasado mes se cumplieron dos años desde que el gobierno prohibió la tradición de ahuyentar los malos espíritus con petardos, que data de varios siglos, alegando costo excesivo, "creencias retrógradas" y la posibilidad de accidentes.
Además, los tradicionales caramelos consumidos en Tet fueron sustituidos por galletas dulces y chocolates importados.
Una publicación local señaló también que los accidentes por petardos dieron lugar a los producidos por conductores ebrios, que se convirtieron en la principal causa de muerte y heridas graves durante las festividades.
"Nuestra vida era muy difícil, y Tet era una ocasión especial por ser la única vez al año en que podíamos comer alimentos tales como carne. Ahora que la reforma económica produjo mejoras, podemos comer carne todos los días, y Tet perdió importancia", comentó una residente de Hanoi.
El gobierno tomó severas medidas contra la prostitución y el consumo de drogas como parte de una enérgica campaña contra los males sociales, que atribuye a las influencias foráneas, y asignó a tal programa unos 16 millones de dólares para 1996.
La policía cerró cientos de burdeles, casas de masaje y tabernas, y detuvo a miles de personas por delitos vinculados con los narcóticos, la prostitución y el juego.
Toneladas de materiales "culturalmente nocivos" fueron confiscados, incluyendo libros, videos y casetes pornográficos o violentos, así como calendarios con imágenes eróticas, que muchas veces fueron quemados en acciones ampliamente publicitadas.
En todo el país hay carteles que exhortan a la población a tomar parte activa en la campaña, así como altavoces que advierten sobre los peligros que acechan a la cultura vietnamita.
Retórica aparte, muchos observadores creen que la campaña es meramente un intento por alentar un sentimiento nacionalista en medio de las múltiples tendencias extranjeras que se han infiltrado en el país en los últimos años.
Esto sucede en medio de una creciente inseguridad, mientras Vietnam evalúa los primeros 10 años de su programa de reforma económica y se prepara para el octavo Congreso del Partido Comunista, en junio.
El debate previo al congreso parece señalar un cambio en la política del gobierno, que enfatiza el avance económico por sobre todas las cosas.
"Una vez promovidos como la panacea para los problemas de Vietnam, la renovación y el crecimiento son ahora considerados por el gobierno con una nueva conciencia de la complejidad inherente a las rápidas reformas de libre mercado", escribió recientemente un analista.
En particular, el Partido está preocupado por la posibilidad de que la creciente brecha entre ricos y pobres provoque inquietud social.
Esta posibilidad es especialmente cierta en las áreas rurales, que aún esperan que el Partido proteja sus intereses, y donde la educación y la salud, que alguna vez fueron el orgullo del sistema socialista de Vietnam, han sufrido un deterioro considerable.
El gobierno intentó destacar en los últimos meses la importancia del "crecimiento con justicia", y culpó al desarrollo desigual por diversos males, desde la diseminación del sida y el aumento de la criminalidad a la masiva migración rural, que está por colmar la anticuada infraestructura de las principales ciudades.
La campaña contra los "males sociales" es considerada también un intento del Partido por tranquilizar a los militares, inquietos ante la creciente popularidad de la cultura occidental entre los jóvenes.
Sin embargo, "el gobierno no puede impedir que factores culturales foráneos se infiltren en el país", señaló Tran Hoan, ministro de Información y Cultura. (FIN/IPS/tra-en/an/lnh/ml/cr- ip/96)