Cuarenta presos del Retén de Catia, la cárcel de Venezuela que el Papa Juan Pablo II bendijo el 9 de febrero, se fugaron hoy en medio de una balacera que dejó tres muertos y dos heridos, informaron las autoridades.
El coronel de la policía Luis Camacho dijo que tres reclusos murieron y 10 fueron recapturados -dos heridos- cuando huían, en barriadas cercanas al vetusto edificio, construido para 700 reclusos pero ocupado por unos 2.000.
A las puertas de esa prisión, considerada la más espantosa de Venezuela, se detuvo el Papa apenas llegó a Caracas el 9 de febrero, para reclamar "un trato acorde con la dignidad humana" para los presos que se hacinaban tras sus muros.
Los detenidos tras los distantes barrotes agitaban banderitas con los colores del Vaticano mientras les bendecía el pontífice, pero días después la jerarquía católica denunció, disgustada, que la mayoría de los supuestos presos eran policías camuflados.
Ese reemplazo de presos por policías, justificado por las autoridades como medida de seguridad, fue tomado por religiosos y defensores de los derechos humanos como muestra de la corrupción que domina el sistema penitenciario en Venezuela.
La corrupción habría facilitado la fuga de este martes, pues funcionarios de la prisión fueron advertidos de que los detenidos podrían intentar una fuga aprovechando una zanja dejada junto al muro luego de trabajos de refacción externa del retén.
Camacho dijo que durante la madrugada las garitas que vigilan el área sur del retén, donde están los presos de menor peligrosidad, fue hostigada por disparos desde un vehículo, desde el interior del penal y desde un barrio vecino.
Los disparos distrajeron a los guardias, mientras decenas de presos avanzaron hasta el muro exterior y accedieron a la zanja externa, que lleva a una quebrada de aguas negras, a través de un boquete que abrieron -o quizá ya estaba allí- con sus manos o algunas herramientas.
El diputado socialdemócrata Rafael Narváez, presidente de una comisión parlamentaria sobre la situación de las cárceles, dijo que pedirá una investigación "porque no es posible que 40 hombres se fuguen en unos pocos minutos".
Narváez insinuó que hubo complicidad de la custodia del penal, y destacó que las fugas son un problema recurrente y sin solución en las cárceles. "Basta de diagnósticos, es hora de que el gobierno haga algo", exclamó.
Jorge León, de Fundareo, una organización no gubernamental que aboga por mejores condiciones de reclusión, dijo que "desde el fin de semana había informaciones y advertencias de que presos peligrosos pasarían al área sur para buscar la zanja".
Un portavoz de la empresa constructora de la zanja, un ducto para las aguas negras del penal, dijo que advirtieron hace días a la custodia para que redoblasen la vigilancia, pues apenas unos metros de tierra por excavar separaban los presos de la huída.
El criminólogo Elio Gómez dijo que la fuga "evidencia el colapso penitenciario en Venezuela, donde mueren centenares de presos al año, es decir, casi como en una guerra civil".
"El problema es la corrupción alrededor de la industria del preso. Después de la droga y el robo de vehículos, el tercer gran negocio ilícito en Venezuela, porque maneja millones de dólares, es el de los presos", dijo Gómez.
En las cárceles de Venezuela "el preso paga por el aire, por ver el sol, por recibir una visita, por comida o protección, por ser llevado a un tribunal para ser procesado o para cambiar de pabellón o de cárcel".
Los vigilantes de las prisiones "cobran por pasar o dejar pasar drogas, armas, granadas o visitas", según Gómez, "y es un negocio fructífero, con mercado cautivo y sin competencia".
En las 33 cárceles de Venezuela se hacinan unos 25.000 individuos, de los cuales 18.000 son presos sin sentencia, según estadísticas oficiales, por lo que, después de Honduras, es el país latinoamericano con mayor proporción de procesados sin pena.
Gómez, director del Instituto Universitario de Educación Penitenciaria, explica que "lo que pasa es que a las cárceles van los pobres diablos. Por eso vemos que mueren varios en una fuga desesperada, y nadie se ocupa".
"Si su lugar lo ocupasen doctores u oficiales, la muerte de uno de ellos provocaría una crisis de gobierno. Pero eso no ocurre en Venezuela porque los presos son infelices que pagan, principalmente, el delito de la pobreza", concluyó Gómez. (FIN/IPS/hm/jc/hd-pr/96)