David, de 15 años, no parece un guerrillero. Pequeño, tranquilo y extrovertido, es difícil creer que estuvo combatiendo dos años contra los separatistas del sur de Sudán en ese país y atacando poblados de su Uganda natal.
David no es uno de los muchos asesinados o mutilados por el rebelde Ejército de Resistencia del Señor (LRA) de Uganda, pero también es una víctima. Como otros miles de niños, fue secuestrado por el grupo en el norte del país y se le obligó a pelear contra su voluntad.
"Los comandantes quieren pelear, pero el resto de los combatientes son como yo. Se escaparían si tuvieran una oportunidad", dijo.
El LRA combate desde 1988 contra el gobierno de Yoweri Museveni, bajo el liderazgo de Joseph Kony, un herborista de 29 años que fue catequista católico.
Kony se cree el sucesor espiritual de su prima, la "sacerdotisa" Alice Lakwena, cuyo movimiento, Espíritu Santo, fue derrotado en 1987 por el ejército ugandés. El LRA pretende instalar un régimen basado en los diez mandamientos bíblicos.
El grupo opera desde 1994 en el sur de Sudán. El gobierno de Uganda sostiene, y ex rebeldes lo confirman, que Jartum suministra a los rebeldes armas y alimentos como pago por sus acciones contra el Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán (SPLA), que aspira a la secesión.
El SPLA invadió los cuarteles del LRA en una gran ofensiva en octubre pasado, lo cual obligó a Kony y sus combatientes a retirarse del territorio de Uganda y retroceder hasta el pueblo sudanés de Juba. Museveni anunció entonces que la amenaza del grupo rebelde había terminado.
Pero el LRA retornó a Uganda en febrero, en una acción que demostró que el gobierno había subestimado al grupo rebelde. Desde entonces, se produjeron emboscadas a convoyes escoltados por militares en el norte del país y saqueos e incendios de poblados, en acciones que provocaron unas 200 muertes.
A principios de marzo, 17 ómnibus escoltados por 20 soldados fueron emboscados por unos 200 rebeldes en la zona de las cascadas Karuma. Entre 70 y 130 civiles murieron, algunos de ellos quemados vivos dentro de los vehículos, y 52 fueron secuestrados. Los militares fueron aniquilados.
Los secuestros registrados en el distrito de Gulu indican que Kony regresó a Uganda para reclutar soldados debido a las bajas que sufrió por la ofensiva del SPLA. Los más jóvenes son entrenados como soldados. Quienes logran escapar de las barracas del LRA en Gulu narran historias terribles.
David fue secuestrado camino a la escuela. Lo llevaron a Sudán, recibió allí entrenamiento militar y peleó contra el SPLA. En febrero, retornó con tropas del LRA a Uganda y pudo escapar durante un ataque a un poblado.
Este joven afirmó que la mayoría de los combatientes fueron reclutados contra su voluntad y que permanecen bajo el mando de Kony a causa del miedo. "Si los comandantes te ven hablando con otro, piensan que estás planeando escapar. Si escapas y te atrapan, te golpean o te matan", dijo.
Las ejecuciones están a cargo de los secuestrados más recientes, para incrementar en ellos el sentimiento de culpa. Otros son obligados a asesinar a sus parientes o vecinos para que teman las consecuencias del regreso.
Peter, de 14 años, estuvo seis meses en el LRA y dijo tras escapar la semana pasada que no todos los secuestrados continúan en el grupo contra su voluntad. "Después de algún tiempo, muchos se acostumbran a esa vida y a hacer cosas gratuitamente", explicó.
Kony prefiere reclutar adolescentes, tanto varones como mujeres, pues se adaptan mejor a las dificultades del bosque y son más fáciles de controlar.
"Le tengo más miedo a los niños que a los combatientes adultos. Cuando les dicen que disparen, ellos disparan", dijo a IPS una mujer cuyo poblado fue atacado.
Muchas niñas son secuestradas, tanto para combatir como para convertirse en "esposas" de los comandantes. Muy pocas escapan. Según los asistentes sociales que trabajan con ex reclutas, esto se debe a que quedan embarazadas y no desean abandonar a sus hijos.
Esta combinación de reclutas voluntarios y forzados convierte al LRA en un grupo difícil de combatir. Los soldados ugandeses no admiten fácilmente que su "enemigo" es, muchas veces, un niño de 14 años que debería estar en la escuela y no en una batalla.
El ejército de Uganda da a los combatientes la posibilidad de rendirse durante las batallas y garantiza a los desertores el perdón presidencial, aseguraron voceros militares.
Pero la presencia de tantos secuestrados entre los rebeldes torna difícil para los habitantes de la región el respaldo total a una solución militar, aunque les dé seguridad.
Museveni rechazó la semana pasada la posibilidad de negociar la paz con el grupo insurgente y anunció que el ejército recibiría más armas para combatir en mejores condiciones.
Esta decisión no satisface a muchos habitantes de Gulu. "Si se producen más combates, somos nosotros los que sufriremos las consecuencias. Además, un rebelde muerto en combate podría ser uno de nuestros hermanos o hijos secuestrados", dijo a IPS un empresario de la región. (FIN/IPS/tra-en/ab/oa/mj/ip/96)