Después de los conatos de guerras por el fletán y por el calamar en 1995, ahora la merluza negra, cada vez más aclamada por los paladares de Europa y Japón, es materia de disputas en el Atlántico Sur, al punto de reavivar la tensión entre Argentina y Gran Bretaña.
La merluza negra, que se cotiza a 4.500 dólares la tonelada, es cada vez más escasa en los caladeros del mundo. Pero en el Atlántico Sur abunda. Treinta por ciento se obtiene en la zona económica exclusiva argentina y el resto en el área en disputa de soberanía: cerca de las Malvinas y las Georgias.
Argentinos, chilenos, canadienses, españoles, noruegos y estadounidenses, todos se lanzan a la caza de la especie cuya demanda está en alza en los mercados de Europa y Japón. Muchos de ellos incursionan en períodos de veda y fuera de todo control a pesar de las restricciones internacionales.
No obstante, el conflicto que se desató en los últimos días entre Argentina y Gran Bretaña no tiene origen en el interés por preservar la especie ictícola como indica la versión inglesa, sino en una motivación económica. La pesca es hoy la principal fuente de ingreso de los isleños.
A su vez en Argentina, donde muchas empresas extranjeras contratan buques de bandera nacional para sus incursiones, la pesca desplazó a la tradicional carne vacuna en el volumen de exportaciones al superar los 1.000 millones de dólares en colocaciones durante 1995.
El gobierno argentino aseguró este martes que desde 1993 protesta ante Londres por el cobro de licencias pesqueras en torno a las Georgias, cuya soberanía se discute, pero que el reclamo de esta semana subio de tono pues se le cobró un cánon a un buque argentino de 110.000 dólares.
El barco era el Antartic III y había sido rentado por la empresa pesquera estadounidense American Sea Foods.
La opositora Unión Cívica Radical advirtió que la decisión unilateral británica de cobrar aranceles para la pesca de merluza negra en las Georgias -1.000 kilómetros al sudeste de Malvinas- demuestra que para Gran Bretaña "la paz no es una prioridad en el Atlántico Sur".
El presidente Carlos Menem también colocó el problema en el marco más amplio de la disputa soberana al prevenir este martes que Argentina "no cejará" en el tema de la pesca "como no cejamos en nuestro reclamo por las Malvinas".
El Director de Pesca de Malvinas, John Barton, se manifestó sorprendido por la reacción argentina. "Desde 1993 establecimos esta medida para conservar los recursos y nunca habíamos tenido ningún problema", aseguró.
Es cierto. Así como en 1987 Gran Bretaña estableció una zona económica exclusiva en torno a las Malvinas arguyendo la necesidad de preservar las especies, lo mismo hizo en 1993 alrededor de las Georgias, para disgusto argentino.
No consideramos a Gran Bretaña autoridad para cobrar a nadie, "primero porque se trata de una zona en disputa de soberanía, y segundo porque está bajo la jurisdicción de la Convención para los Recursos Vivos Marítimos Antárticos que no habilita el cobro de licencias", dijo el vicecnaciller Fernando Petrella.
Petrella consideró además "absolutamente inadecuada" la decisión británica de movilizar un destructor desde Malvinas a las Georgias, el HMS Northumberlanda de la Marina Real, para patrullar las costas y "detener pesqueros piratas argentinos" como calificó el diario londinense Daily Mail.
En este sentido, el Foreign Office declaró que el destructor fue movilizado "por precaución" ya que el año pasado se registraron importantes volúmenes de pesca y temen un importante flujo de barcos sin licencia.
La cancilleria británica estableció así indirectamente su derecho a ejercer soberanía en el área de las Georgias, pese a que entre ambos países había acuerdo de mantener ese tema bajo la forma jurídica de un paraguas imaginario que lo apartara de las gestiones por la pesca o los hidrocarburos.
No obstante, el avance inglés en las Georgias obligó al gobierno argentino a suspender las conversaciones sobre pesca que deberían derivar en un acuerdo este año, y en un viaje de Menem a Londres en visita oficial, según la hipótesis más optimista de la cancillería.
De esta manera, la merluza negra adquirió un protagonismo que tuvo el año pasado el fletán del mismo color en el Atlántico Norte, cuando una cañonera canadiense capturó una flotilla española que pescaba en el límite de las 200 millas.
El conflicto entre Canadá y España aceleró las gestiones para un acuerdo internacional de control sobre la pesca en la milla 201 beneficioso para Argentina, que veía nacer las crías de calamar dentro de su zona económica exclusiva para ser capturadas luego fuera de ella por buques extranjeros.
Ahora la crisis es por la merluza, y el tironeo agita el fantasma de una batalla que, esta vez, Argentina asegura no está dispuesta a dar en el terreno bélico como lo hizo en 1982, en el ocaso de la dictadura militar. (FIN/IPS/mv/jc/dv/96)