PAKISTAN: Calma después de la tormenta en Karachi

Las portadas de los periódicos de Karachi han dejado de destacar detalles de los derramamientos de sangre que se registraron a diario durante casi un año. Esta megalópolis está en calma, pero aún se duda si la paz llegó para quedarse.

Muchos creen que este estado es ilusorio y que todavía resta una solución política al conflicto entre sindhis que apoyan al gobernante Partido del Pueblo de Pakistán (PPP) y refugiados procedentes de India (mohajires) desde la separación de ambos países al fin del régimen colonial británico, en 1947.

Pasó algún tiempo desde que dejaron de aparecer cuerpos torturados, cosidos a balazos o dentro de bolsas en las veredas, con las manos atadas a la espalda, aparentemente asesinados por rivales políticos. Más de 2.000 personas murieron por esa causa en 1995.

Karachi, ciudad portuaria de Pakistán sobre el mar de Arabia, parece volver a su viejo modo de vida, un cambio bienvenido después de la extrema violencia que cundió en 1995. Los que temían salir de sus casas después de que cayera la noche regresan a los restaurantes y vuelve la actividad a tiendas y bazares.

Los taxistas aceptan ahora transportar pasajeros de barrios otrora asolados por la violencia, aunque sólo de día, y empleados de compañías multinacionales, bancos y comercios se quedaron sin excusa para trabajar hasta tarde.

"No se veía a nadie caminando por la calle de noche un par de meses atrás", dijo Qayym, cocinero en el elegante barrio Defence Housing Colony, uno de los blancos favoritos de la violencia política.

El Movimiento Mohajir Qaumi (MQM), que reivindica para sí la representación de los refugiados de origen indio, surgió a medidados de la década del 80, durante el régimen militar islámico que encabezó Zia-ul-Haq.

Desde la operación militar ordenada en junio de 1992 por el entonces primer ministro, Nawaz Sharif, los activistas mohajires están en desbandada.

El gobierno de la actual primera ministra, Benazir Bhutto, una sindhi de Karachi, emprendió una nueva campaña contra ellos y admitió el arresto y asesinato de la mayoría de los dirigentes clave del MQM.

Altaf Hussain, líder del grupo, ordenó a sus seguidores desde su autoexilio en Londres que se ocultaran "para salvar sus vidas de la persecución de mohajires emprendida por el gobierno de Bhutto".

El PPP se apresuró a atribuir a sus acciones la relativa calma que se vive desde hace pocas semanas en Karachi. "Hay pocas posibilidades de que vuelva la violencia", dijo el ministro del Interior, Naseerulah Babar, un ex general del ejército.

Pero los observadores políticos recomiendan cautela a Islamabad, y opinan que la paz no durará a menos que se extirpe la animosidad entre sindhis y refugiados indios, donde ubican la raíz del problema.

"El gobierno del PPP deberá atraer al MQM a la actividad política formal. A menos que suceda eso, cualquier paz será temporaria", dijo Nabi, un taxista de origen sindhi.

Más de la mitad de las muertes a causa de la violencia política el año pasado corrió por cuenta de agencias de seguridad del gobierno. Además, existe temor de que muchos activistas de las más bajas jerarquías del MQM esperen la oportunidad de reagruparse y contraatacar.

Ajmal Dehlavi, quien condujo en nombre del MQM las negociaciones con el gobierno, advirtió que la "estrategia oficial" del movimiento es permanecer "detrás de la escena".

La población no toleraría un nuevo ataque del gobierno contra los mohajires, según los observadores. La rudeza aplicada por las fuerzas de seguridad provocó una corriente de simpatía hacia el MQM, que había perdido apoyo en Karachi por sus violaciones a los derechos humanos.

"El hijo de mi vecino era activista del MQM y ahora está prófugo. Mi propio hijo, que estudia administración de empresas y nunca estuvo involucrado en política, fue arrestado tres veces", dice una mujer de Nazimabad.

La mayoría de los funcionarios de seguridad del gobierno no proceden de Karachi y recogen poca comprensión y simpatía entre la población local.

Esta ciudad tiene una población de 12 millones de habitantes y su tasa de alfabetismo, 80 por ciento, es la mayor del país. El desempleo, el deficiente transporte público, las carencias en materia de viviendas, saneamiento y salud son algunos de sus problemas más acuciantes.

Los observadores coinciden en que la población está bien educada y, por eso, pretenden solución a sus problemas.

"Sin un proceso de paz que permita al MQM la actividad política, la violencia podría perpetuarse", según la revista independiente Newsline, de Karachi. (FIN/IPS/tra- en/bs/an/mj/ip/96)

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