El acuerdo entre el Mercosur y Chile para concretar una progresiva zona de libre comercio apareció este fin de semana para los países del bloque subregional como un inesperado fin de fiesta de la celebración de los cinco años de su gestación.
Apenas 24 horas después del aniversario, las cuatro naciones del Mercosur y Chile decidieron la semana pasada en Colombia, durante una reunión de ministros del hemisferio, firmar el 25 de junio en Buenos Aires un pacto de asociación que regirá desde el 1 de julio, culminando así dos años de duras negociaciones.
Ese acuerdo refuerza la consolidación política del bloque, que desde 1991 debió dejar por el camino varias metas económicas como consecuencia de la realidad interna de sus integrantes (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay).
El comercio del Mercosur se constituyó rápidamente en el más importente de la región, según datos proporcionados a IPS por la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi).
En 1991 el valor de las ventas entre los países del Mercosur era de 5.141 millones de dólares, cifra que prácticamente se triplicó hacia 1995, llegando a fines de ese año a 15.053 millones de dolares.
Datos de la Aladi y de la Comisión Económica para América Latina (Cepal) indican que las exportaciones e importaciones globales del Mercosur también crecieron entre 1991 y 1995, aunque no en forma tan acelerada como el comercio entre los países socios.
Las exportaciones pasaron de 45.911 millones de dólares en 1991 a 70.944 millones en 1995, mientras que las importaciones lo hicieron de 34.264 a 73.750 millones de dólares.
El 21 de marzo de 1991, cuando los cuatro presidentes firmaron en la capital de Paraguay el Tratado de Asunción para crear una zona de libre comercio y un mercado común, pocos creyeron que esa aspiración se concretaría.
La conmemoración de los cinco años de vida del bloque encontró al mandatario argentino Carlos Menem como presidente de turno del Mercosur. Menem es también el único de los jefes de Estado de las naciones del área que permanece en su puesto desde el comienzo.
Tras las primeras negociaciones quedó en evidencia que más allá de la voluntad política que animaba a los gobiernos a impulsar la integración, no sería sencillo encontrar el camino para el ampuloso objetivo de un mercado común regional.
Duros enferentamientos comerciales entre las cuatro naciones, que tuvieron como principales antagonistas a Argentina, Brasil y Uruguay, hicieron dudar sobre la viabilidad del proyecto.
Pero a fines de 1994, el Mercosur se consolidó en el Tratado de Ouro Preto, aunque limitado a una unión aduanera imperfecta: su arancel externo común (AEC) sólo se aplica al comercio extrarregional para 85 por ciento de los rubros.
El restante 15 por ciento del intercambio extrazona está restringido por excepciones que establecen para cientos de productos un arancel mayl AEC, de cero a 20 por ciento.
El comercio intrarregional de bienes, que se proyectó libre, está en realidad limitado por numerosos "regímenes de adecuación" que cierran las fronteras domésticas y que se extenderán por otros cinco años.
De unas 30 socios sólo pudieron desactivar menos de 10 por ciento.
También quedó a un lado del camino la pculo del tratado, que planteaba una coordinación de las políticas macroeconómicas.
El 15 de diciembre de 1995 el Mercosur estrenó su personería jurídica internacional y entró en vigencia un acuerdo con la Unión Europea, destinado a crear a largo plazo una zona de libre comercio en la cuenca del Océano Atlántico.
Ese convenio, que supera los aspectos comerciales, fue para el Mercosur un reconocimiento de su seriedad y credibilidad como el proceso de integración más sólido de América Latina, dijo entonces Manuel Marín, vicepresidente de la Comisión Europea.
El subsecretario del Tesoro de Estados Unidos, Lawrence Summers, dijo este lines al diario uruguayo El País que para Washington el Mercosur "es más importante como grupo comercial que todos los países individualmente en el mundo, excepto algunos, que son muy pocos".
La progresiva consolidación del bloque derivó en que se acentuara el interés por incorporarse al Mercosur entre el resto de los países de América del Sur y a comienzos de diciembre Bolivia fue aceptado como futuro socio.
Otras naciones latinoamericanas, como México, y de otros continentes, como Japón y Nueva Zelanda, gestionan profundizar sus vínculos, mientras que los cuatro países del cono sur de América negocian en conjunto con otros bloques regionales.
En Argentina y Brasil, los mayores socios del Mercosur, una terminante mayoría de empresarios entiende hoy que el bloque no tiene marcha atrás.
Una encuesta de la consultora Price Waterhouse reveló que para la mayoría de los ejecutivos de las 500 empresas más importamtes de ambos países el nuevo marco regional favorece las alianzas entre compañías multinacionales o grandes grupos económicos y aun entre empresas de mediano porte.
Un 65 por ciento de los consultados en Argentina y 45,9 por ciento en Brasil dijeron que el Mercosur tuvo un "impacto en el ritmo de los negocios de sus empresas" y 86 por ciento del total estimó que ese impacto fue "positivo".
Por otra parte, 74 por ciento de los consultados en Argentina y 51,3 por ciento de los que respondieron en Brasil reconocieron que el Mercosur generó negocios en el sector en que actúan.
En Uruguay el Mercosur tiene en el gobierno a su principal defensor. El día 15 el presidente Julio Sanguinetti lanzó una enfática defensa del bloque en un informe anual que envió al Parlamento.
El mandatario exhortó a prepararse para competir en el mercado internacional y advirtió que sin el Mercosur Uruguay debería someterse a una "apertura más amplia y traumática".
En Paraguay la situación difiere radicalmente. El intercambio comercial con los otros tres miembros del bloque es poco significativo, y el Mercosur se limita al interés de pequeños grupos de empresarios, mientras sectores como el de los productores agrícolas presiona para la salida del bloque. (FIN/IPS/rr/dg/if/96)