Las diferencias culturales son más fuertes que la identidad racial, confirman los brasileños descendientes de japoneses que emigraron a la tierra de sus padres.
Unos 170.000 nipobrasileños trabajan actualmente en Japon, aunque la igualdad étnica no ha asegurado su integración en la sociedad local. Se sienten rechazados e intentan organizarse en comunidades propias.
Los inmigrantes japoneses y sus descendientes, conocidos como "dekaseguis", suman en Brasil cerca de 1,2 millones de personas, concentradas en los estados de Sao Paulo y Paraná. Constituyen el grupo étnico de mayor escolaridad e ingresos del pais.
Muchos dekaseguis regresan de Japón con "reacciones persecutorias", oyendo voces, sintiéndose permanentemente bajo vigilancia, síntomas que recuerdan la esquizofrenia, según el psiquiatra Decio Nakagawa, que ya asistió a centenares de retornados.
Se trata de problemas comunes entre emigrantes de todo el mundo, pero la incidencia entre quienes se radicaron y regresaron de Japón presenta un incidencia "un poco superior", de dos a tres por ciento, explicó Nakagawa, también hijo de japoneses.
El porcentaje parece bajo, pero representa entre 3.400 y 5.100 personas con disturbios que recuerdan la esquizofrenia, y casi no hay profesionales para ayudarlos.
Algunas personas se encerraron en los servicios higiénicos del avión, durante el vuelo de regreso, y otras se dirigieron directamente a la clínica de Nakawaga al tocar tierra, incluso con su equipaje, informó el psiquiatra.
El tratamiento es en general rápido, de un mes, pero algunos pacientes deben ser internados para asegurar su rehabilitación social mediante la terapia ocupacional, un método que Nakagawa no comparte.
Los problemas se presentan en la mayoría de los casos tras ocho meses en Japón, y se deben especialmente a las duras condiciones de trabajo a que los dekaseguis son sometidos, opinó el especialista.
Aislados, trabajando muchas veces mas de doce horas diarias en turnos alternados, sin protección social ni de salud ni dominar la lengua japonesa, los dekaseguis también denuncian discriminacion.
"Es imposible vivir asi, siempre excluído", concluyó Kioko Rosa Kohara, que residió durante seis años en Tokio junto a su esposo, un físico brasileno que cursó su doctorado en Japón.
Kioko enseñó portugués a empresarios, diplomáticos y policías en la capital japonesa, mientras la mayoría de los dekaseguis se emplean como obreros en centros industriales del interior.
En Japón "somos todos extranjeros", incluso los emigrantes nacidos en ese país. "Ya traicionaron el país una vez", razonan los japoneses, que no toleran especialmente a los dekaseguis más jóvenes, a quienes consideran ruidosos y poco fiables, según Kioko.
"La cultura japonesa es excluyente", particularmente en las relaciones humanas, agregó.
Alzira Ranako Tokue, otra profesora de lenguas -inglés y portugués- decidió, a los 42 anos de edad, dar un vuelco a la vida "aburrida y trivial" que llevaba en la localidad de Santo Andre, situada en la región metropolitana de Sao Paulo.
Ranako se unió a los dekaseguis en 1990, cuando Brasil vivía la recesión provocada por la congelación de los ahorros de toda la población resuelta por Fernando Collor de Mello, un presidente depuesto dos años después por el parlamento a causa de denuncias de corrupción.
Sólo estuvo 11 meses en Japón, pues debió regresar a Brasil al enfermar su madre. Durante cinco meses trabajó duramente en una fábrica de cinturones, más tarde en otra, de aparatos de caleffación y, por último, en la empresa Sony.
Pero no logró ingresos más que para subsistir y pagarse el pasaje de avion. Así mismo, perdió la sensibilidad de un dedo, atrapado en una prensa que a otros les costó parte de la mano.
Tampoco pudo mejorar su precario conocimiento del idioma japonés. "Tuve un bloqueo en el primer empleo", donde le exigieron aprender la lengua en un mes, se justificó Ranako.
Al regresar a Brasil destacó la "falta de comunicacion y de esparcimiento" entre los propios japoneses, que se agrava tratándose de los inmigrantes, a quienes la población local consideraría "tontos".
Pese a la discriminación que sufren, 25 por ciento de los dekaseguis brsileños emigrados a Japón desean permanecer en ese país, según una encuesta japonesa.
Aunque puso en entredicho los resultados de la encuesta, Nakagawa admitió que la seguridad laboral, los comparativamente altos salarios y las comodidades aportadas por la tecnología resultan fuertes imanes para muchos dekaseguis.
Además, gran parte de los dekaseguis eran campesinos o obreros en Brasil, y estaban habituados al trabajo duro, agregó.
Otra explicacion consiste en que, organizados en comunidades paralelas en ciudades como Oizume, cerca de Tokio, muchos dekaseguis se dedican a prestar servicios a sus compatriotas, con la apertura de restaurantes o la importación de discos y alimentos de Brasil, y aún publicando diarios en portugués. (FIN/IPS/mo/ff/pr/96).