La fascinación que ejerce la antigua ciudad de Pompeya, donde la vida se cristalizó casi por encanto hace más de 1.900 años, atrae mayor número de turistas que cualquier otro monumento o museo de Italia.
Casi dos millones de personas recorrieron durante 1995 la ciudad, que fue sepultada por una repentina erupción del volcan Vesubio, el 24 de agosto del año 79 después de Cristo. El número de visitantes superó en 200.000 las del año anterior y casi en medio millón los de 1993.
Por mérito de los arqueólogos, la ciudad volvió a la luz tal como era en ese horrible día, como si la vida, interrumpida de improviso, se haya reanudado y sea posible observarla como entonces, un caso único en la historia de la arqueología.
Este milagro se debe a la misma colada de lava y piedras que en pocas horas cubrió las casas y mató a sus 300.000 habitantes.
El milagro mayor se produjo en el caso de los seres humanos, porque el calor de la lava aprisionó sus cuerpos, cogiéndolos repentinamente en las posiciones más diversas, y los arqueólogos, al disolver la costra que se había formado a su alrededor, tras inyectarle yeso, reaparecieron tal como eran.
Caminar por sus calles, entrar en sus casas, mirar a las personas petrificadas es la clave de la fascinación inigualable de Pompeya, donde los turistas piden visitar los sitios que no aparecen en las guías, como los prostíbulos, donde se refleja la actividad que se desarrollaba en el último día de los pompeyanos.
En una casa se observa una figura de mujer, a la que no se le ve el rostro pero sí la forma sinuosa de su cuerpo, que parece como si estuviera posando en el estudio de un escultor.
En los muros se observan inscripciones, como un aviso de arriendo, pintado con grandes letras al frente de una casa.
El aviso dice: "En la propiedad de Giulia, hija de Spurio Felice, se arrienda baño elegante para gente de bien, bodegas con habitaciones, departamentos, del 1 de agosto próximo al 1 de agosto del año sexto. Por cinco años, el contrato termina al fin del quinto año".
Amedeo Maiuri, uno de los arqueólogos que más ha trabajado en el descubrimiento de Pompeya y autor de numerosos libros, descubrió el edificio sobre el cual estaba pegado el aviso y reconstruyó la historia.
"Había habido un terremoto anterior, más leve, que había provocado daños, y nuestra Giulia había sufrido la crisis edilicia causada por el terremoto, así que después de transformar gran parte de su casa señorial en departamentos de arriendo, había puesto el aviso a la espera de un interesado", comentó.
"Fue el Vesuvio, que no esperó, el que no le dio la oportunidad de ganar un poco de dinero, en un momento de gran penuria de mano de obra y de material, y mandó por los aires sus cálculos de arrendataria", añadió el arqueólogo.
También se encuentran manifestos electorales, muy similares a los actuales, para una elección municipal.
"Voten por Marco Epidio Sabino como magistrado para la administración de la justicia, es persona digna, capaz de defender a la ciudadanía. En consideración de sus méritos y de su honestidad, vótenlo", dice el manifiesto.
No existían aún los partidos, pero sí antecedentes de los sindicatos, los gremios de oficio, en los cuales los candidatos hacían sus promesas, como ahora.
"Vota como constrctor a Ovidio Veientone, que después sabrá trabajar en favor tuyo", dice uno de ellos.
También existen leyendas pintadas por los escepticos, como una que dice "cuantas mentiras en apoyo de la ambición", y abundan los escritos amorosos, muchos de ellos obscenos, pero no todos, como revela el siguiente: "quien ama viva sano, muera quien no sabe amar y dos veces muera quien impide amar".
Una carta enviada por a Tácito por Plinio el Joven, que estaba en Miseno, a 30 kilometros del Vesubio, constituye un documento único sobre ese 24 de agosto del año 79, cuando las cosas comenzaron a caer por los movimientos de la tierra, las casas se movían y amenzaban con derrumbarse.
Los vehículos se movían, aunque estaban en lugares planos, el mar se replegaba en sí mismo, la playa se extendía y muchos animales marinos yacían sobre la arena. Una nube negra bajó y cubrió la tierra y el mar, cayó la noche en pleno día.
Se escuchaba gemidos de mujeres, gritos de niños, el clamor de los hombres. Unos buscaban a viva voz a sus padres, otros a sus hijos, otros a sus esposos, y se reconocían por la voz. Apareció entonces una luz clara, que no parecía el día, sino el fuego aproximándose. (FIN/IPS/jp/ag/cr-pr/96)