Los anticastristas ultraconservadores de Estados Unidos lograron imponer sus tiempos y su agenda política al empujar a la administración de Bill Clinton hacia posiciones más duras en la mantención del embargo económico impuesto hace tres décadas contra Cuba.
La aprobación de la enmienda Helms-Burton esta semana, por 74 votos a favor y 22 contra, en el Senado de Estados Unidos impone una serie de medidas favorables a los anticastristas residentes en ese país que perdieron propiedades en Cuba tras la revolución de 1959 y sanciona a posibles interesados en invertir en la isla.
En octubre pasado el diario Miami Herald reveló que la empresa licorera Bacardi era la principal interesada en la adopción de la ley Helms-Burton porque recuperaría todos los bienes expropiados en 1960 por los revolucionarios de Sierra Maestra.
También le serviría para impedir que sus competidores sacaran alguna ventaja de un posible fin del bloqueo.
La ley marca un endurecimiento del bloqueo comercial contra el gobierno de Fidel Castro justo en el momento en que los empresarios estadounidenses se muestran cada vez más audaces en sus contactos con las autoridades cubanas
La votación en el Capitolio se realizó diez días despues de los confusos incidentes en las cercanias del litoral cubano, cuando dos avionetas civiles tripuladas por anticastristas fueron derribadas por cazas Mig de la Fuerza Aérea de Cuba.
El caso provocó airadas manifestaciones de exiliados cubanos en el estado estadounidense de Florida y llevó al presidente Clinton a imponer nuevas sanciones a Cuba, como limitar los vuelos comerciales y el envió de remesas en dólares a La Habana.
Ello pese a las fuertes dudas sobre las responsabilidades reales en el caso de las avionetas del grupo anticastristas "Hermanos al Rescate".
Los adeptos al fin del embargo y al diálogo con Castro pasaron a la defensiva y mantendrán esta actitud hasta noviembre, fecha de las elecciones en Estadosa Unidos.
Tanto los demócratas como los republicanos consideran más importante garantizarse ahora los votos de los exiliados ultraconservadores que complacer a empresarios y intelectuales liberales.
No es ningún segreto en Washington que el embargo acabará en 1997 o a más tardar a principios de 1998.
Los inversionistas estadounidenses están más preocupados en obtener nuevas utilidades que en reforzar un mecanismo como el bloqueo, mientras pierde fuerza la obstinación de los exiliados anticastristas en ajustar cuentas con Fidel Castro.
Pero a corto plazo, el conflicto entre Washington y La Habana es rehén de la campaña electoral en Estados Unidos.
Las que están en juego son las necesidades políticas inmediatas de los candidatos a la Casa Blanca.
Los grupos empresariales estadounidenses más interesados en la suspensión del bloqueo parecen dispuestos a esperar hasta despues de las elecciones para intentar enterrar de una vez el embargo, una herencia de la guerra fría que sobrevive en la era de la globalización. (FIN/IPS/da/dg/ip-pr/96)